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La Lagunilla, un circo de pulgas más que un mercado ambulante

La Lagunilla ha sido el centro de comercio por excelencia de Latinoamérica desde hace más de 400 años: como cuando los aztecas dominaban este terreno, los comerciantes siguen acudiendo a las calles para vender (o comprar) toda clase de mercancías, que no son demasiado distintas a las actuales.

Pero si hace 400 años quienes acudían eran sobre todo pescadores, cazadores y fabricantes de telas, hoy los puestos son atendidos por chachareros especializados en el fino arte del regateo, y sus visitantes vienen de todas partes del mundo en busca de un objeto de decoración, un mueble antiguo o una "cháchara" o baratija.

Y es que la Lagunilla es más conocida como la zona donde cada domingo se arma uno de los mercados de pulgas más diversos y fascinantes del mundo, creando un extraordinario museo ambulante.

Entre las calles de Allende, Rayón y el Paseo de la Reforma se colocan cientos de locatarios ofreciendo cada uno su especialidad: lámparas, sombreros, abrigos, ropa militar, pedrería y joyería artesanal, venta y reparación de muebles, discos de vinilo, libros usados y cristalería, además del típico mercado de ropa y extraños servicios de nuestros días, como tatuajes, cortes de cabello y manicure.

El visitante puede toparse también con una importante oferta gastronómica, desde los tradicionales tacos al pastor o de suadero y las carnitas estilo Michoacán y antojitos hasta pizzas artesanales, sofisticadas ensaladas y todo tipo de bebidas para acompañar.

 

Regatear

En México, regatear es una compleja operación que consiste en negociar un precio con el vendedor, pero no de una manera fría, sino como un juego. El regateo tiene sus propias frases y sus propios acentos: "Ofrézcame", quiere decir que el comprador debe suponer cuánto cuesta el objeto de su interés, digamos, un frutero de cristal cortado de principios del siglo XX.

Frases como "Ofrézcame" no sólo son una forma en la que el vendedor evalúa los conocimientos e interés de los posibles compradores, sino también una manera de iniciar una conversación respecto a los objetos ofrecidos. La mayoría de las veces, los coleccionistas y chachareros saben lo que quieren, y están dispuestos a pagar por ello porque conocen los objetos y su valor en el mercado; pero en la Lagunilla, los novatos también pueden aprender acerca de la historia de los objetos, como el hecho de que gran parte de la porcelana china fabricada a principios del siglo XX fue encargada por Japón.

La actriz María Felix se contaba entre las coleccionistas asiduas a visitar a los ambulantes de este museo móvil.

En la calle Allende se encuentran también enormes bodegas de muebles antiguos, con piezas únicas que puedes pedir que te restauren en el mismo sitio; en el caso de compras grandes, los vendedores suelen tener transportes convenidos para llevar esa gloriosa rocola de los 60 hasta tu casa.

No olvides tomarte un jugo de piña recién exprimido y llevar mucho tiempo para caminar por este laberíntico jardín de tesoros en el que convergen lo vintage, lo “viejo”, lo esotérico y la historia y presente del DF.

 

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