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De cómo se cayó el Ángel de la Independencia

La historia de una costurera, un sismo y una cabeza entre siniestra y hermosa. 

 

En un hermoso inmueble ubicado en la calle República de Chile en el Centro Histórico, está la que fue la cabeza original del Ángel de la Independencia. Todos los días, miles de personas pasan de largo sin darse cuenta que esa rara pieza, que está exhibida detrás de un cristal, es el único vestigio que quedó de la escultura original que se hizo en 1902.

Aunque resulta casi imposible imaginarse que hubo un momento en el que el imponente Ángel era frágil, la historia nos cuenta que un 28 julio de 1957 a las 2:40 am, un terremoto de 7.9 grados sacudió la Ciudad de México. El movimiento fue tan fuerte, que en un instante tiró el monumento más importante de esta urbe.

En algunas crónicas se cuenta que el suceso sorprendió tanto a la gente, que de calle en calle se escuchaba: ya no se ve el Ángel, y nadie lo creía. La mañana después, la imagen parecía parte de cuento de ficción siniestro; los gigantes pies de la monumental escultura descansaban desolados en el pavimento y su cabeza angelical estaba desperdigada por Reforma.

Fue tan traumático ver el emblema caído, que los periódicos del día siguiente titularon sus portadas en letras enormes: El día que se cayó el Ángel. Sin embargo, aunque parezca increíble, éste no fue el final de la historia.

Al ver cabeza rota, la opinión pública empezó a especular acerca del origen de la figura, para michos parecía demasiado humana y eso los hacía preguntarse ¿quién era la modelo que había posado para la escultura? En los distintos barrios se levantaban apuestas y se inventaban toda clase de historias respecto al misterioso personaje.

 

Entonces, gracias a los relatos de algunos ancianos, los reporteros encontraron a una tal Ernesta Robles. Una humilde costurera a la que el escultor Enrique Alzati vio una noche porfiriana en un salón de baile. La mujer era tan hermosa que el artista no tuvo otro remedio que acercarse a ella y proponerle la aventura de posar para que su belleza estuviera inmortalizada en el Paseo de la Reforma.

Se cuenta que antes de aceptar, la costurera advirtió que era una mujer decente y que lo único que podían usar para crear la famosa "Victoria alada" eran sus piernas y su cara. Durante cincuenta años la discreta mujer pasó frente al Ángel sabiendo que una parte de ella vivía erguida en oro, al lado del cielo.

Tras el sismo, el Ángel fue reinaugurado en 1958. Lo único que queda de la escultura original se encuentra en la calle República de Chile número 8, dentro del antiguo Palacio de los Condes Heras y Soto, hoy conocido como el Archivo Histórico de la Ciudad de México. Ahí en la entrada está el hermoso y siniestro rostro de la humilde mujer que un día fue el monumento más importante de la Ciudad de México.

Foto: Roberto Samuel 

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