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El Huipil de la Malinche, una prenda de plumas que ahora es un tesoro histórico

El huipil es una pieza que democratizó las prendas de vestir.

 

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El huipil es la prenda de vestir que más conocemos dentro de la vestimenta de los pueblos originarios y que, aún con el paso de los años, se conserva casi intacta en su diseño.

Su nombre proviene del náhuatl huipilli que significa blusa adornada.

 

 

El huipil es fácil de elaborar, por tratarse de dos piezas rectangulares idénticas cosidas por los lados -dejando espacio para brazos y cabeza-, toma una singular elegancia y belleza por sus bordados, mismos que toman diferentes significados.

La prenda no era de uso común en el México prehispánico, sólo clases altas lo utilizaban. Con la llegada del catolicismo y sus normas sociales, el uso del huipil se extendió a toda la población para cubrir, sobre todo, el pecho de las mujeres.

 

 

Todavía en nuestros días, el uso del huipil forma parte de las comunidades, no solo como una prenda especial para celebraciones, sino como uso del día en día, por esta razón es difícil encontrar piezas antiguas.

El nombrado "Huipil de la Malinche" se trata de una prenda del siglo XVIII que tomó ese nombre por ser muy parecido al que se encuentra en las imágenes de los códices como el Lienzo de Tlaxcala y el Florentino.

 

 

La similitud se encuentra en el bordado que consta de una hermosa águila bicéfala al frente, y en la parte inferior, complejos bordados de guajolotes, guías, rombos. Los estudios que le fueron realizados lo ubican entre los años 1770 y 1800.

Elaborado en textiles de plumas de ave hiladas, la llamada técnica plumaria de la época prehispánica que casi ha desaparecido, el huipil forma parte del Fondo Reservado del Acervo de Etnografía del Museo Nacional de Historia.

 

 

En todo el mundo sólo se conservan cinco piezas elaboradas de esta manera, este huipil es una de esas piezas y se destaca por haber sido elaborado en telar de cintura con dos tipos de algodón y bordado con plumas, hilos de oro y cera.

Foto destacada El Economista

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