“El sueño no tiene relación con la realidad ni puntos de contacto con ella.”
– Fernando Pessoa
Tal vez por autoengaño colectivo o mera obstinación a la realidad, consideramos que los “hubiera” no existen ni existirán en nuestras vidas. Sin embargo, cuando esos hubiera los imaginamos o incluso los soñamos, entonces se encuentran ahí, como espectros fantasmagóricos coexistiendo en nuestra memoria. En gran medida, estos escenarios son impulsados por el deseo máximo de construir una realidad en la que hubiesen ocurrido las cosas de manera diferente. Pero en esta realidad, los “hubiera” son una mentira, una de esas que si realmente se desea puede convertirse en promesa y confabularse.
La estilizada técnica de proyectar imágenes a manera de ilusión óptica es conocida como fantasmagoría, un arte que en su nacimiento, a la invención de la lámpara mágica, proyectaba además de imágenes fantásticas otra posibilidad de la realidad ?el cine, precisamente nació de ello, de alternar percepciones en un sólo escenario. Las imágenes de Lorena Sequeyro son justamente un híbrido de estos escenarios ilusorios, fotografías que nos permiten entrever, a manera de umbral personal, una historia o una posibilidad de algo que quisimos ver o deseábamos ver, con la suficiente información para hacernos creer que es parte de una película.
Lorena (León, Gto.), es una artista visual con sede en la Ciudad de México. Obsesionada por los reflejos, los espejos y espectros de luz, ha trabajado con el arte de la fantasmagoría en sus fotografías, que nos narran experiencias utilizando la memoria como referente.
Transformar las cosas en otras, distorsionarlas a lo que pueden ser o revelar utopías que deambulan en la conciencia en formas psicodélicas -muchas de ellas saturadas en luz, otras con ausencia de color pero siempre revelando figuras y sombras-, es parte de su parafernalia.
Su inspiración la encuentra sobre todo en la música, de la que ha sido parte también en algunas portadas de álbumes como The Perfect Enemy For God de la banda inglesa The Underground Youth; el cine, con fijación especial en las películas de directores como Wong Kar-Wai, Chris Marker, Victor Moscoso, Carlos Saura y Pedro Almodóvar y por último en la Ciudad de México, un lugar con innumerables escenarios difusos:
Me gusta el DF por eso, siempre me encuentro con edificios con reflejos difusos, ventanas cuarteadas y gastadas por el paso del tiempo, pasajes de metro con luz casi neon, puentes peatonales gigantes donde la vista se desvía por cúmulos de polvo a lo lejos, o un montón de coches que pasan por debajo. Vivo en un viejo conjunto urbano y desde niña me obsesiona mucho Tlateloco, es mi lugar favorito en la ciudad. – LSM
Es fácil formularnos hipótesis oníricas en cada una de sus fotos, justamente como si estuviera pasando una película, aunque sólo en nuestras mentes. La posibilidad de imaginar/soñar en vez de absorber solo imágenes es quizá el legado más importante de su trabajo:
“Sueños que nunca empezaron ni tampoco pareciera que encuentran un final, quizá en un lugar, en un espacio y tiempo inexistentes donde se desarrollan estas utopías fotográficas, a veces líricas y otras veces sombrías…” – LSM
Blog: LSMM
Foto destacada: @metmuseum
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Los antiguos mayas fueron grandes artistas y su producción va desde medios pequeños hasta monumentales; ya que los artistas dieron forma a los materiales extraídos del paisaje.
El arte maya nació de la interacción entre las sociedades de la Península de Yucatán, y los primeros artistas, del primer milenio antes de Cristo, comenzaron a esculpir en piedra, estuco, madera, hueso, concha y arcilla cocida.
Buena parte del arte maya llegará a uno de los museos más alucinantes de los Estados Unidos, El Met, con la exposición Lives of the Gods: Divinity in Maya Art, (vida de los dioses: Divinidad en el arte maya) obras maestras pocas veces vistas y descubrimientos recientes trazan el ciclo de vida de los dioses.
