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Así lucía Teotihuacán antes de ser descubierta

teotihuacan

A principios del siglo XX, se erigían en este lugar unas montañas extrañas.

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No cabe duda de que Teotihuacán es una de las ciudades ancestrales más importantes de México. Se trata de un lugar que destaca por contar con dos pirámides, la del Sol y la de la Luna, y que estuvo habitada desde el año 100 a.C. hasta el 650 d.C. El sitio, que actualmente se constituye como uno arqueológico, se desdobla en un amplio terreno del centro de México, a 2,300 metros de altura y a aproximadamente 50 km de la capital.

Lo cierto es que se desconoce quiénes fueron sus habitantes y por qué abandonaron la ciudad hacia el siglo VII. Sin embargo, gracias a las numerosas investigaciones que se llevan a cabo constantemente, se sabe que Teotihuacán fue un imponente centro político, económico y cultural que impactó en toda Mesoamérica, pues contó con alrededor de 150,000 habitantes en un área de 20 kilómetros cuadrados.

El topónimo del sitio en realidad se le atribuye a los mexicas, quienes llegaron desde el norte al altiplano central durante el siglo XIV y descubrieron la metrópoli en ruinas. Fueron ellos quienes le otorgaron el nombre de "Teotihuacán", que quiere decir "lugar en el que fueron creados los dioses".

Ciertamente, el tiempo y la naturaleza se encargaron de ir cubriendo la ciudad, hasta el grado de pasar inadvertida como un área repleta de plantas y terrenos rocosos. Inclusive se dice que Hernán Cortés pasó por Teotihuacán, ignorando las montañas extrañas que adornaban el paraje. Lo mismo sucedió con las siguientes generaciones, no fue hasta finales del siglo XIX que surgieron las especulaciones de que debajo de aquellas formaciones podría haber estructuras creadas por humanos.

Leopoldo Batres, un pionero de la arqueología en México, fue el encargado de la misión para rescatar Teotihuacán. Batres era un miliciano de Porfirio Díaz, a quien le pidió más de medio millón de pesos de la época para reunir un grupo de gente y dar inicio a las excavaciones de la zona.

Si bien a este arqueólogo se le debe el descubrimiento de Teotihuacán, la verdad es que varios historiadores sostienen que durante los trabajos, Batres redujo siete metros de perímetro de la apabullante Pirámide del Sol. Muchos aseguran que las excavaciones que emplearon los trabajadores a su cargo fueron precarias, y que además, robó varios vestigios para quedárselos y/o venderlos. No obstante, el primer museo de Teotihuacán fue fundado por Leopoldo Batres, un recinto que permaneció abierto hasta 1964.

Tras los trabajos de exploración, excavación, restauración y conservación que se llevaron a cabo de 1905 a 1910, finalmente el sitio inauguró al público en el marco de las ostentosas celebraciones que Porfirio Díaz organizó para el centenario de la Independencia.

Desde entonces, Teotihuacán se posiciona como un maravilloso centro religioso y arquitectónico, y es que los simbolismos que enmarcan todas las estructuras arquitectónicas hablan de una extraordinaria civilización, que hasta el día de hoy nos asombra con cada descubrimiento que surge de sus entrañas.

Siempre resulta especialmente interesante y sugestivo cuando del suelo emergen este tipo de lugares sagrados, que fungen como materia de estudio perfecta para saber más acerca de las costumbres astronómicas, religiosas y sociales de aquellos indígenas que recorrieron lo que hoy se conoce como la Calzada de los Muertos, y es ahora un camino pisado por miles de empedernidos de la cultura prehispánica.

Fuente e imágenes: Ciudadanos en red.

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