Fotogalería
OK, ya me gustan tus selfies
Benjamin Malik
Descubriendo cuáles son las razones evolutivas detrás de nuestra obsesión por las selfies

Como muchos de ustedes (que probablemente sean cada vez menos), también fui muy reticente en aceptar la tendencia de las selfies. Mi punto de vista era tan radical que hasta me resistía a llamarles “selfies” y por un tiempo las llamaba despectivamente “autofotos”. En mi cabeza no cabía la idea del narcisismo narcótico y la validación social que implicaba tomarme una foto de mí mismo y publicarla en Instagram, Facebook, Twitter o ni siquiera, para mandársela a alguien más.

Una vez que superé mis pretensiones analíticas, me dí cuenta de que tal vez yo no me tomaría una foto de mí mismo pero, en realidad, sí me encantan tus selfies. No me importa si estás posando en algún viaje, en una fiesta o si sales en la foto con alguien de quien me puedan dar celos. Y esto es porque tu selfie ingenua en Instagram está disparando en mí un antiguo impulso biológico que comparto con toda la especie humana.

A otras especies de animales les gusta olerse el trasero o gritarse de árbol a árbol. Sin embargo, entre los seres humanos hay una larga historia y tradición cultural de vernos a los ojos, entrelazar miradas y alinear nuestras caras para que otras personas puedan reconocer nuestras emociones expresadas facialmente.

Incluso hay una región especial de nuestro cerebro dedicada a reconocer las caras.

Hace casi dos décadas la neurocientífica de MIT, Nancy Kanwisher, nombró las áreas de la cara que reconocemos el fusiforme facial (FFA) y lo publicó en un artículo. Fue una de las primeras partes del sistema visual del cerebro que los neurólogos identificaron con la función específica de reconocimiento. Kanwisher y su equipo descubrieron después que los humanos buscamos tanto reconocer caras que la FFA se activa incluso cuando vemos caricaturas. Otro estudio reveló que incluso los emoticones y los emoji pueden evocar una respuesta psicológica similar a ver una fotografía de la cara de la persona que te los mandó.

Este aspecto de la cognición humana es tan obvio que incluso estamos programados para reconocer caras en cosas, aspecto principal de la pareidolia, y hasta los no-humanos lo han notado (recuerda que tu perro o tu gato también pueden reconocer tus gestos faciales). Como te puedes imaginar, hay un montón de teorías acerca de por qué tenemos un diseño evolutivo para reconocer caras. Probablemente tenía mucho que ver con el reconocimiento de nuestros parientes, o para diferenciar a nuestros amigos de nuestros enemigos. El entendimiento de las expresiones faciales probablemente nos ayudó a trabajar mejor socialmente con otras personas, para hacer más fácil nuestra supervivencia. Tal vez reconocer una expresión facial que dice “¡No mames! Hay un león detrás de ti” era mejor opción que gritar y despertar al maldito león.

Toda esta divagación me sirve para explicar por qué me fascina cuando mis amigas de Instagram publican fotos de ellas mismas. En el momento en que observo sus caras, siento un destello de complicidad. Siento como que me están sonriendo o coqueteando a mí, o que esa cara tonta que hicieron sólo fue para mi entretenimiento. No importa si yo sé que esa persona tiene como 10 mil otros seguidores y probablemente le esté sonriendo a la persona que está detrás de su teléfono. Siento que hay algo que viene de un lugar que es más emoción que racionalidad. Es una de esas reacciones emocionales que son imposibles de controlar.

Por otro lado, mis respuestas instintivas también están determinadas por las condiciones de la modernidad y las tendencias, el “Si no puedes contra ellos, úneteles”. Pero no queda duda de que, a través de los selfies, cualquier persona puede disparar emociones positivas en mí. Tal vez esto significa que estamos ampliando nuestras capacidades empáticas mediante las redes sociales; ergo: las selfies terminan siendo la antítesis del egoísmo.

*Las chicas de las fotos son bien buena onda. Síganlas en Instagram.

Las primeras fotos de paisaje del México antiguo del húngaro Pál Rosti
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Pál Rosti de Barkoczi fue el pionero de la fotografía en Cuba y Venezuela, y como lo demuestran estás preciosas fotografías, también en México.

Mira las hermosas fotografías del México del siglo XIX.

