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Las fotografías, ¿Detonan empatía invitándonos a actuar o nos desensibilizan?

Hasta ahora, la pregunta ha sido: ¿una fotografía nos hace actuar, o entumece nuestros sentidos? Esta pregunta puede ser demasiado brusca pues la fotografía funciona en ambos sentidos. La foto no es ni la respuesta ni el obstáculo para nuestra capacidad de simpatizar a través de la distancia. La cámara brinda sensación y poder emocional, pero la visión viene de contemplar la fotografía como una imagen hecha por eventos, y los vínculos que encadenan al suceso y al espectador en una narrativa compartida. La distancia entre ellos está conectada por actos pequeños y olvidados como la escenificación, rodaje, edición, selección, subtitulación, circulación y hacer extranjeros visibles entre sí.

Estas prácticas cotidianas de convertir las fotografías en historias que conectan al espectador con los sucesos no pueden disolver la ambigüedad moral, pero su comprensión ayuda a convertir al espectador pasivo en un testigo más activo.

Mathew Brady, el gran fotógrafo estadounidense del siglo XIX, dijo: “La cámara es el ojo de la historia.” El poder del ojo fotográfico hace visible la aldea global, elimina la distancia y acerca a los extraños inconexos. Brady logró su reconocimiento fotografiando la masacre de la guerra civil americana. Lo supiera o no, estaba ayudando a inaugurar una relación duradera e íntima entre la tragedia y la fotografía. Para empezar, los cañones de la época y las cámaras compartían una paternidad tecnológica: evolucionaron a partir de máquinas torpes que requerían una recarga compleja en dispositivos altamente móviles, precisos y repetitivos. Ambos disparan. Durante más de un siglo en periódicos y revistas, en exhibiciones y en las ceremonias del Premio Pulitzer, las fotografías y la tragedia han ido juntas, herramientas de los periodistas que buscan la verdad.

Todos hemos oído que una muerte es una tragedia y un millón de muertes una estadística. Para percibir la tragedia, tenemos que ver a una persona (o, aparentemente, a un animal) como individuo. Los psicólogos llaman a esto el “efecto de víctima identificable”. Y una de las formas más seguras de ver a alguien como un individuo es el poder observarlos como entidades independientes y afines.

Foto: Germán Canseco

Los profesionales de la empatía saben bien sobre el efecto de la víctima identificable, incluso si no usan el término. Children International, por ejemplo, ha pedido a los donantes que patrocinen a los niños; los jóvenes reciben dinero para pagar cosas como la atención médica, mientras que los donantes obtienen conexiones con los niños a quienes ayudan, incluyendo una fotografía a color enviada cada año. Muchas otras organizaciones sin fines de lucro reconocen y aprovechan el hecho de que la mente está muy orientada a responder a una sola persona necesitada.

Foto: Miguel Dimaguya

En un estudio de 2013, psicólogos estudiaron a voluntarios en un escáner de fMRI y observaron cómo tomaban decisiones sobre donar dinero a huérfanos necesitados. Encontraron que los sujetos eligieron donar más cuando vieron una fotografía del huérfano que si descubrieran su nombre pero sin ver ninguna imagen. Los investigadores descubrieron que la extra generosidad parecía atribuible al aumento de la actividad en el núcleo accumbens, una región del cerebro asociada con el placer y la recompensa. El estudio sugiere que las imágenes pueden tener un poder especial para generar el efecto de víctima identificable al activar la excitación positiva en el cerebro.

Por supuesto, ese poder viene con inconvenientes. Las fotografías son atesoradas por su capacidad de mostrarnos el mundo, pero también son notorias por su capacidad de engañar. Pueden quitar el contexto de historias intricadas, reducir problemas complicados a momentos icónicos, y manipular nuestras emociones usando caras carismáticas. Al apretar el mundo en dos dimensiones, puede ocultar su profundidad. La ciencia está ayudando a explicar por qué las fotografías son tan poderosas, pero no ofrece mucha ayuda en cómo usar ese poder de manera responsable. Corresponde a nosotros utilizar bien las imágenes.

Voluntarios ayudan a remover escombros en la colonia Condesa. Foto: Alejandro Saldívar

Es tentador esperar que podamos aprovechar y magnificar el efecto de víctima identificable para convertir a todos en santos desinteresados, profundamente empáticos con todas las personas necesitadas. Pero la atención humana es limitada y voluble. Muchos grupos caritativos ya están usando imágenes de niños para maximizar el impacto. Parece que puede haber un número limitado de eventos noticiosos con gran potencial viral, donde la difícil situación por la que pasan los individuos atrae nuestros ojos a temas más grandes como los refugiados de la zona de guerra, las víctimas de abuso, las especies en peligro de extinción o los sobrevivientes del sismo del 19 de septiembre en la CDMX.

Pero en esas ocasiones, hay potencial para que la empatía crezca.

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