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Para finales del siglo XVIII, podemos considerar a la Ciudad de México como la urbe más poblada de todo el continente americano, sus habitantes y visitantes, que rondaron entre 150,000 y 200,000 personas, necesitaron una cantidad extraordinaria de productos para satisfacer sus necesidades más básicas, entre las que destaca la comida.
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— Castillo de Chapultepec,Museo Nacional de Historia (@Museodehistoria) October 15, 2018
Por lo general, la población más pobre se dirigía a los múltiples mercados de la ciudad para comprar sus alimentos y luego prepararlos en sus casas, pocas veces se detenían a comprar comida en los puestos callejeros, pues, sus ingresos no se los permitía.
Dichas personas preparaban sus alimentos en fogones y braseros que empleaban carbón y leña para funcionar, estás cocinas tenían la característica de ser móviles y podían instalarse en un cuarto, un patio o a fuera de las viviendas, por lo que la cocina del hogar era la misma utilizada en los puestos de comida callejera.
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— Museo de América (@MuseoDeAmerica) February 19, 2020
Los clientes regulares de los puestos de comida callejeros de la Ciudad de México a finales del siglo XVIII fueron los trabajadores, en especial los que no contaban con una vivienda en la ciudad, es decir, aquellos que vivían a los alrededores de la ciudad y tenían que trasladarse la urbe todos los días para desempeñar sus labores.
Es importante señalar que los mendigos y vagabundos, personas con mínimos ingresos, fueron una excepción en lo que respecta a los clientes habituales de los puestos callejeros, pues, con lo que recibían de limosna en un día, medio o un real, podían comer sin preocupaciones.
Los productos ofrecidos por los puestos callejeros a sus clientes fueron muy variados y tenían precios muy accesibles: tamales, atoles, bizcochos corrientes, chiles rellenos, moronga, menudo, entomatadas de cerdo, mole colorado, piltrafa de tripas, nenepile, manitas de puerco y cuajar de res.
Primer mole rojo de Teloloapan, Guerrero que preparo acá ? pic.twitter.com/fL1NVz7hvU
— Jorge L. Melo (@JorglMelo) March 11, 2021
Todos los alimentos iban acompañados o se servían en una tortilla, por ejemplo: el nenepil, fue el platillo más barato que se podía encontrar en los puestos callejeros, elaborado de las menudencias del toro y el carnero, para su venta se colocaba sobre una tortilla, aderezándolo con la tradicional salsa de chile, cilantro y cebolla picada.
Que desilusión debe ser para un Azteca, pedir un taco de nenepil y que no sea de lengua ?? pic.twitter.com/tBN9xFuauy
— Eddy McFly (@Edgar_Galvanz) April 13, 2019
Al finalizar el siglo XVIII, las ideas ilustradas se afianzaron fuertemente en una parte de la élite novohispana, que vio con malos ojos este tipo de puestos callejeros en la ciudad que consideraban vulgar y buscaron reglamentarlo, sin mucho éxito los puestos fueron y son parte esencial de la ciudad.
Para conocer más sobre la alimentación de los habitantes de la Ciudad de México en el periodo novohispano se recomienda los trabajos de Enriqueta Quiroz.
Autor: Nuevo Adicto
Foto de Portada: El Universal
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La sandía, la representación misma de la frescura, salió del desierto del Kalahari para llegar a España y luego arribar a la tierra azteca por ahí del siglo XVII, desde entonces, se ha consumido en México con singular alegría y hasta en su versión amarilla.
Algunos agricultores afirman que la sandía amarilla surge de manera natural. Una de las teorías es que se debe al tipo de mineralización de la tierra en la que siembra, otra es, que esta coloración se debe a una polinización natural que combinó propiedades de la calabaza y la sandía.
Tampoco se trata de una especie diferente a la roja, se trata sólo del cambio en su pigmentación a causa de la presencia de carotenoides durante el proceso de la fotosíntesis.
Y son precisamente los carotenoides los que le dan el color amarillo a la sandía, el pigmento que además indica otros cambios que no vemos a simple vista, por ejemplo, la alta concentración en citrulina, un aminoácido vasodilatador.
Así como su versión colorada, la sandía amarilla es muy buen para hidratarnos, pero ésta suculenta versión que dicen es más dulce, aporta muchos otros beneficios a nuestro organismo, como la alta cantidad de calcio.