La historia del joven Pál Rosty de Barkócz es increíble, en resumen, Pál sirvió como soldado en el regimiento de húsares durante la guerra de independencia húngara de 1848 contra los austríacos. Escapa de Hungría a Munich y lugeo a Paris, donde donde quedó enamorado de la fotografía, y planificó un viaje a América inspirado en las experiencias y recorridos de su amigo el ya anciano barón Alexander von Humboldt.

En 1856 zarpó en barco a los Estados Unidos a explorar el Nuevo Mundo. Re4corrió Texas, Nuevo México, México y luego viajó a la isla caribeña de Cuba. En 1857 llega a Venezuela donde tomó las primeras fotografías paisajísticas que se conozcan de ese país?.

Todas sus experiencia, varios dibujos y fotografías fueron publicados en su obra anecdótica “Desde América”. Una vez regresado a Europa, Pál Rosty viajó a Berlín en 1859 y personalmente le entregó un ejemplar de su obra que posteriormente fue publicada a su amigo Alexander von Humboldt, quién tenía más de 90 años para ese momento y falleció meses después.

Las vistas de Rosti a la Ciudad de México son las primeras fotografías en papel de las vistas de la ciudad. Aquí te dejamos unas hermosas fotos que hizo Pál en su visita a México.

Vista de la Ciudad de México desde la Catedral, 1857-1858

Vista de la Ciudad de México desde la Catedral, 1857-1858

Salto de Agua, Ciudad de México, 1857-1858

Los jardines de Borda, Cuernavaca, 1857-1858

La Santissima, Ciudad de México, 1857-1858

Puerta del Sagrario, Ciudad de México, 1857-1858

Cascada de San Antonio, cerca de Cuernavaca, 1857-1858

El Choro de Regla, 1857-1858

Tlamanalco, ruinas de la iglesia colonial, 1857-1858

La legación francesa, Ciudad de México, 1857-1858

Mariana Yampolsky, la fotógrafa de los pueblos originarios (FOTOS)
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Mariana Yampolsky enfocó su lente en el folclor mexicano, en la cara optimista y serena de las raíces indígenas.

Foto destacada: Cultura_Mx

Mariana Yampolsky tuvo una mirada muy particular para retratar a México.

 

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Naturalizada mexicana en 1954, Marianne Gertrude Yampolsky Urbach nació el 6 de septiembre de 1925 en Chicago, Illinois, Estados Unidos, en medio de una granja donde se conservaban las tradiciones europeas ya que su familia había salido de Rusia a fuerza de la persecución contra los judíos; no obstante, aquel arraigo a su cultura no impidió que su padre, el pintor y escultor Oscar Yampolsky, le permitiera ingresar a la Universidad de Chicago cuando sólo tenía 16 años.

Fue ahí donde Mariana Yampolsky escucho del Taller de Gráfica Popular, fundado en México en 1937 y en donde los grandes artistas del momento se reunían a luchar contra la opresión, y así, sin siquiera hablar español, la joven artista viajó a México en 1944. Gracias a su amigo, historiador Justino Fernández, conoció José Clemente Orozco quien la animó a estudiar en Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda.

 

 

La primera mujer en el Taller de Gráfica Popular convivía con Leopoldo Méndez, Pablo O?Higgins, Luis Arenal y David Alfaro Siqueiros, y también estudiaba fotografía en la Academia de San Carlos con Lola Álvarez Bravo, de quien aprendió la importancia del sujeto retratado, disciplina que Mariana Yampolsky abrazó como la pasión de su vida.

Elena Poniatowska fue testigo cercana del trabajo de Yampolsky, con quien trabajo en conjunto varias veces, una con las letras y a la otra con toda una documentación de la entraña mexicana que capturó en un largo viaje por todo el territorio nacional donde tuvo contacto con diversas comunidades indígenas, en un tiempo en el que se desconocía su vasta cultura dando a conocer a México en libros y exposiciones.

 

 

La también profesora Mariana Yampolsky fundó el Centro de Enseñanza de Lenguas Extranjeras del IPN, fue coeditora del Fondo Editorial de la Plástica Mexicana, colaboró con el Centro de Investigación de la Artesanía y con la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito y fue editora de la colección Colibrí de la SEP. Antes de partir de este mundo, recibió varios galardones que reconocieron su obra de más de 50 mil fotografías. El 3 de mayo de 2002, Mariana Yampolsky vio por última vez la tierra que la adoptó.

