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Mitos y realidades alrededor del Día de San Valentín

Más allá de la evidente carga de mercadotecnia y consumismo que implica el Día de San Valentín en la época actual, de ser una oportunidad para expresar con flores y regalos el amor que sentimos por otras personas, resulta interesante replantear su origen y desempolvar la leyenda del santo que le da nombre, el patrón de los enamorados.

El 14 de febrero es el onomástico (día designado a un santo cristiano) de San Valentín, o Valentinus, santo romano que según expertos puede referirse a más de un personaje (pues hubo muchos Valentines que fueron santos en la antigua Roma), y que según diversas leyendas fue un mártir apresado en por celebrar bodas de soldados que tenían prohibido el matrimonio y de cristianos perseguidos por las autoridades del Imperio Romano; según otras versiones, Valentín fue encarcelado por ayudar a cristianos perseguidos. Algunas versiones cuentan que, una vez en prisión, el santo curó a la hija de su carcelero, Asteruis, quien habría de convertirse a la religión cristiana posteriormente.

La celebración del Día de San Valentín como una ocasión para mostrar el amor por otra persona floreció, siempre con una fuerte carga religiosa, en la Inglaterra Medieval y se extendió por el resto de Europa, en la misma época que el amor cortés. Posteriormente, en la Inglaterra del siglo XVIII, se extendió la costumbre de mandar flores, dulces o tarjetas dibujadas y escritas a mano (en ocasiones con poemas originales escritos por el remitente), conocidas como valentines.

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El origen del Día de San Valentín tiene algunas historias muy sangrientas asociadas con él. Muchos creen que fijar el 14 de febrero como fecha para la fiesta de San Valentín fue un intento de ‘cristianizar’ la fiesta pagana de la fertilidad de Lupercalia, dedicada al dios romano de la agricultura, Fauno, y a los fundadores de Roma: Rómulo y Remo.

Para celebrar la Lupercalia del 13 al 15 de febrero, los miembros de la orden de sacerdotes romanos llamados ‘Luperci’ se reunieron en la cueva sagrada donde se suponía que Rómulo y Remo habían sido atendidos por la loba. Luego, los sacerdotes sacrificaban un perro para la purificación y una cabra para la fertilidad.

Luego, la piel de cabra se cortaba en tiras, se bebía a sorbos con sangre de sacrificio y se la llevaba a las calles para abofetear a las mujeres y a los campos de cultivo para mejorar su fertilidad. Aunque los hombres estaban medio desnudos y corriendo por las calles, las mujeres dieron la bienvenida a este acto según las creencias de la época y de hecho se alinearon para lo mismo.

Fue en los países angloparlantes de América, durante el siglo XIX y XX, donde esta celebración se instauró como el día del amor romántico y dejó a un lado su fuerte carga cristiana (para extenderse a países de todo el mundo con fechas variables y distintos nombres). Pero es importante recordar que en el pasado, esta festividad está conectada con muchos otros sucesos. Por ejemplo, en los países escandinavos es precisamente durante estas fechas que las aves se aparean, tal vez por eso es que la simbología de las aves ha ilustrado el Día de San Valentín en muchos de los lugares donde se celebra. El 14 de febrero también se relaciona, en varias culturas occidentales, con el advenimiento de la primavera.

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A pesar de los diversos sucesos que dieron origen a la celebración del Día de San Valentín, y pese a la banalidad y evidente motivación económica con la que se vive en la mayoría de los casos, esta ocasión podría suponer el precioso recordatorio de uno de los sentimientos humanos más luminosos, y de un hombre que vivió hace muchísimos años y que protegió a los necesitados.

Twitter de la autora: @imissmaria

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