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De cómo llegó el conejo a la luna según la mitología mesoamericana

conejo

Fue Quetzalcóatl quien inmortalizó la imagen de un conejo en el rostro de la luna.

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La palabra "mito" viene del griego "mythos", que quiere decir "relato" o "cuento". En realidad, se trata de una historia fabulosa, que a través de narraciones insólitas busca otorgarle una explicación o un sentido a las dádivas de la vida cotidiana, como los desastres naturales, características de la condición humana y hasta conejos incrustados en satélites.

Tal es el caso del mito del conejo de la luna, una hermosa y entrañable historia mesoamericana que explica cómo llegó este animalito a los cielos:

Hace algunos siglos, el dios Quetzalcóatl tomó la decisión de viajar por todo el mundo. Para que no lo reconocieran, cambió su aspecto de serpiente emplumada por el de un humano. Al llegar a la Tierra, caminó montañas y recorrió bosques. Al terminar la travesía, sintió cansancio y hambre, entonces optó por sentarse en una roca para descansar.

Era una noche de verano, donde una luna de color naranja parecía contemplar todo desde lo alto. El dios pensó que aquella era lo más precioso que había visto en su vida. Tiempo después, se dio cuenta de que junto a él estaba un conejo que lo miraba mientras masticaba algo de comida

– ¿Qué comes, lindo conejito.

– Hierba fresca. ¿Quieres un poco?

– Gracias, pero los humanos no comemos eso.

– ¿Y entonces qué comerás? Te ves cansado y con apetito?

– Tienes razón? Creo que si no encuentro comida moriré de hambre.

– Soy un pequeño conejo, pero si quiere puedes comerme para sobrevivir.

– Me emocionan tus palabras. Por eso a partir de hoy serás recordado para siempre. Te lo mereces por ser tan bondadoso.

Quetzalcóatl tomó al conejo y lo levantó tan alto que su figura quedó impresa en el semblante de la luna. Después lo bajó de nuevo hasta el suelo y el conejo pudo admirar su propia imagen en aquella perfecta noche.

– Pasarán los siglos y los hombres irán y vendrán. Pero ahí estará plasmado siempre tu recuerdo.

Así fue como la promesa del dios se cumplió, y desde entonces, cuando la luna está llena, brillante y redonda, se alcanza a asomar la silueta de un generoso conejo, que incólume se postra en el satélite natural que vigila todas las noches de la Tierra.

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