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Sobre la joya geométrica que flota en medio de Bosques de las Lomas

Entre puentes, escaleras y muros, el arquitecto vive, labora y se inspira para futuros proyectos.

 

Agustín Hernández Navarro es un connotado arquitecto mexicano que este 2017 cumplió 93 años. Es egresado de la Escuela Nacional de Arquitectura, institución de la que se tituló en 1954. Su estilo muchas veces es catalogado como arquitectura emocional, al ser tan atrevida, innovadora y original. Es un hecho que el arquitecto busca incorporar en sus creaciones la cultura local y la modernidad.

En ocasiones sus estructuras develan su admiración por la arqueología, como lo es el caso del Heroico Colegio Militar. Otras veces, su visión futurista se hace presente en las casas que realiza. Para Agustín Hernández, el concepto de casa es una abstracción de espacios interrelacionados en los que se puede vivir; un lugar de necesidades donde impera el bienestar y la comunidad del ser humano.

Bajo esta premisa, su casa y taller destaca de entre todas sus obras. Se trata de una edificación extraña pero al mismo tiempo hermosa, que parece emerger del suelo en la colonia Bosques de Lomas.

 

 

Cabe mencionar, que la construcción data de 1975, y continúa llamando por su ubicación y excéntrico diseño. De primera instancia, pareciera un monumento simbólico que funge como mero adorno. Pero al acercarse, se pueden apreciar las ventanas, puertas, puentes y escaleras que componen esta plausible obra.

Agustín Hernández jugó con la geometría y la gravedad, dos cualidades propias del arte escultórico. Y es que eso es la casa del arquitecto: una escultura habitable.

Cabe mencionar, que este espacio está inspirado en las palapas de los lugareños de Acapulco, esas que están elaboradas a base de tensión y compresión. Para la casa de Hernández, se utilizaron realizaron cuatro prismas de hormigón con agregados de mármol (dos a compresión y dos a presión). De esta forma, se logra un equilibrio que además de estético, resulta estructural.

 

 

 

El volumen de la casa nace gracias a la relación entre cuatro elementos en forma de T, que giran a 60° desde una línea horizontal y se incrustan al sólido que funciona como elemento central. Se trata de un cálculo tan preciso, que aunque parezca que está por caerse, nunca lo hará por su equilibrio tan pensado.  

El acceso al taller es por la parte superior, por medio de un puente que deja ver la naturaleza que envuelve al complejo. Ya dentro, el recorrido continúa por una escalera de espiral hecha con peldaños metálicos. También se puede admirar la luz natural que penetra por las tantas ventanas que yacen en los muros.

 

 

 

Este proyecto, que fusiona geometría, funcionalidad, escultura y poética, es sin duda una de las joyas arquitectónicas más valiosas de la Ciudad de México. Conviene pasearse por la zona de Bosques, al menos para divisar desde fuera la casa que desafía la gravedad y rompe todos los paradigmas.

 

 


Fuente e imágenes: Archdaily.

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