Aquí te dejamos con el recuento de algunas fotografías de la gran Mariana Yampolsky:

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La historia del cine en hermosas fotos de cines antiguos de la ciudad
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A inicios del siglo XX el cine cumplía la función social y documental de hacer presente a los paisajes, panoramas rústicos o urbanos, hasta escenas costumbristas, acontecimientos cívicos, sociales y de nota roja.

Imagen: El País

 

La historia del cine es una pieza de gran valor cultural para nuestro país.

En el sótano del Gran Café París, en la calle de Madero, Centro Histórico de 1895, se presentaron varios cortos realizados por los hermanos Louis y August Lumière. Un año el Presidente Porfirio Díaz, presenció la primera película que se exhibió en México, el 6 de agosto de 1896 acompañado de su familia y amigos en el Castillo de Chapultepec. La primera función pública ocurrió el domingo 16 de agosto de 1896 en la calle de Plateros 9, en un local habilitado en el entresuelo de la Droguería Plateros, que ocupaba en ese tiempo la Bolsa Mexicana de Valores.

A partir de esa fecha se instauraron varias sesiones diarias para dar a conocer al público el cinematógrafo. Donde no sólo se exhibieron películas que traían de Francia, sino filmaciones hechos en México: Escena en los baños de Pane, Alumnos del colegio militar, Duelo a pistola en el bosque de Chapultepec, entre otras. La bienvenida que Díaz le brindó al cinematógrafo se inscribía dentro de la ecuación orden y progreso del régimen porfirista, ya que se trataba de tecnología francesa, el modelo de nación al que el gobierno porfirista aspiraba, donde el progreso era la coartada para convencer a los incrédulos que se trabajaba para el desarrollo del país.

Aunque muchos empresarios llevaron el cinematógrafo itinerante a todos los recovecos del país, con variedades en vivo en las que participaban bailarinas y cantantes, las películas que se exhibían eran las que productores europeos y estadunidenses abastecían. Sin embargo, para 1899 el cinematógrafo se había constituido como un verdadero espectáculo popular; y en 1900, la ciudad de México tenía veintidós locales, entre salones destinados a la gente decente y carpas.

Salvador Toscano abrió la primera sala pública de exhibición en México en 1898, llamada El Cinematógrafo Lumiere. Al mismo año inició el rodaje de Don Juan Tenorio, una de las primeras cintas mexicanas de argumento.

El Legendario Salón Rojo en la calle de Madero, se abrió en 1906, donde se podía ver un estilo nacionalista que buscaba retratar el folclor del país. Como en el resto de las artes, la búsqueda de la identidad nacional, el mexicanismo decimonónico y sus valores patrióticos, eran los temas de los filmes en aquella época.

Para 1907 el cine se había consolidado como un espectáculo de gran arrastre popular, y en la capital existían 16 salones de exhibición cinematográfica además del primer taller o estudio cinematográfico: The American Amussement, Lilo, García y Compañía.

El cine América de Ernesto Vollrath estaba en la calle de Jesús María 60, en el centro. Se trataba de un cine que había modificado una casa que podía contener a 1 110 espectadores no muy cómodos. Funcionaba ya desde antes de los años 20?s.

El cine Progreso Mundial estaba en la calle de Corregidora 44: el cine silente. Donde se proyectaban las imágenes de otros lugares del mundo y las historias conmovedoras y cómicas de Charles Chaplin. Ese público celebró la obra maestra de Chaplin: La quimera del oro.

Jacobo Granat fue uno de los empresarios más importantes en los inicios del siglo XX. Fue propietario el circuito Olimpia llegando a contar con más de 25 salas y fue dueño del salón Granat, ubicado en la plaza de San Miguel, entre Pino Suarez y San Miguel (hoy Izazaga). Fue de las primeras grandes salas construidas en 1918 para la proyección cinematográfica.

El salón Granat se mantuvo en este lugar hasta la década de los sesenta, pero cambió su nombre en 1921 por el de Rialto.

La apertura del Cinema Olimpia en 1921, en el centro de la ciudad, tenía cupo para 4 000 espectadores.

