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Sobre cómo los mexicanos descubrieron su nacionalismo

¿El nacionalismo es una realidad o una invención colectiva?

 

 Para lograr construir un nacionalismo se necesita crear una memoria colectiva capaz de abarcar todo el conjunto del territorio nacional; y para ello, el estado nación mexicano recurrió en el siglo XIX a un grupo de academias, sistemas de enseñanza, comisiones de celebración de efemérides patrias, etc., capaces de difundir un relato coherente acerca de la existencia y las ventajas de la nación.

En un interesante texto del historiador Tomás Pérez Vejo, nos relata cómo hace poco menos de doscientos años, el gobierno liberal vio en el arte pictórico la respuesta ideal a la intención de consolidar y legitimar el nacionalismo en el país. Es así como la pintura cuyo tema principal eran acontecimientos históricos se convirtió en un instrumento perfecto para construir una memoria colectiva homogénea, por lo menos hasta la aparición del cine.

Pérez Vejo nos dice que la representación del pasado de la nación en cuadros de gran formato lograba que el Estado pudiera representar el nacionalismo bajo una visión homogénea que en ese momento no existía. En el México del siglo XIX lo que predominaba era la falta de nacionalismo, la falta de unidad entre las personas; a la gente no le interesaba el pasado ni tenía raíces a las cuales sentirse apegado.

Por eso, el Estado liberal mexicano de la segunda mitad del siglo XIX necesitaba de alguna forma, sustituir los diferentes relatos de origen que convivían en el territorio por uno particular que hablara de una nueva nación. En este sentido, los liberales se dieron a la tarea de dividir la historia en tres partes: la época prehispánica, la conquista y la independencia.

A la época prehispánica, siempre negada y rechazada anteriormente, la pintaron como un paraíso. La mayoría de las imágenes creadas en este periodo ilustraron este momento histórico como un mundo feliz, un edén lleno de abundancia. Pero algo que resulta curioso es que en estas imágenes los hombres precolombinos no tenían aspecto de indígenas ya que en el imaginario de la élite mexicana del siglo XIX,  México era un país de blancos y mestizos, no de indígenas.

Para lograr esto, el gobierno recurrió a las academias de pintura, como la de San Carlos, para que convocaran a una serie de concursos cuyos ejes eran históricos. Por ejemplo, en 1889, se planteó el e "Origen de la fundación de México o Tenochtitlán".

Esto incitó a que se pintaran muchos cuadros que representaban paraísos de indígenas casi blancos. Estos trabajos se exponían públicamente para que toda la sociedad los pudiera apreciar, y así poco a poco incidir en su pensamiento y hacer que el México prehispánico fuera visto por todo el mundo como las raíces del país. Cosa que a lo mejor hoy en día parece obvia, pero en ese momento no lo era.

La segunda parte, la época de la conquista, fue pintada como un desgraciado paréntesis en la historia de la nación, las imágenes que se hicieron a propósito de esto fueron en su mayoría negativas. Este periodo debería ser visto y representado bajo sus aspectos más crueles y sanguinarios.

En la tercera fase el protagonista era la Independencia. Aquí se representaba la recuperación del pasado histórico y la gran resurrección después del dominio español.Cabe mencionar que la época de la colonia no existió y  fue borrada completamente del imaginario colectivo.

Pérez Vejo relata que este discurso historiográfico que los liberales crearon, quedó perfectamente ejemplificado en el decreto de 1877 firmado por el Ministro de Fomento, Vicente Riva Palacio para el arreglo y ornamentación del Paseo de la reforma, que tenía como proyecto articular este eje en torno a tres grandes monumentos: Cuauhtémoc, es decir, el anhelado pasado prehispánico; el Ángel  de la Independencia, que simboliza  es el resurgimiento del pueblo mexicano y la Reforma que marcaba el fin del fanatismo católico e inquisitorial traído por los frailes españoles.

Entonces la pregunta es: ¿el nacionalismo se construye o existe por si mismo? Por lo menos en el sigo XIX, la pintura fue más que una expresión artística debido a que  formó parte de un complejo discurso político que ayudó a consolidar una nueva nación y le sirvió a la gente para tener un pasado del cual sentirse orgulloso y al cual poder aferrarse para legitimarse como país.

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