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¿Dónde se encuentran los restos de Hernán Cortés?

La historia de los restos de Cortés es digna del conquistador.

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El 2 de diciembre de 1547 falleció el conquistador español Hernán Cortés. Cortés murió en España, donde había vuelto después de 24 años de virreinato y 36 en las Indias, para descansar en paz con su gente; después de haber convertido la Nueva España en una colonia bulliciosa, de agitada vida comercial y cultural, pero las suyas eran andanzas ya de otra época.

Cortés llegaba a Madrid entre rumores e intrigas, vivía con gran boato y trataba de frecuentar compañías selectas dejando de lado a muchos de quienes le habían servido fielmente y a sus familias, algunas con verdaderas necesidades. Al morir, sus restos rindieron tributo a sus viajes peregrinando cuatrocientos años en nueve sitios distintos. Curiosamente, Cortés hizo nueve expediciones a lo largo de su vida.

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La voluntad de Cortes fue que se construyera un monasterio en Coyoacán y ser enterrado en la Nueva España, esto en un lapso de diez años a partir de su defunción. Pero no fue así y su primer entierro fue en el monasterio de San Isidoro, en la cripta del duque de Medina Sidonia. Su constante peregrinar comenzó en 1550, cuando cambiaron de lugar sus restos: en el mismo monasterio pero debajo de un arco del altar a Santa Catarina.

Su hijo, Martín Cortés otorgó los poderes para mandarlo a la Nueva España en 1566. Una caja de cedro y plomo contenía la urna de cristal con sus huesos y fueron trasladados a la iglesia de San Francisco de Tezcoco donde permaneció 60 años. Cuando don Pedro Cortés -nieto y último descendiente directo de Hernán Cortés- murió en 1629, el virrey de la Nueva España quiso que ambos familiares yacieran en el mismo lugar y fueron llevados a la capilla mayor del convento de San Francisco. Se pintó un gran retrato del conquistador y una inscripción que rezaba: Fernandi Cortes ossa servantur hic famosa: “Aquí se conservan los huesos famosos de Fernando Cortés”. Permaneció en este lugar hasta 1716, pues sus restos fueron cambiados a la parte posterior del retablo mayor, en la misma capilla.

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El 2 de julio de 1794 fue llevado a la iglesia de Jesús Nazareno construida por el mismo Cortés. El director de escultura de la Academia de San Carlos, Manuel Tolsá, esculpió un busto de bronce para honrarlo, aunque dicho busto sólo permaneció en México poco más de dos décadas. En 1823 existía un fuerte sentimiento antiespañol, por ello, el gobierno propuso que el 16 de septiembre del mismo año, se exhumaran los restos de Cortés y fueran llevados al quemadero de San Lázaro. Pero Lucas Alamán intervino y una noche antes ocultó la urna en el piso, bajo la tarima del altar mayor. El busto de bronce fue enviado a Palermo y con esto se corrió el rumor de que los restos ya no estaban en México.

Alamán 1836 exhumó los huesos en 1836, cambió las sábanas por unas de terciopelo con las iniciales de Cortés grabadas y reemplazó la urna por una nueva, con todos los objetos que contenían; permaneciendo en secreto durante 110 años. En 1843, Alamán entregó a España el Documento del año de 1836 en el cual revelaba el secreto del lugar del entierro y las señas particulares del estado de los huesos, de la urna y de la caja.

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Fue hasta 1946 que el español exiliado Fernando Baeza y el historiador cubano Manuel Moreno Franginals, informaron del hallazgo a los mexicanos Francisco de la Maza y Alberto María Carreño. Después de conseguir los permisos correspondientes, iniciaron la excavación el 24 de noviembre a las ocho y media de la mañana. Alfonso Alamán -bisnieto de Lucas A.- había heredado la llave de la caja, aunque no funcionó y tuvieron que forzar la chapa; se abrió la urna y se confiaron los huesos al Instituto Nacional de Antropología e Historia; después de meses de  hacer los estudios correspondientes, se acordó inhumar los restos en el mismo lugar dónde se encontraron.

Hernán Cortés reposa en la Iglesia de Jesús de Nazareno desde el 9 de julio de 1947. Lo acompaña una placa con la inscripción: Hernán Cortés 1485 – 1547. Un Templo construido con piedras de los antiguos templos aztecas, donde se cree que en 1519 se dio el primer encuentro entre el tlatoani mexica Moctezuma II y Hernán Cortés. Aunque ahí están los restos de Cortes está prohibida la visita de turistas y mucho menos se pueden hacer fotografías.

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