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Conoce a Rufino Tamayo a través de sus más insólitas obras (FOTOGALERÍA)

A pesar de formar parte de la aclamada trinidad de muralistas mexicanos más prominentes del siglo XX ?junto a David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco? y de elogiarse en un museo en la ciudad que lleva su nombre, Rufino Tamayo fue quizás el pintor menos famoso de la época ?incluso hoy en día googleando acerca del autor encuentras apenas algunas muestras en baja calidad de sus obras y no mucho sobre su vida. Pero su relativo “anonimato” no ha impedido ser uno de los autores mexicanos que más ha vendido sus obras (en 2008, por ejemplo, se subastó su pintura El trovador en  7.2 millones de dólares).

Oriundo de la ciudad de Oaxaca, Tamayo fue uno de los pocos artistas que no provenía de familia acomodada (su padre era empleado y su madre se dedicaba al hogar). Al abandono de su padre y muerte de su madre, se muda con sus tíos a la Ciudad de México quienes emprenden un comercio en el mercado de la Merced. Y fueron precisamente sus tíos quienes lo introdujeron a los estudios de contabilidad con la finalidad de que algún día se hiciese cargo del negocio familiar. Sin embargo, Tamayo renunció a ello y comenzó a asistir como oyente a la Escuela Nacional de Artes Plásticas de Bellas Artes, donde poco después logra entrar de manera formal. 

Como es de esperarse, Tamayo se ve influenciado de corrientes europeas de vanguardia en ese entonces, tales como el impresionismo, el fauvismo, el cubismo y el futurismo, sin embargo, su espíritu mexicano prevaleció ante todo, forjando, al igual que sus compañeros muralista, su propio carácter artístico de la mano de las costumbres endémicas de su país. 

El hecho de que Tamayo no haya brillado mediáticamente como Siqueiros se debe, tal vez, a que jamás incidió en las ideas comunistas ni trotskistas de la época, de hecho todo lo contrario, se abnegó de éstas para resaltar a través de sus pinturas ?libres de nacionalismos? el verdadero sentido de enaltecer a México y a su origen, sobre esto nos dice: 

Lo fundamental es que soy un hombre igual a los otros hombres, dotado igual que ellos, con las mismas aspiraciones y preocupaciones. Uno más entre los hombres de este mundo dividido por prejuicios y nacionalismos, pero unido por la participación común en una misma cultura, la cultura humana, cualesquiera que sean las formas locales e históricas que adopte.

Tamayo exploró el carácter, la sensibilidad y la espiritualidad de la gente del pueblo, creando escenas entrañables de su cotidianidad, permeadas en todo momento de una inigualable poesía visual, pero sobre todo de notables raíces mexicanas. 

Esta postura radical habría de provocar que sus colegas muralistas desaprobaran categóricamente la decisión de no poner su talento al servicio de los ideales políticos y sociales de aquella época. Algo de esto nos recuerda un poco a la postura del escritor francés Antonin Artaud más  o menos por la misma época, cuando le dio la espalda al surrealismo comunista con admirable y sensata verdad entre dientes: “la revolución comunista ignora el mundo interior del pensamiento y cuando se ocupa del pensamiento, lo hace por medio de la experiencia, es decir, por la parte exterior de los hechos”, lo que el denominaba, bajo este sentido, como la Razón (o un “simulacro de la muerte, una repetición de lo ya hecho”).

Así como Artaud, los ideales sensibles de Tamayo fueron difamados como una traición a los "Ideales Revolucionarios" por los artistas de aquella época. Y fue entonces que voló hacía Nueva York (con sus ocasionales escapadas de verano a México) donde pudo confabular en la tranquilidad sus mejores obras. Para cuando se mudó a París, la prensa europea lo había difundido como una de las propuestas más novedosas y con mayor personalidad propia de la época.

Sobre su estilo en esta etapa, Rufino Tamayo aderezó sus atmósferas en óleo con diferentes ingredientes de los que se permeó en la Francia de postguerra, coqueteando un poco con la oscuridad perenne de la ola de artistas de la época; por un lado el existencialismo y por otro, bajo una actitud más reflexiva, el anhelo y sentido de la vida. De esta experiencia surgió su mítico mural Dualidad, que pedes encontrar en el Museo de Antropología e Historia de la Ciudad de México. En él, aparece una escena sobre la lucha simbólica entre dos deidades prehispánicas que personifican una verdad universal sobre los opuestos complementarios: Quetzalcóatl y Tezcatlipoca, encarnados como el día y la noche, el bien y el mal, la guerra y la paz, que recuerda mucho al principio de correspondencia de Hermes Trismegisto que dice: “como arriba es abajo, como abajo es arriba”. 

Rufino Tamayo es sin duda una de las figuras más ejemplares de México. Como artista y como mexicano. Sus restos hoy descansan en el museo que lleva su nombre.

 

 

Con información de museotamayo.org

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