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La increíble historia del espía de guerra y arqueólogo que reconstruyó Chichén Itzá

Foto destacada: Alchetron

Arqueólogo, epigrafista, destacado traductor e investigador que espiaba el sureste mexicano: así fue Sylvanus Morley.

 

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El arqueólogo y epigrafista estadounidense Sylvanus Griswold Morley, fue un reconocido estudioso de la civilización maya a principios del siglo XX. Dirigió excavaciones en Chichén Itzá y publicó varias compilaciones y tratados sobre escritura jeroglífica maya, además de relatos populares sobre los mayas.

Sus contemporáneos le llamaban “Vay” Morley, y aunque los desarrollos más recientes en la arqueología han dejado atrás varias de sus teorías y trabajos, todavía se citan sus publicaciones sobre inscripciones calendáricas. Sobre todo es reconocido en nuestro país debido a que Morley realizó espionaje en México en nombre de los Estados Unidos durante la Primera Guerra Mundial.

 

 

 

Morley llegó a México en 1914 para dirigir un proyecto en Yucatán y diez años más tarde en Chichén Itzá. Aunque realizó varias expediciones en México y América Central en nombre de la Institución Carnegie, una institución que auspiciaba varios de sus viajes, proyectos e investigaciones antropológicas en México y América.

 

 

¿Qué hay del trabajo de espionaje?

 

 

Durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Morley recopiló inteligencia e informó sobre los movimientos de los operativos alemanes en la región, información en la que el gobierno de los EE. UU. Según investigaciones, Morley fue uno de varios agentes de la ONI que trabajaban en la región con el pretexto de realizar investigaciones académicas.

Su misión era buscar evidencia de agitación pro-alemana y anti-estadounidense en la región de México-Centroamérica, además de buscar un supuesto submarino alemán secreto. Así que el trabajo arqueológico de Morley proporcionó una excusa lista para viajar por el campo armado con equipo fotográfico, y él mismo viajó más de 3200 km a lo largo de las costas de América Central en busca de pruebas de las bases alemanas.

 

 

El arqueólogo necesitó convencer a los soldados sospechosos de su buena fe, y en ocasiones casi fue desenmascarado. En un incidente en 1917, un grupo de soldados hondureños que habían estado vigilando con desconfianza su presencia le impidieron a Morley fotografiar un antiguo fuerte español. Morley protestó enérgicamente ante las autoridades locales, proclamando que sus credenciales como arqueólogo debían estar por encima de toda sospecha. Pero solo cuando Morley arregló una carta de presentación firmada por el presidente hondureño Francisco Bertrand , le permitieron continuar.

Se dice que Morley presentó más de 10.000 páginas de informes sobre muchos temas y observaciones de la región, incluidos mapas detallados de la costa e identificación de actitudes políticas y sociales que podrían verse como “amenazantes” para los intereses estadounidenses.

 

 

Algunos informes bordeaban el espionaje económico, detallando las actividades de los competidores locales y opositores de las grandes empresas estadounidenses presentes en la región, como la United Fruit Company y la International Harvester.

Más allá de sus intenciones políticas, Morley fue un erudito y arqueólogo genuino con un interés permanente en la región. Investigó sitios mayas como Yaxchilan, Coba, Copán, Quiriguá, Uxmal, Naranjo, Seibal y Uaxactun. Fue la época y sus actividades que hicieron que sus deberes de espionaje fueran una prioridad. Poco después de la guerra, varios de los contemporáneos de Morley expresaron sus dudas sobre la naturaleza engañosa del trabajo de espionaje del que se sospechaba sobre Morley y varios de sus colegas.

 

 

El famoso antropólogo Franz Boas publicó una carta de protesta en la edición del 20 de diciembre de 1919 de The Nation. Sin nombrar a los presuntos arqueólogos, la carta de Boas denunciaba a estos operativos centroamericanos que habían “prostituido la ciencia usándola como tapadera para sus actividades de espionaje”.

A la fecha continúa el debate ético que rodea a los “arqueólogos-espías”, ya que algunos notan los peligros y la sospecha que arroja sobre otros involucrados en el trabajo de campo arqueológico legítimo, particularmente aquellos que trabajan o buscan trabajar en un gobierno “sensible”.

 

 

Morley vio cómo su salud se deterioraba durante los años que pasó trabajando en las selvas centroamericanas en condiciones a menudo adversas. Varias veces estuvo incapacitado por episodios recurrentes de malaria y tuvo que ser hospitalizado después de contraer colitis por separado y luego disentería amebiana al año siguiente y desarrolló dificultades cardíacas.

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