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El legado de Leona Vicario o la guía para ser una mujer poco convencional

La historia de la mujer fuerte de la Independencia…

 

En la columna del Ángel de la Independencia viven los restos de una mujer que desafió con su tiempo y se atrevió a vivir exactamente cómo quería. Una mexicana que decidió dejar atrás su comodidad y saltó al vacío. Su nombre fue:  María de la Soledad Leona Vicario Fernández de San Salvador y nació en la Ciudad de México un día de 1789.

Desde muy pequeña Leona fue excepcionalmente inteligente. Aprendió a hablar y a leer antes que todos y quizá ese fue el motivo por el que sus papás le procuraron una educación ejemplar, algo poco usual para las mujeres a inicios del siglo XIX. Fue así como Leona creció interesada en la historia, la política y la pintura, arte que cultivó toda su vida.

Leona quedó huérfana a los 17 años y heredó una gran fortuna de sus padres. Para pasar el tiempo y porque sus inquietudes eran muchas, entró a trabajar al despacho de un tío que era abogado. Su pariente no sé fijo mucho en sus habilidades y preocupado por seguir las rígidas normas sociales y por su rebeldía la comprometió con un hombre mayor por el que Leona no sentía nada de nada.

Sin embargo, antes de consumar el matrimonio el destino puso en su camino a Andrés Quintana Roo un joven varonil, obsesionado con las ideas revolucionarias que apoyaba clandestinamente al cura Hidalgo. Leona se enamoró perdidamente de él, y desafiando lo "políticamente correcto" y el futuro prominente que le tenía planeado su tío, se escapó con su querido.

Cabe destacar que, el amor entre estos dos personajes fue muy importante para la Independencia. Según algunos biógrafos, en el otoño de 1812 Leona y Andrés se juraron lealtad eterna y cada uno siguió por su cuenta. Quintana Roo se fue a Michoacán a luchar con Ignacio López Rayón e intentar juntar un ejército para que luchar contra el Ejército Realista.

Vicario por su parte, se metió a un club llamado Los Guadalupe, una agrupación clandestina formada por criollos simpatizantes de la causa insurgente, en la que ella participó principalmente como espía debido a que su estatus de burguesa le permitía codearse con personas de la clase alta que en las fiestas y demás eventos sociales.  

En 1814 un sirviente interceptó su correspondencia con las fuerzas opositoras a España. Entones el gobierno la recluyó en el convento de Belén de las Mochas. Le quitaron todos sus bienes y la dejaron a cargo de las religiosas. Afortunadamente, gracias a su pericia y a un disfraz de negra, logró escapar de su encierro.

Luego de meses de estar oculta en la capital, Leona logró llegar al campamento de José María Morelos en Oaxaca, y ahí entre todos los héroes que todavía acompañan nuestra historia se casó con Quintana Roo, nunca más se separaron. Durante muchos años la pareja huyó por todo el país viviendo en condiciones precarias. De hecho, su primera hija en una cueva.

Una vez consumada la independencia en 1821, Leona regresó a la Ciudad de México. Como compensación por su lucha y por todas las propiedades que le quitaron, el nuevo gobierno le regaló dos casas en la capital y una hacienda Ocotepec, Hidalgo donde pasó los años de su vida escribiendo artículos y pintando cuadros.  

Leona Vicario murió en agosto 1842, pero su herencia persiste más allá del Ángel. Su legado se puede encontrar en los ojos las niñas que saben que nacieron para algo muy grande y sólo necesitan un par de papás de crean en ellas.

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