MXCity | Guía de la Ciudad de México

¿Cómo era la Ciudad de México en 1890? (FOTOS)

En 1890 la Ciudad de México estaba haciéndose.

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El final del siglo XIX encontró a la Ciudad de México en la mitad de una dictadura (buena para los ricos, mala para los pobres, ambigua para la historia). En ese tiempo la capital  se expandía con mucha rapidez. Por un lado, arribaban en barco y carretas una buena cantidad de burgueses europeos y por otro, llegaban a pie campesinos que se refugiaban en la urbe  de la pobreza que había en sus pueblos.

Después de haber sido el escenario de todas las disputas políticas decimonónicas, en 1894 esta metrópoli se encontraba en relativa calma y en pleno desarrollo. Quizá por eso durante esa década se construyeron algunos de los edificios más emblemáticos de la capital;  el hermoso Casino Español (inaugurado en 1903) o la inmensa fábrica de tabacos gracias a la cual nació la Colonia Tabacalera.

En las década final del siglo XIX, El Paseo de la Reforma se expandió. Quizá lo más importante del momento fue la instalación, en plena avenida, del alumbrado público. Según algunas crónicas cuando llegó la luz, las parejas (con sombrero y vestidos franceses) iban a pasear ahí durante las primeras horas de la noche.

Mientras tanto, en las ostentosas habitaciones del Castillo de Chapultepec dormían Porfirio Díaz y su esposa Carmen. En algunas publicaciones de chimentos de la época se decía que el primer mandatario se bañaba con leche para que su piel se hiciera más clara. Su clasismo y su rara manía de adoptar el estilo de vida que había en Francia, eran muy escandalosos entre los círculos sociales que lo rodeaban.

Don Porfirio ocupaba su cargo ininterrumpidamente desde 1884, y quería que México adoptara las máximas del positivismo sociológico: orden y progreso. No obstante, aunque al dictador le interesaba el desarrollo de las artes y las ciencias en su conjunto había demostrado tener una gran indiferencia  por las condiciones laborales del 90% de trabajadores del país. Eso se traducía en que las única parte desarrollada de la República era la Ciudad de México, donde él mismo vivía.

Y mientras la luz de las velas se cambiaba por la electricidad y las cámaras eran cada vez mas sofisticadas, las señoras burguesas del momento compraban sus piedras preciosas en la elegante joyería La Esmeralda, ubicada en el mismo sitio en el que actualmente está el Museo del Estanquillo. Este ostentoso inmueble, se fundó 1892, y desde sus primeros días  dejó en la ciudad dos huellas profundas: un reloj incrustado en la fachada del recinto, y unas escaleras estilo Art Decó que que impresionaban a los visitantes por su belleza.

Y en tanto los aristócratas se entretenían en la ópera, las personas de menos recursos iban por ahí con un gran sombrero y pasaban el tiempo en las cuantiosas pulquerías que había a un costado del Centro Histórico. Los pobres caminaban al lado de los palacios, recién inaugurados de la Juárez, con la cabeza baja, llegan a sus destinos en tranvía y llevaban a sus hijos a los espectáculos callejeros que a veces llegaban a la metrópoli.

En las calles, la minoría que sabía leer escogía con cuidado los periódicos en los que se informaba. Los que estaban a favor de Díaz leían un semanario llamado El Mundo Ilustrado, y los que estaban en contra del régimen compraban el Monitor Republicano; una publicación retacada de artículos izquierdistas que fue prohibida en 1896.

Finalmente, en 1894 llegaron de Berlín a la Ciudad de México los primeros organillos. Su sonido se puso de moda gracias a las cuantiosas ferias y circos que se organizaban en los teatros más emblemáticos de la CDMX. De pronto, sin que nadie los llamara, aparecieron en las esquinas cuantiosos músicos, que sin saberlo, estaban inaugurando una tradición que en pleno siglo XXI todavía se escucha.

A continuación, para el deleite de todos los entusiastas de la historia les dejamos algunas impresionantes  imágenes en blanco y negro que ilustran como era la vida ante de que llegaran todos los cambios de 1900…

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