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La historia de la capital en un mercado ambulante

Eneas de Troya / Flickr / https://www.flickr.com/photos/eneas

Lo que fuera en la época prehispánica un pequeño cuerpo de agua entre Tenochtitlan y Tlatelolco, por el que surcaban embarcaciones llenas de mercancías que se dirigían al mercado de abastos más importante de la ciudad, es hoy en día uno de los barrios con mayor historia en la capital mexicana, famoso por su actividad comercial, sus cuatro mercados y por el tianguis que se extiende sobre sus calles, donde se pueden mercar antigüedades, ropa de marcas renombradas a bajo costo, joyas perdidas del cine arte y mucho más.

Debido a la riqueza de su historia y a la amplia gama de productos que se ofrecen en sus diversos recintos comerciales y puestos ambulantes, recorrer La lagunilla se ha convertido en una experiencia que requiere de algunos conocimientos previos para emprender y concretar el ritual del chachareo de manera exitosa.

Aquí una guía para aquellos que quieran navegar sobre la historia de este barrio comercial:

Vestidos para novias y quinceañeras

Durante la época colonial, luego de la desecación del cuerpo de agua que diera nombre al barrio,  se asentaron en La Lagunilla varias familias españolas. Uno de los hombres ilustres que se avecinó por aquellos tiempos en el lugar, fue un bordador conocido como Amaya, quien en su casa, aún ubicada en las calles República de Chile y Mariana Rodríguez del Toro de Lazarín, inició en 1590 la tradición de la confección de vestidos, misma que ha hecho famoso al barrio hasta nuestros días.

Desde entonces, el corazón de La Lagunilla ha sido casa de talleres de oficio donde se confeccionan los vestidos que han ataviado a generaciones de quinceañeras y novias de la ciudad; siempre, todos hechos a la medida y siguiendo las tendencias de la moda.

Las tiendas en las que se pueden adquirir los vestidos y de más artículos ornamentales para estos rituales tradicionales, se hallan a lo largo y ancho del barrio, incluso sobre el Eje 1 Norte esquina con calle Allende, se encuentra la entrada a la unidad 1 del mercado de La Lagunilla, surtidero de vestidos para quinceañeras y novias, así como de disfraces de todo tipo y trajes típicos regionales.

El tianguis de antigüedades

Los domingos, sobre la calle de Bocanegra, entre Eje 1 Norte y Reforma, y sobre Reforma, entre Allende y Matamoros, desde las 10 de la mañana hasta las 6 de la tarde, filas de puestos ambulantes resguardan bajo sus lonas coloridas cacharros usados, entre los que se pueden encontrar desde baratijas, que con un poco de ingenio llegan a conformar instalaciones de arte moderno, hasta muebles, cerámicas, tapetes, fonógrafos, baúles, maletas y demás objetos antiguos, cuya historia los hace dignos de ser exhibidos en la sala de un museo.

El tianguis de antigüedades de La Lagunilla, famoso porque ahí se dan cita coleccionistas tanto nacionales como internacionales, así como también lo han hecho famosos amantes de los objetos con historia, como María Félix, Irma Serrano, Anthony Queen, Tony Curtis y Carlos Monsiváis, es un espacio cuya historia comenzó en ese lugar en el año de 1930, cuando el problemático Tianguis del Baratillo, luego de ser reubicado varias veces, fue trasladado a La Lagunilla.

Mercar en el lugar es toda una experiencia que alude a la nostalgia por el pasado y para la cual se requieren un poco de conocimientos históricos, que permitan saber del valor de las piezas que se quieren adquirir, de lo contrario se tendrá que apelar a la suerte, misma que ha permitido a muchos hacerse de objetos valiosísimos por unos cuantos pesos, debido a que los mismos vendedores muchas veces desconocen la importancia histórica de los cachivaches que ofrecen.

Entre los pasillos del tianguis es habitual ver a los mercantes, ya sea con un fluido español chilango, con acento extranjero o incluso con un espanglish difícil de comprender, hacer gala de sus habilidades para el regateo, las cuales pueden ayudar a bajar los precios de las antigüedades hasta en un 50 por ciento.

Ropa de marca y puestos de cine de arte

Durante 1942 y 1980, el tianguis de La Lagunilla vivió su época dorada, misma que sucumbió ante la crisis desatada por el temblor del 85. Esta situación produjo que muchas familias cambiaran el giro comercial de sus puestos y, en lugar de seguir vendiendo antigüedades, comenzaran a ofrecer productos nuevos que atrajeran no sólo a los escasos coleccionistas.

Así vino el repliegue de las antigüedades y el auge de puestos de ropa y demás artículos de marcas renombradas, o de buenos clones manufacturados por las hábiles manos de artesanos piratas. Lo anterior ha significado para muchos una tragedia que amenazada la tradición del chachareo, mientras que para otros ha dado lugar a la diversificación y riqueza de este tianguis dominguero, que atrae tanto a compradores con ojo histórico, como a paseantes que llegan al lugar sólo para relajarse y ver si algo interesante se les cruza en el camino.

De entre los miles de puestos destacan aquellos en los que se pueden adquirir ropas diseñadas por artistas mexicanos que, ante la falta de espacios para la vendimia de sus creaciones, han hecho de La Lagunilla una boutique donde se surten aquellos que gustan de vestir piezas únicas.

Asimismo, se pueden hallar puestos de películas piratas, valiosos porque muchos de estos ofrecen, además de cualquier película del cine de arte que se produce en el mundo, muchas de las joyas cinematográficas difíciles de conseguir, que de no hallarse en el catálogo de los vendedores, pueden ser encargada para que en el lapso de una semana, éstas ya aparezca entre las películas del puesto.

Además, si la cruda dominguera obnubila la mente de los compradores, o si la larga caminata entre los puestos les produce una sed insaciable, en el tianguis también se expenden micheladas tradicionales o de sabores, que por alguna razón aún no identificada, son para muchos unas de las más ricas de la ciudad.

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