La ciudad de México vio nacer a una de las mentes más vanguardistas de la arquitectura moderna: Agustín Hernández. Mexicano y egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México, Agustín le ha dado al mundo innumerables ejemplos de escultura en edificaciones geométricas altamente funcionales, rozando los confines del fascinante concepto de Mathias Goeritz: la arquitectura emocional.
Emoción, en psicología, se define como aquel sentimiento o percepción de los elementos y relaciones de la realidad o imaginación. En la arquitectura, esa sensibilidad impulsiva se traduce en la búsqueda del significado de cada espacio; donde puede ocurrir un encuentro con nosotros mismos. La consciencia emotiva se extiende a otros espacios físicos donde se es posible pensar en los sentimientos que una atmósfera recrea en lo introspectivo (como cuando una gran iglesia neogótica inspira autoridad).
Las obras de Agustín evocan emociones, y aunque su visión mimetiza una variedad de simbolismos prehispánicos que nos remontan fugazmente al pasado, el aporte estético en cada una de sus edificaciones nos hacen pensar inevitablemente en maravillas de la arquitectura que habitan quizás en un futuro lejano: la arquitectura de hoy debe tener algo de ayer pero mucho del mañana, dice.