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Calles arboladas e integración de vivienda en el conjunto habitacional “El Buen Tono”

El Buen Tono

Cuando pensamos en edificios multifamiliares en la ciudad de México, por lo general lo relacionamos con espacios chicos, saturados y en contextos urbanos poco accesibles, además de una completa falta de diseño y funcionalidad. A pesar de esto, existen ejemplos de conjuntos habitacionales que han logrado cambiar esta percepción y en este caso estamos hablando de un edificio con más de 100 años de antigüedad: el conjunto habitacional “El Buen Tono”, también conocido como conjunto “La mascota”.

Este edificio, emplazado en lo que antes formó parte de la plaza de toros Bucareli, está ubicado en las calles de Bucareli, Turín y Abraham González en la colonia Juárez de la Ciudad de México. Fue construido en el año 1912  por el ingeniero e investigador Miguel Ángel de Quevedo, quien fue el fundador de los Viveros de Coyoacán y un importante promotor del desarrollo de áreas verdes y cuidados forestales en la Ciudad de México. El empresario Ernesto Pugibet, fundador de la cigarrera El Buen Tono fue quien planeó la construcción del edificio y lo que buscaba con este proyecto era alojar parte de los trabajadores de la empresa y sus familias, proporcionando una vivienda digna con espacios amplios que ayudaran a  mejorar la calidad de vida de los empleados, logrando también que el trayecto de su hogar al trabajo fuera mucho menor, ya que la fábrica se encontraba a unas cuadras del edificio.

El conjunto habitacional se conformó por 174 unidades divididas en 3 privadas que llevan los nombres de algunas de las marcas de la cigarrera. Atraviesan el edificio 3 calles arboladas que funcionan como patios internos y conforman el espacio público dentro del proyecto. aunque es únicamente para uso de los habitantes del conjunto. Para su construcción se utilizaron prefabricados de concreto y acero, así como madera, hierro forjado y la fachada de cantera y ladrillo aparente. El edificio tiene detalles arquitectónicos que corresponden al estilo art nouveau, de influencia francesa y muy típico de la época porfiriana, así como las tipografías que se utilizan para señalización y el diseño de los balcones y rejas de herrería con formas orgánicas.

Actualmente, el edificio se ha modificado por quienes lo han habitado durante los más de cien años que lleva de existencia, pero conserva la mayoría de sus acabados originales.  El deterioro del edificio se originó en el periodo de rentas congeladas del centro de la ciudad a mediados de siglo XX, pero el interés por parte de muchas personas que saben del valor del edificio ha logrado que sea rescatado poco a poco . A pesar de su antigüedad, éste sigue siendo un gran ejemplo de un proyecto funcional de conjunto habitacional desde el punto de vista social y económico, además de su gran valor arquitectónico por el diseño, esteticidad e integración con el contexto urbano.

 

Texto y fotos: Marcela Olmos Perez

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