Además de repetir las vitaminas A y C que tiene la sandía roja, pero con mayor concentración, también es aporta una generosa cantidad de hierro, que apoya la recuperación de la anemia y otras enfermedades.
Sus aminoácidos son ideales para combatir la hipertensión y la diabetes. Lo último que sabe de sus aportaciones a la salud es que los carotenoides previenen las enfermedades degenerativas de los ojos ¡cuántos hubiéramos querido saber esto antes!
Afortunadamente para nosotros la sandía amarilla se cultiva en México durante todo el año, pero tampoco es que sea fácil de conseguir. Si te mueres por probarla la puedes adquirir en línea o en la Central de Abastos por medio de sus servicios a distancia.
Dónde: Central de Abastos de la CDMX
Cuando: Todo el año
Cuánto: $99 pesos
Foto destacada Amifruit
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Originario de Etiopia, el café llegó a México durante el siglo XVIII por el puerto de Veracruz, hay quienes creen que proveniente de Cuba a finales del año 1700, desde entonces tomó un lugar importante en nuestra historia.
México es el primer productor mundial de café orgánico, los estados con mayor producción son Chiapas, Veracruz, Puebla, Oaxaca y Guerrero, pero en total hay 14 estado productores de un café que muchos ya quisieran.
Por ser un clásico que existe en todo el mundo, es muy difícil renovarlo o resignificarlo, pero no para las Adelitas, que durante la Revolución Mexicana le dieron otro nivel a una bebida que ya sola es muy aromática.
Las Adelitas o soldaderas participaron en el desarrollo de la Revolución Mexicana, incluso hicieron un llamado a las armas antes que le mismo Madero. Mujeres de todas las edades, acompañaban a los regimientos para hacer de soldados, enfermeras y abastecer de alimentos a los campamentos.
Los regimientos andaban para todos lados, viajando en caravanas, a caballo y a pie, cargar únicamente con lo necesario era una obligación y por supuesto, había artículos de cocina indispensables, como las ollas de barro.
De entre los alimentos, el indispensable era el café, que servía para avispar las mentes de hombres y niños, la leche suponía un lujo. Por las condiciones en las que viajaban el café lo cargaban en grano entero dando como resultado un café bastante insípido.
Bajo el ingenio de las adelitas el café se reinventó bajo el nombre que le da vida "café de olla" y que todavía hoy es un clásico de las reuniones familiares, de las frías mañanas de campamento o de las tardes de soledad en las que necesitamos conformarnos.
Originalmente el café de olla consiste en la infusión del grano del café con canela el cual se endulza con piloncillo, pero con el tiempo han surgido nuevas recetas que parten de los ingredientes básicos.
Para prepararlo se necesita una olla preferentemente de barro, en la cual se pone a hervir 1 litro de agua, cuando entra en ebullición se agrega una rajita de canela, 200 gramos de piloncillo y un clavo de olor, cuando el piloncillo se deshace por completo viene el café.
Aquí viene el truco. Si se agrega café muy molido se obtendrá una bebida amarga que dominará el olor y el sabor, el punto es agregar en paño o en un infusionador, café de molido tosco o para prensa francesa.
El fuego se apaga y se deja reposar 10 minutos, si quiere uno ponerse gourmet se puede agregar anís estrella y ralladura de naranja. De ser posible se sirve en tarro de barro y se acompaña tradicionalmente con algún pan o galleta para remojar.
Dónde: sobre todo en el centro del país
Cuando: todo el año
Cuánto: entre $12 y 15 $pesos por taza
Foto destacada El rincón de Sarita
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No se sabe mucho del origen de los peneques, lo único cierto es que sólo los encuentras en el valle de México y que ni todos sus pobladores los han probado, todo parece indicar que este digno representante del maíz está por desaparecer.
Se dice que el primer registro de los peneques se halló en un recetario del siglo XIX, pero los expertos indican que su referencia más certera se encuentra en los mercados públicos desde 1831 y documentado hasta 1888.
Así como se narran las leyendas urbanas, se cuenta que los peneque son un derivado de los tlacoyos que se vendían en la calle, éstos que no tenían muy buena calidad en su relleno sí lo eran en su masa, así que muchas señoras, los compraban para cambiar el relleno en casa.
