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Una estremecedora caminata por la Rotonda de las Personas Ilustres

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Un espacio silencioso dedicado a los que cambiaron la historia de México.

 

Entre las tumbas abandonadas y el silencio casi musical que vive en el Panteón Civil de Dolores, se encuentra la Rotonda de las Personas Ilustres, un espacio que desde hace décadas alberga los restos de los próceres de la Nación, aquellos héroes que entregaron su vida para que México se convirtiera en un país independiente.  

El Panteón de la Patria, como lo llaman algunos cronistas, fue inaugurado en 1872 cuando el Presidente en turno, Sebastián Lerdo de Tejada se apropió de algunas de las cuantiosas hectáreas que tenía el Panteón Civil de Dolores, para dedicarlas a aquellos militares cuyas hazañas bélicas, contra Porfirio Díaz, fueran lo suficientemente grandiosas como para inmortalizar a los que las hacían.

 

 

La construcción de este de la Rotonda consistió en una plaza circular llena de pasto, que en medio tenía una lámpara votiva cuyo objetivo era resguardar una llama eterna. En un inicio se dispusieron 145 espacios que rápidamente fueron ocupados por soldados lerdistas.

 

 

El primer habitante, no militar, de este célebre cementerio fue Francisco Javier Clavijero, un cura franciscano que en el Siglo XVI se dedicó a escribir la historia del México prehispánico y dejó en sus obras un retrato preciso de otra época.  Años más tarde, poco a poco, llegaron otras personalidades como: Antonio Caso, el poeta Manuel José Othón, el educador Gabino Barreda, Alfonso Reyes, Pino Suárez, el novelista de la Revolución Mariano Azuela, entre otros distinguidos ciudadanos del siglo XIX.

Entre todos los próceres que llegaron en ese momento, se pude contar a dos los autores del Himno Nacional: Jaime Nuno y Francisco González Bocanegra. Ambos compartieron no sólo un enorme amor a México en vida,  sino la única tumba doble que hay en este cementerio.  

 

 

En el Siglo XX, la Rotonda de las Personas Ilustres recibió con laureles a los muralistas: Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, cuyos restos están en uno de los mausoleos más hermosos que hay en la capital mexicana, debido a una exquisita estatua inspirada en su famoso mural de Prometeo.  

 

 

Otra tumba que vale la pena conocer es la de Agustín Lara. Los restos del compositor romántico descansan debajo de un busto dorado que está acompañado de la silueta de una mujer desnuda y un misterioso epitafio que dice: mis pobres manos, alas quebradas.

 

 

 De los 111 personajes que descansan en este espacio, sólo 6 pertenecen a mujeres. De hecho, antes del año 2000, el Panteón de la Patria era conocido como la Rotonda de los Hombres Ilustres. Gracias a la igualdad de género, el nombre cambió y se llevaron los restos de: la soprano Ángela Peralta, la poeta Rosario Castellanos, que aún conserva una flor amarrada a su muñeca, Virginia Fábregas, Dolores de Río y la primera abogada mexicana que luchó por los derechos en el país.

 

 

Finalmente, entre todos los personajes famosos que se reconocen inmediatamente sólo al leer sus nombres, podemos encontrar algunas tumbas desconocidas que pertenecen a hombres anónimos que, aunque sus biografías no se encuentran en ningún libro de historia, contribuyeron a que México fuera lo que es hoy. No estaría mal, un día de estos, llevarles unas flores y darles las gracias en secreto.

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