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El día que un iztacalquense le salvó la vida a Benito Juárez

Cuando Félix Zuloaga mandó aprehender a Juárez, un hombre lo escondió en su trajinera para salvarlo.

Hacia 1857, en un poblado llamado Santa Anita Zacatlalmanco Huéhuetl, perteneciente al entonces pueblo de Iztacalco, vivía un señor de nombre Blas Caporal. Este hombre era conocido por todos los vecinos que habitaban el paraje, pues además de cultivar sus chinampas, se dedicaba a vender carbón en su trajinera por toda la Ciudad de México.

Durante esta época, México atravesaba la lucha entre liberales y conservadores. En buena parte, este confortamiento fue suscitado por el afamado Plan de Tacubaya, un pronunciamiento de los conservadores que le daba al entonces presidente, Ignacio Comonfort, soberanía absoluta. Este alzamiento, representado por el general Félix María Zuloaga, pretendía abolir la Constitución de 1857.

Sin embargo, tras el autogolpe de estado de Ignacio Comonfort a principios de 1858, Benito Juárez se convirtió en Presidente de la República por primera vez, pues al ser Presidente de la Suprema Corte de Justicia, por Ministerio de Ley, debía quedarse a cargo del país, ya que era el Vicepresidente de México.

Pero Félix María Zuloaga fue declarado también presidente por los conservadores. Por este motivo, Juárez llevó lo que se conoce como un gobierno itinerante, al ser perseguido por el ejército federal que apoyaba a Zuloaga.

Los esbirros del conservador buscaban por toda la ciudad a Juárez, pues contaban con órdenes de aprehenderlo. La madrugada del 22 de enero de 1858, Don Benito Juárez estaba escondido en un comercio del Callejón de la Pulquería (hoy calle de la Soledad) junto con Francisco Zarco, José María de la Fragua y José M.C. de Velasco. El lugar era propiedad de un hombre llamado Tranquilino Vázquez, quien le advirtió a Juárez que los conservadores ya se encontraban cerca. No obstante, había una posibilidad de escapar, pues pronto llegaría Blas Caporal a surtirle carbón.

En cuanto el iztacalquense arribó a la tienda le informaron de la situación, y sigiloso descargó los costales de carbón. Mientras esto sucedía, Juárez y sus acompañantes ingresaron a la trajinera del señor Blas y se acostaron. Caporal los cubrió rápidamente con los costales vacíos y surcó las aguas.

Más adelante, le ordenaron a Blas que parara su trajinera. Y es que había órdenes en los canales de revisar todo paso, porque se sabía que Juárez estaba escondido por la zona. Por suerte, los responsables de este cometido reconocieron de inmediato a Blas, el carbonero, y lo dejaron pasar sin problemas.

Como éste conocía a la perfección los canales de la ciudad, supo cuáles transitar y cuáles evitar, para que nadie descubriera su peculiar carga. Navegó por los caminos menos transcurridos, hasta llegar al Canal de la Viga. De ahí llevó su canoa al pueblo de Culhuacán, donde el fray Juan Osorno esperaba a Juárez y a los demás hombres para esconderlos en su convento.

Fue así como el carbonero, que todos conocían y en quien todos confiaban, y que posteriormente se convirtió en presidente municipal de Iztacalco, logró salvarle la vida a Benito Juárez, el Benemérito de las Américas que todo mexicano recuerda con orgullo al escuchar la frase "Entre los individuos, como en las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz".

Fuente: Francisco Cázares Alvarado.

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