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Tlacaxipehualixtli o la celebración de la primavera entre los mexicas

La celebración de la primavera entre los mexicas

Autor: Nuevo Adicto.

 

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Las sociedades mesoamericanas, en general, llevaron un registro muy exacto de los fenómenos astronómicos, muchas de sus edificaciones estaban consagradas a observar los astros y de esta forma poder calcular los tiempos de sembrar y cosechar los diferentes productos necesarios para su subsistencia.

En el mes que ahora llamamos marzo y que entre los mexicas se conocía con el nombre de Tlacaxipehualixtli, tenían lugar varias ceremonias religiosas para anunciar el renacimiento de la naturaleza.

 

 

Las celebraciones estaban dedicadas a Xipe Tótec (Nuestro Señor Desollado), dios de lo que ahora consideramos la primavera, pues, en marzo se comenzaban a preparar los campos para iniciar la siembra de temporal que se recogía en los meses de octubre y noviembre.

Los festejos tenían lugar del 5 al 24 de marzo y los ritos principales eran los sacrificios, en especial los dos últimos días de la celebración que coincidían prácticamente con el inicio de la primavera.

 

 

 

Los primeros días se hacía un martirio de los guerreros que habían sido capturados en batallas. Se usaba un arma de obsidiana para extraer su corazón, en la piedra situada en la parte alta de las escalinatas, a la entrada del templo, al morir el guerrero, los sacerdotes se disponían a desollarlo.

Los sacerdotes se confeccionaban una especie de capa con la piel que utilizaban los casi 20 días de festejos. Lo que quedaba de los guerreros inmolados se arrojaba a los asistentes, que frenéticos y llenos de fe, se arrojaban para conseguir un pedazo, que luego cocían con granos de maíz y chile, guiso que en nuestros tiempos conocemos como pozole.

 

 

 

Los últimos dos días se realizaba el gran evento llamado temalacatl, el cual consistía en enfrentar al mejor guerrero, capturado en el año pasado, con objetos de papel y plumas, en contra de los cuatro guerreros más fuertes de México-Tenochtitlán, que portaban escudos y armas de obsidiana, de esta forma se aseguraban de tener una buena cosecha.

 

Bibliografía: Delgadillo Torres, Rosalba, El equinoccio de primavera: mitos y realidades. México, UAM, 2008, p. 57-62.

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