El Teatro cinema Rivoli en las inmediaciones del barrio de La Lagunilla, que el pueblo rebautizó como "María Tepaches", fue inaugurado en 1900 con la popular obra "El Rey que Rabió" representada por la compañía de Miguel Inclán, se hallaba en el No. 99 de la 3ª calle de Santa Catarina o Puente de Tezontlale, hoy República de Brasil, esquina con la 4ª. de Allende, esta última calle desapareció al alinearse la calle de Rayón.

El Cine Briseño fue inaugurado en 1907, su principal función fue de teatro de corte "sicalíptico" es decir de tipo erótico, sensual o libidinoso, en ese tiempo fue amenazado de clausura y después tuvo cierres temporales.

El cine Odeón en la Guerrero se ubicó en Mosqueta No. 29 entre Galena y Santa María La Redonda (hoy Eje Central Lázaro Cárdenas.) Fue inaugurado el 4 de mayo de 1922 y tenía una capacidad original para 3,084 espectadores con lunetario, anfiteatro y balcones laterales.

El cine Lux en la colonia San Rafael estaba ubicado en la Calle de los Arquitectos, hoy Miguel Schulz, colonia San Rafael, anuncia la cinta “Valencia” de 1926. Esta sala fue remodelada décadas después, y más tarde llevó el nombre de Fernando Soler; luego de funcionar como sucursal de Elektra, hoy en su lugar hay un conjunto de departamentos.

El cine Isabel se encontraba en Santa María la Redonda número 80, enfrente de la hoy popular plaza Garibaldi.

Inaugurado en 1922 en la calle de Mosqueta número 29, el cine Odeón fue construido por el arquitecto Carlos Crombé a quien también se debe el diseño y la construcción de otros palacios cinematográficos de la ciudad de México.

Dos artistas urbanos que viajan por el mundo exponiendo arte con identidad mexicana
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Los artistas urbanos, Cix y Spaik, han unido estilos para hacer obras monumentales que hablan de México en muros de Francia, Londres y Egipto.


Graffiti por el mundo con identidad cultural mexicana.

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Más allá de buscar una o esclarecer la ontología de la palabra grafiti, podemos decir que es una inscripción o garabato escrito en las paredes. También puede ser un

escrito o dibujo, un letrero que le da vida a las paredes y a otras superficies que, básicamente tiene un carácter popular.

En México las primeras manifestaciones del grafiti se hicieron en la ciudad de Tijuana. Esto se debió a la condición

fronteriza con Estados Unidos y el intercambio cultural entre migrantes e inmigrantes con residentes tijuanenses. Los chicanos, influenciados por la mezcla entre las pintas americanas y los muralistas mexicanos, fusionaron ambos mundos para plasmarlos en las paredes..

En la ciudad de Guadalajara se desarrolló el grafiti con mayor intensidad, y de ahí se consolidaron los primeros estilos de firmas o tags lo mismo que la peculiaridad de los dibujos. Más tarde casi todas las ciudades del norte se caracterizaron por contribuir en mayor o menor medida a la expansión del grafiti en México, debido a sus contactos con estados unidos.

En la ciudad de México el grafiti llegó para quedarse en

barrios marginales y periféricos, hacia donde el proceso de urbanización y de crisis económica empujaba a las familias, dando forma a las zonas conurbadas. El cambio cultural de los migrantes, las condiciones de marginalidad social, aunado a los denominados "chavos banda", comenzaron a sentar las bases para que el

grafiti tuviera su propio seño. Aunque durante muchos años grafiti mexicano se distinguió poco de la iniciada neoyorquina, con el tiempo los grafiteros mexicanos ha desarrollado juicios estéticos y estilos de vida que crean una identidad propia de su generación.

Este es el caso de dos asombrosos artistas urbanos, Cix y Spaik, que han unido sus estilos para hacer

obras monumentales que hablan de México en muros de todo el mundo. Cix (Antonio Triana) es un artista oaxaqueño y Spaik (Israel Guerra) tlaxcalteco. Cada uno tiene una carrera en el arte urbano mexicano más de 15 años y sus estilos son únicos. Se inspiran en el colorido de la estética mexicana, y el misticismo de la

cosmovisión prehispánica, representando la nueva ola del grafiti al que se le conoce como Neo Muralismo mexicano.

