Chiapas es un estado repleto de maravillas naturales; entre ellas se encuentra la Selva Lacandona, uno de los últimos remansos de la flora y fauna autóctonas.
La historia de la Selva Lacandona comienza hace, nada más y nada menos, que 230 mil años. Es uno de los reservorios genéticos y ecológicos más antiguos del continente americano. No es por nada que también es una de las regiones naturales con más biodiversidad y especies autóctonas de nuestro país. Tiene 625 especies de mariposas, 114 de mamíferos, 345 de aves, 84 de reptiles y 3,400 de plantas. Esta verdadera joya de fauna y flora se extiende a través de 1.8 millones de hectáreas y 8 municipios.
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Su nombre proviene de los lacandones, grupo maya proveniente de la Península de Yucatán, el cual se asentó a las orillas del Lago Miramar e instaló su centro ceremonial Lacan-Tun. La Selva Lacandona tiene hasta 15 tipos de vegetación, y fue declarada una de las 25 zonas biológicas críticas del planeta. Es hogar del mayor número de especies de murciélagos del mundo, y cuenta con una gran cantidad de fauna endémica o en peligro de extinción: el tapir, la nutria de río, el jaguar, la tortuga blanca, el mono araña, el mono aullador y el águila arpía, entre otros.
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Además, su gran extensión le permite funcionar como una de las zonas de mayor captación de agua de lluvia: en la Selva Lacandona llueve durante prácticamente todo el año, lo cual explica su eterno verdor y exuberancia. Además, también protege a los territorios circundantes contra la erosión, al acumular materia orgánica en los suelos. Por si esto fuera poco, también es la mejor aliada contra el calentamiento global, ya que capta cantidades descomunales de bióxido de carbono y genera oxígeno para México, América y el mundo entero.
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Sin embargo, como casi todas las regiones del mundo, su integridad se ve amenazada por la imparable huella humana. Al día de hoy, ha perdido cerca del 90% de su territorio, y lo que queda, que sigue siendo mucho, se sigue disminuyendo. Además, como no se hacen esfuerzos para salvaguardar su supervivencia y solamente se explotan sus recursos sin ningún recato ni consideración, las poblaciones indígenas que en ella habitan viven en situaciones de marginación. Es imperativo hacer algo al respecto, ya que las regiones como la Selva Lacandona son las que nos permiten seguir respirando aire limpio. Sin embargo, si no hacemos un esfuerzo consciente para protegerla, estamos destinados a extinguirnos junto con ella.
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