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La mano gigante de Pedro Friedeberg acaricia los cielos de la Condesa

El mejor arte es el que está al alcance de todos?

 

Si algo ha quedado claro a lo largo de los años es que Pedro Friedeberg no en un artista convencional. Podríamos empezar diciendo que es, siempre lo ha sido, un hombre con una imaginación desbordada, que desde los inicios de su carrera ha desafiado a la mediocridad y ha realizado, como buen surrealista, hazañas plásticas imposibles.

 La genialidad que tiene Friedeberg se puede definir, entre otras cosas, por la creación de un lenguaje propio lleno de reflexiones simbólicas que invitan al espectador a meterse emocionalmente en sus creaciones. A este artista le gusta transitar en terrenos complejos y usar la fantasía del ornamento para contar a través de su arte fragmentos del tiempo y de la belleza.  

 

Pedro Friedeberg es un poco mexicano y un poco italiano, este sincretismo le ha dado la bendita oportunidad de tomar cosas de los dos países y crear un universo único y asombroso lleno de líneas y colores en el que el simbolismo metafísico de las civilizaciones es el protagonista absoluto.

Una de las características más reveladoras de este artista es su faceta de escultor. En este rubro se ha destacado, entre otras cosas, por el uso persistente de las extremidades del cuerpo humano (manos, ojos y pies) a las que ha convertido en enormes objetos de culto. Un ejemplo de los anterior, es su célebre Mano-silla, una pieza reconocida y admirada en todo el mundo.

La Mano- silla es una escultura, y también una original pieza de diseño. Pedro Friedeberg la creó en 1962, y aunque en un inicio fue una broma interna con un amigo, más tarde fue reconocida por el mismo André Bretón como una soberbia pieza superrealista. Pronto, los coleccionistas de arte de todo el mundo, empezaron a pedir este este singular mueble y el concepto se empezó a hacer famoso en muchos lugares.

Con este inusual proyecto, Friedeberg se volvió el rey sin corona del arte mexicano y pronto conceptualizó su idea. Según comentó en una entrevista primero creó la mano derecha, y a esta pieza la título: Mano de Akhenatón en honor a un excéntrico faraón egipcio y años más tarde hizo la izquierda y la llamó la Mano de Baphomel por un demonio antiguo.

Esta escultura ha sido replicada en múltiples ocasiones, con algunas variaciones en su tamaño, color y material. Ahora, para el placer de los capitalinos la famosa Mano-silla está expuesta en la punta de un bello edificio ubicado en la calle Veracruz número 40 en la colonia Condesa.

Cabe destacar que además de la dorada escultura que yace imponente sobre una tienda, la galería Andrés Siegel Arte ha seleccionado parte de la obra de Pedro Friedeberg y tiene expuestos algunos magníficos cuadros del artista, para que los interesados los visiten y se metan en los pormenores de su trabajo.

De pronto, hay eventos de la ciudad que son imperdibles, y uno de ellos es la llegada de esta escultura al paisaje urbano de la capital mexicana. Una obra de arte que para verla, sólo hay que transitar por una calle.

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