A pesar de que estos artistas han pintado murales en la ciudad de México, Cholula y Morelia; también han sido elegidos en diversas partes del mundo para plasmar el arte de la cultura mexicana en muros de Francia, Londres y Egipto. Aquí una recopilación de los murales que han dejado en sus viajes por distintos países

En los muros de Bordeaux, Francia

Detalle del trabajo de Spaik en Bordeaux

Detalle del trabajo de Cix en Bordeaux

Camaleón de la dupla en Bordeaux

Su paso por Londres

Obra entre Cix, Spaik y Libre HEM 

Niños mexicanos en Londres

Homenaje a México en Londres 

El arte urbano de Cix y Spaik en Egipto

Jaguar y Tonatiuh, símbolos de la cultura mexicana

Spaik en Egipto

20 imágenes de la vieja y bellísima Ciudad de México
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Estupendas fotografías de la hermosa Ciudad de México. Un momento de nostalgia de aquellos tiempos que no regresarán pero que quedan marcados en la historia.


La hermosa ciudad de México.

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La ciudad de México lo tiene todo: barrios elegantes y pobres y pueblos misteriosos detrás de modernos y bellísimos edificios. Monumentos, parques y parques temáticos conviven en el mismo espacio con cientos de museos y un cúmulo de gente, contaminación y tráfico que hacen de esta ciudad un caos hermoso.

Vivimos en un valle enorme, a una altitud media de 2240 msnm en una

superficie de 1,495 km2, divididas administrativamente en demarcaciones. Tenemos más de 8.9 millones de habitantes con una concentración laboral hace de la población un total de más de 21 millones de habitantes, siendo el noveno puesto de las aglomeraciones urbanas más grandes y más pobladas del mundo, y con ello la más grande del continente americano y del mundo hispanohablante.?

La CDMX es el núcleo urbano político, económico, social, académico, financiero, empresarial, turístico, artístico, cultural, de comunicaciones, de entretenimiento de todo el país. Pero no siempre fue así. Alguna vez fue un lugar apacible, hermoso y en vías de modernización.

Te traemos las fotos de esa ciudad de México vieja, hermosa y con menos caos. Te traemos la nostalgia de una ciudad que no regresará.

Algunas fotografías (muy antiguas) que cambiaron para siempre la Ciudad de México
Viviana Cohen
Una asombrosa colección de imágenes que recorren en blanco y negro, los sucesos más importantes que han ocurrido en la CDMX.


Las fotografías abren la puerta del pasado.

Hay un refrán que transita por el español que asegura que una imagen habla más que mil palabras, y aunque muchos podrían estar en desacuerdo, las cuantiosas fotografías que retrataron los pormenores del siglo XX comprueban de alguna manera que este dicho popular tiene razón.

Las fotos tienen el poder de trasladarnos al pasado. De hacernos testigos de un mundo que ya no existe, de un tiempo en el que se estaban gestando los momentos más definitivos de nuestra historia. Y es que aunque todo cambia, y los segundos atraviesan con cierta rapidez el reloj,

lo único que permanece son las imágenes de lo que fuimos.

Prueba de ello son las cuantiosas postales del pasado de la Ciudad de México. Estampas capturadas desde 1840 (año en el que se tomó el primer daguerrotipo) hasta nuestros días, que nos enseñan de una forma sutil la forma en la que ha transcurrido la historia en esta urbe.

Miles de instantes de esta metrópoli han pasado por una cámara.

La vida cotidiana durante el porfiriato, el día en el que Zapata y Villa irrumpieron en la Ciudad de México, la madrugada se que cayó el ángel, la noche en la que se inauguró Bellas Artes y hasta aquella visita de Borges a nuestro país, que según sus biógrafos, lo hizo saber que ya había escrito todo lo que tenía que escribir.

En honor a lo anterior, y gracias a una iniciativa en redes llamada México Contemporáneo 

hemos seleccionado algunas fotografías sorprendentes en las que se pueden apreciar momentos decisivos en la larga e intrincada cronología de la CDMX

Este es un viaje en blanco y negro por nuestra esencia.

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Esta fue una de las primeras fotografías que se tomó en la Ciudad de México. El años era 1840 y el autor, un francés que había traído al país una tecnología que solo unos años más tarde transformaría al mundo.