Estas obras serán exhibidas a partir de la idea de los dioses que se representan en todas las etapas de la vida: como niños, como adultos en la cima de su madurez e influencia, ya medida que envejecen. Los dioses podían morir, y algunos nacían de nuevo, sirviendo como modelos de regeneración y resiliencia.
Los artistas mayas representaron a los dioses de maneras imaginativas, desde esculturas imponentes exquisitamente talladas hasta adornos de jade, concha y obsidiana que adornaban a reyes y reinas, conectándolos simbólicamente con fuerzas sobrenaturales. Cerámicas finamente pintadas revelan la agitada vida de los dioses con gran detalle.
Las obras que se exhibirán fueron creadas por maestros artistas de Guatemala, Honduras y México. Se trata de 120 obras emblemáticas que evocan un mundo en el que lo divino, lo humano y lo los reinos naturales están interconectados y vivos.
La exposición en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York (Met) presentará a finales de este año una amplia exposición de arte maya a través de más de un centenar de “obras maestras” y piezas descubiertas recientemente.
Lives of The Gods: Divinity in Maya Art está prevista para el 21 de noviembre, y se cree que será una muestra “poco común” y que solo será posible en el Met.
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Antes de morir, Diego Rivera cerró uno de las baños de la legendaria Casa Azul, donde vivió toda su con su esposa Frida Kahlo, y
dispuso que éste no fuera abierto hasta que pasaran 15 años después su muerte. Fue Dolores Olmedo quien quedó a cargo de la administración de la casa que pronto se convirtió en museo, y quien cuidó que la voluntad del pintor fuera respetada.
Cerca de cincuenta años después, con la muerte de Dolores Olmedo, Hilda Trujillo tomó la dirección de lo que hoy es el Museo Frida Kahlo, y decidió abrir la misteriosa puerta, para así dejar salir los secretos que fascinaron a muchos admiradores de la vida y obra de Diego Rivera y Frida Kahlo.
Dentro del baño, se encontraron varios objetos que hoy son parte de la exposición permanente del museo de la Casa Azul:
vestidos, fotografías, obras de arte, milagritos y cartas de amor, entres otros. La correspondencia entre Rivera y el estadounidense Rockefeller (con quien tendría una pugna por el mural que el magnate alguna vez comisionó al pintor), además de recortes de periódicos, las fotografías del famoso mural (tomadas por Frida) y bocetos que dan fe de esta antiguo conflicto, se encuentran entre los artículos más interesantes encontrados ahí.
La relación entre Rockefeller y Rivera fue complicada. Entre 1932 y 1934, el empresario estadounidense encargó un mural para el lobby de lo que hoy es el Centro Rockefeller en Nueva York al artista, entonces un creador reconocido y personaje clave de la intelectualidad mexicana. Rivera diseñó un mural que tituló
El hombre en una encrucijada, obra que en un principio agradó al mecenas.
El problema surgió cuando Rockefeller se enteró que en el mural aparecía la figura de Vladimir Ilich Ulianov, mejor conocido como Lenin, lo cual escandalizó a la sociedad neoyorkina. Para Rockefeller esto fue un insulto y fue entonces cuando pidió a Rivera que lo borrara del mural. Rivera se negó y logró que el empresario le pagara su trabajo (21,000 dólares de entonces), entre manifestaciones y un gran escándalo mediático. Pero
en 1934 el mural fue destruido.
Actualmente, en el Palacio de Bellas Artes se encuentra el mural titulado El hombre en el cruce de caminos (también conocido como
Hombre controlador del universo), que fue realizado en 1934, y es parecido a la obra realizada en Nueva York, que alguna vez quiso censurar Rockefeller.
En el baño de la Casa Azul se encontraron alrededor de 6,500 fotografías y 28,000 documentos, y esta anécdota, que resurgió hace pocos años como un misterio que sobrevivió al tiempo nos habla de los profundos principios de Rivera y su siempre potente y encantadora rebeldía.