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6 claves para entender la asombrosa cosmovisión del mundo azteca

La cosmovisión azteca es uno de los legados más profundos de nuestros ancestros.

 

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Los aztecas entienden por “naturaleza” una vasta entidad conectada con poderes y seres sobrehumanos, manifestándose en innumerables aspectos del mundo circundante y un paisaje sagrado. Para los aztecas, de hecho, la Tierra misma, bien puede ser un gran ser vivo o un caimán monstruoso, mientras que los cerros se conciben como vasijas que contienen aguas subterráneas, con cuevas como entrada sagrada.

Comprender todo esto más los mitos de la creación y el origen de la vida, puede ser una actividad complicada en donde se entrelazan historias, temas e interacciones  de fuerzas cósmicas vivientes. Es por eso, que aquí te dejamos seis claves para comprender la cosmovisión azteca:

 

Tierra sagrada

 

 

Los relatos narrativos de la tradición azteca siempre están ligadas a la tierra, y para ejemplo hay que referirse a la creación del hombre y de la vida, que tuvo lugar en las entrañas subterráneas de la tierra. La Gran Tenochtitlan se estableció en una pequeña isla en el lago de Texcoco durante el siglo XIV, y se expandió hasta convertirse en una metrópoli gigantesca que absorbió a Tlatelolco en la isla vecina, con ciudades-estado aliadas en las costas, y se manifestó como el centro de un imperio impresionante que ya se extendía de costa a costa a principios de los años. siglo dieciseis.

 

Adivinación y calendario

 

 

La vida comunitaria y la construcción de la sociedad azteca, estuvo entrelazada con creencias religiosas y cosmológicas. Los mexicas creían que otros mundos habían existido antes de este “quinto sol”. Las complejas estrategias rituales en todos los niveles de la sociedad tenían que salvaguardar la vida en todas sus formas de los acechantes peligros del caos y la destrucción. La adivinación, la astrología y la interpretación general de los presagios eran medios importantes para ser advertidos de posibles peligros inminentes.

 

Tradición religiosa

 

 

El enorme panteón de poderes divinos o dioses (teotl) cubre todos los aspectos de las fuerzas cósmicas y los poderes de la naturaleza. Algunas cubren un aspecto especial como el dios de la lluvia, Tlaloc, y otros cumplen funciones específicas como Yacatecutli, el “Señor al frente”, venerado por los comerciantes errantes. En algunos casos, la fuente más alta de vida parece trascender el panteón politeísta tiene o es dual como en el caso de Ometecutli Omeciuatl, “Señor y Señora de la Dualidad”, que denota la base última de la vida y el crecimiento.

 

Inestabilidad del cosmos

 

 

Dado que el orden cósmico es “inestable”, según la cosmovisión azteca, el hombre debe preservar y salvaguardar este cosmos y sus fuerzas que sustentan la vida mediante la práctica ritual continua. Una representación obvia y mundial de las fuerzas naturales de la vida es la sangre, y este punto de vista es muy dominante y consecuente en el caso azteca.

 

Estabilidad del cosmos mediante la naturaleza

 

 

Las diferentes formas de vegetación, así como sus representaciones divinas, tenían un estatus prominente en el ritual. Así que varias plantas importantes fueron personificadas con representaciones divinas masculinas y femeninas. Cultivadas en abundancia y sirviendo como una donación ritual común, las flores no solo eran sinónimo de “alegría”, sino también de “canciones”.

 

Inframundo y la muerte en Tenochtitlan

 

 

Según la cosmología azteca, todos los muertos “normales”, incluso los grandes reyes, tenían que ir a Mictlán, un lugar subterráneo de una vida después de la muerte poco atractiva con rasgos oscuros y bastante aterradores. Las palabras de Nezahualcóyotl siempre lo recuerdan: "¿Realmente “vivimos” en la tierra? Aunque sea de jade se aplasta, incluso el oro se rompe, ah, las plumas de quetzal se agrietan. No para siempre en esta tierra…"

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