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En 1971 un hombre se tiró de la Torre Latinoamericana y cayó al noveno piso. Fue el segundo suicidio que ocurrió en el emblemático edificio en menos de 20 años.

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En 1973 el gran Borges visitó nuestro país. Según los que lo acompañaros, recorrió Teotihuacán con cierta melancolía por el pasado.

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Tras la matanza del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, un silencio muy grande recorrió la Ciudad de México. Esta es una de las fotografías que apareció en la portada de uno de los diarios de circulación al día siguiente.

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En julio de 1957 un terremoto sacudió las entrañas de la Ciudad de México. Además de los heridos y el susto de la población, el Ángel de la Independencia se desprendió de su columna y se cayó. Al día siguiente había personas cargando sus partes.

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En 1950 una épica tormenta cayó sobre la Ciudad de México. Las principales arterias de la urbe se inundaron y la gente las recorría en barcos.

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En 1969 The Doors, visitó la Ciudad de México. Además de ofrecer recitales, los músicos visitaron algunos de los espacios turísticos más relevantes de nuestro país.  

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En los años 20, un suceso llamó la atención de los capitalinos. Babe White “el hombre mosca” visitó la Ciudad de México. Ante miles de personas expectantes del Zócalo, el acróbata se había puesto de objetivo escalar la Catedral Metropolitana.

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El Palacio de Bellas Artes comenzó a construirse en 1904. El proyecto estuvo a cargo del italiano Adamo Boari. Su proyecto fue tan ambicioso que se edificación tardó tres décadas.

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Era el año 1911, y en medio de toda la turbulencia política que había en México, el legendario piloto Roland Garros visitó la Ciudad de México e hizo algunas pruebas con su avioneta encima del Zócalo.

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El 15 de abril de 1957  Pedro Infante murió en un aparatoso accidente aéreo. Miles de personas inundaron las calles de la capital para mostrar la profunda tristeza que les daba el fallecimiento de su ídolo.

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El 6 de diciembre de 1914 Emiliano Zapata y Francisco Villa tomaron la capital mexicana. Este momento fue decisivo para definir el futuro de la Revolución.

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En 1967 nevó por primera vez en la Ciudad de México. Una fina capa blanca cubrió Reforma, el Centro y Chapultepec. Fue la primera vez que muchos atestiguaron este fenómeno.

Así se vio la Ciudad de México durante la inundación de 1950 (FOTOS)
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Año con año, los citadinos de la capital de la república deben pasar peripecias características de la odisea homérica.


Las inundaciones en la Ciudad de México no son novedad. Año con año, los citadinos de la capital de la república deben pasar peripecias características de la Odisea homérica: desde sorprendentes navegaciones en las estaciones del metro hasta lecciones de natación a la "viva México" en la superficie.

Estas catástrofes naturales han tenido lugar desde tiempos precoloniales, no obstante la más antigua que se ha llegado a conocer es la inundación de 1604 (durante la época colombina) En ese año, la ciudad de México logró sobrevivir a pesar de que sus calles estuvieron inundadas durante meses. Debemos recordar que, en esa época, la ciudad era realmente una cuenca cerrada, lo que provocó que la única salida del agua fuera la evaporación.

Desde entonces, se planeó lograr una infraestructura que evitara tanto prevenir las inundaciones como la mezcla de aguas dulces con aguas contaminadas. Y fue hasta 1866 (¡más de dos siglos después!) que comenzó la obra que permitiría derivar los "escurrimientos de las inundaciones", mejor conocida como el "Gran Canal" o "Canal del Desagüe": se concibió como un canal de casi 40 km, que iniciaba en el lago de Texcoco y culminaba en el túnel de Tequixquiac. Se trataba de una salida artificial para el drenaje del valle de México? Sin embargo, en 1925 (cuando la obra se terminó en 1900), la ciudad volvió a ser víctima de la naturaleza al sufrir otra inundación significativa.

A pesar de los trabajos y las obras desarrollados para evitar las inundaciones, entre 1941 y 1951 la ciudad sufrió una serie de este tipo de catástrofes recurrentes y cada vez mayores. Entre la más impactante fue en 1950, cuando el periódico El Universal informó que dos terceras partes del valle de México se inundó de agua y lodo, en donde cinco personas perecieron. Estas fueron sus imágenes:

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