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Sobre las cartas que se escribieron Diego Rivera y Albert Einstein

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La mutua admiración de dos genios en tiempos epistolares.

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Antes del internet, antes de las de las computadoras, antes de Facebook y del Twitter, existían las cartas. Sí, en un pasado no tan lejano las personas solían escribir sus sentimientos en hojas de papel que metían en sobres. Luego iban a una oficina de correos donde lidiaban con burócratas y chupaban sellos postales.

La tradición epistolar marcó de una manera encantadora el pesado, y durante siglos le dio la posibilidad a las personas del mundo de acercarse a la distancia. De establecer relaciones que a través de la caligrafía y de la escritura se hacían cercanas e importantes, sin la necesidad de verse la cara o conocer la voz del interlocutor.

Fue gracias al inconmensurable poder de las cartas que dos de los grandes genios del siglo XX: el físico Albert Einstein y el pintor Diego Rivera se unieron momentáneamente para declararse su mutua admiración.

La historia de este efímero encuentro epistolar se remonta al 13 de febrero de 1934. Ese día el físico Albert Einstein se sentó frente a su escritorio en la Universidad Princeton, y decidió dedicarle unas líneas a Rivera para expresarle su agradecimiento por el poder emotivo de sus cuadros.

"Estoy contento de tener la oportunidad de expresarle mi gran admiración. No sería capaz de nombrar a otro artista contemporáneo cuyo trabajo haya sido capaz de ejercer un efecto similar en mí. Espero que el mundo se dé cuenta más y más de lo que tiene en usted"

La carta estaba escrita en alemán. Mecanografiada en su máquina de escribir sin un sólo error. Lo que lo animó a escribirla fue una obra en concreto: El Retrato de América. Un pedazo de mural al fresco que el mexicano pintó en la Escuela de los trabajadores de Nueva York que cuenta la turbulenta historia del mundo en la mitad del siglo XX y que fue una respuesta a la violenta censura que unos meses antes le había hecho la familia Rockefeller.

Cuentan los que lo conocieron, que las palabras de Einstein sacudieron al muralista. Rivera pasó largos días intentando responderle apropiadamente al físico alemán y le dio tanta importancia al evento, que hasta invitó a su famosa “casa azul” a un poeta docto en el alemán para que le ayudara a mandarle una contestación digna de su inteligencia.

Finalmente, tras mucho trastabillo, el artista plástico le escribió lo siguiente al creador de la mecánica cuántica:

 “Quiero decirle lo mucho que me conmovió su carta. El aliento recibido es muy grande y magnifico viniendo de usted, un hombre lleno de energía humana, que juntó a su ciencia ha cambiado la expansión hacia el espacio y la luz, ha ayudando a elevar el pensamiento humano a un nivel superior".

La conversación epistolar entre los dos genios continuó durante cuatro meses. Después dejaron de mandarse cartas, pero seguro se siguieron admirando el resto de sus vidas. Hoy lo único que queda de este momento son sus palabras tatuadas en un papel, que de alguna manera es el recuerdo de todo lo que fue una época esplendorosa.

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