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De cuando los papalotes estaban prohibidos en la ciudad

 

Aunque parezca increíble en 1774 los cometas eran artefactos peligrosos…

 

El papalote es una invención china que llegó a Europa aproximadamente en el siglo XII y aunque inicialmente tuvo una utilidad científica y militar, con el tiempo se convirtió en un pasatiempo de chicos y grandes.

El juego de la cometa, como se le conocía en ese entonces, era una diversión propia del campo, pero en México se convirtió en uno de los pasatiempos predilectos de los niños de la ciudad donde volaban papalotes en muchas las calles y en las azoteas, lo que rápidamente se volvió un peligro.

Los accidentes se incrementaron y varios niños se convirtieron en víctimas del papalote; caían de azoteas o eran atropellados por carruajes. El antropólogo Enrique Tovar Esquivel relata que fue entonces, a mediados del siglo XVIII, cuando las autoridades tomaron cartas en el asunto y crearon prohibiciones reales para regular el uso de este artefacto. La primera de que se tiene conocimiento fue creada en 1774 por el Virrey Antonio María de Bucareli, sin tener éxito.

Durante años, varios monarcas siguieron con la tarea de emitir decretos donde se prohibiera el uso del papalote. En 1802, Félix Berenguer de Marquina emitió un bando con el que abolía el "entretenimiento pernicioso de volar papalotes, no solamente en las azoteas sino también en las plazas y calles de esta capital, por el evidente peligro a que se exponen los niños y jóvenes de ser atropellados por los coches y caballos que transitan por ellas." Sólo se permitía su uso fuera del poblado.

Pero nada parecía detener el furor de los papalotes y los niños seguirían accidentándose. Sobre todo en la época otoñal. El último decreto en la Nueva España del que se tuvo noticia sucedió el 5 de noviembre de 1816 y fue hecho por el Virrey Juan Ruíz de Apodaca.

Pocos años después, México se convertiría en una nación independiente y las prohibiciones como tal cesarían. Sólo hubo una excepción dada a conocer en 1869 por el entonces Gobernador de la Ciudad de México, donde se imponía una multa a quien echara a volar cometas desde cualquier azotea, plaza o calle.

Pero la realidad es que ningún decreto logró detener al papalote. Los periódicos, que se habían puesto muy de moda para el siglo XIX, se encargaron de seguir informado acerca de los múltiples decesos infantiles causados por esta entrañable diversión.

No se sabe con certeza si al iniciar el siglo XX el furor del papalote fue sustituido por otras diversiones, pero los accidentes dados a conocer por este artefacto dejarían de ser noticia.

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