Y así nació este antojito muy casero, pero a la vez muy de la calle por sólo poderse adquirir en los tianguis.
Los peneques se elaboran haciendo una tortilla ovala de 10 cm de largo, sólo se cuece de un lado para doblarla rápidamente por la mitad y cerrarla casi por completo.
Por su forma parece como una quesadilla cerrada como una ostra, la diferencia es que el peneque así es sólo la materia prima de todo un platillo que expone a los sabores más sabrosos de los hogares de la gran urbe.
Los peneques se compran por docena y se llevan a casa para ser "enchulados". Por la pequeña abertura que tienen se mete el relleno que uno quiera, la imaginación es el límite, aunque el relleno clásico es el queso fresco o porque no, un gouda.
Carne molida, frijoles refritos con queso canasto o ese "poquito de guisado" que sobra en el refrigerador son el corazón del peneque que después será capeado y frito, para lo cual se requiere mucha maestría pues se puede salir el guisado.
Al peneque lo debe acompañar una salsa, casi siempre va con caldillo rojo, a este se le puede agregar más sabor con un chile morita, pero si incluso hay quienes hacen peneques rellenos de nopal y los bañan con salsa verde.
Crema, queso rallado, cebolla y cilantro finamente picados son opcionales, los frijoles y el arroz son imprescindibles para completar este platillo fuerte de medio día, que para las abuelitas era un clásico de la Semana Santa.
Actualmente sólo se pueden encontrar en los puestos de tianguis y mercados donde venden tlacoyos y sopes para preparar en casa, si te llevas bien con la comerciante puedes llevarle queso Oaxaca para que los rellene.
Dónde: tianguis y mercados de la CDMX
Cuando: todo el año
Cuánto: $30 pesos la docena.
Foto Destacada Cocina con Yoli
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Tan solo en México tenemos 64 tipos de razas de maíz que van del rojizo al morado, al azul casi negro, amarillo, rosáceos, blancuzcos y cada uno de ellos es hermoso; no obstante, y sin demeritarlos, existe hoy una mazorca que destaca por su belleza.
La Gema de Cristal (Glass Gem Corn) es una mazorca con granos de colores traslúcidos que presenta toda la paleta de colores posibles en el maíz, desarrollada por Carl Barnes un agricultor descendiente de cherokees.
El señor Barnes es además un fitomejorador, es decir, se dedica a mejorar las plantas cruzando distintas variedades de una misma especie para mejorar sus características genéticas, obteniendo así plantas más resistentes y productivas.
A través de su abuelo, un indígena cherokee, Carl pudo conocer a profundidad diversas variedades ancestrales de maíz desde donde empezó a generar mazorcas tipo arcoíris obtenidas en 1980 con el cruce de la miniatura Pawnee y dos variedades de Osage.
Fue hasta 1994 que el maíz arcoíris se presentó en una exhibición agrícola, ahí Carl conoció a Greg Schoen, con quien empezó a compartir sus semillas. Greg comenzó a cultivarlo y mezclarlo con algunas otras variedades obtenido cada año cepas de colores más brillantes y distintos patrones.
Así nacieron circus colors, true rainbow, deep blue y finalmente Glass Glem en 2007, una variedad azul-verde y rosa-púrpura. Un par de años después Schoen resguardó sus semillas con Bill McDorman, Director Ejecutivo de "Native Seeds/SEARCH".
"Native Seeds/SEARCH" es una organización que funciona como un banco de semillas donde se resguardan más de 2000 variedades de semillas raras adaptadas a suelos semiáridos del suroeste de Estados Unidos y el norte de México.
Carl Barnes, quien comenzó este viaje genético hasta al maíz Gema de Cristal, legó su colección a Native Seeds para consolidar la recuperación de los cultivos tradicionales indígenas de Estados Unidos.
En 2012 una foto de esta mazorca se hizo viral en internet lanzando a la fama y la gran comercialización esta maravillosa muestra que hoy se cultiva y comercializa como ornamental, para hacer palomitas y harina para tortillas.
Dónde: Las mazorcas se venden en línea y las semillas puedes conseguirlas aquí.
Cuando: sólo se siembra en primavera
Cuánto: una mazorca puede costar hasta $80 pesos
Foto destacada @Curiotweet1