Arte y Cultura
Una de colección de fotos del asombroso mausoleo de José Alfredo Jiménez
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En la Tumba de José Alfredo Jiménez, además del epitafio poético: "La vida no vale nada" hay un tradicional sombrero y chal mexicanos.

José Alfredo Jimenez es el padre de las rancheras modernas.

 

En el Mausoleo de José Alfredo Jímenez descansan los restos del famoso cantautor. Este lugar fue erigido el 23 de noviembre de 1998 para conmemorar su XXV aniversario de su fallecimiento. Consiste en un gigantesco sombrero, en la parte inferior un pebetero y en las letras de ronce el epitafio: "La vida no vale nada".

Este se ha convertido en un destino turístico visitado en Dolores Hidalgo, por ser la Cuna de la Independencia Nacional, pero también lo es por albergar el museo y los restos del cantautor más representativo de la música tradicional mexicana que ha dado esta tierra, José Alfredo Jiménez.

 

 

José Alfredo Jiménez nació un 19 de enero de 1926, hijo de Agustín Jiménez Aguilar y de Carmen Sandoval, a los once años llegó a la Ciudad de México donde empezó a componer sus primeras canciones rancheras, de huapangos y corridos, todos ellos reconocidos por su calidad y su sencillez armónica, melódica y lírica.

Cantó en 1948 en la emisora de radio XEX-AM y meses después se catapultó a la fama, a pesar de que no tenía educación musical. Según Miguel Aceves Mejía, que le apadrinó en sus primeras grabaciones profesionales, no sabía tocar ningún instrumento y ni siquiera conocía los términos “vals” ni “tonalidad”.

 

 

Pero a pesar de eso, se cree que compuso más de un millar de canciones, la mayoría de ellas, interpretadas por el Mariachi Vargas de Tecalitlán, tienen arreglos del maestro Rubén Fuentes, al que José Alfredo le silbaba la melodía. Además de esas y las que él mismo grabó, muchas de sus canciones han sido interpretadas por otros cantantes mexicanos y del mundo hispano.

José Alfredo convivió en sus últimos años de vida con la entonces joven cantante mexicana Alicia Juárez, a quien conoció en 1966, cuando ella tenía 17 años, y con la que se casó en 1970. Murió en la Ciudad de México, el 23 de noviembre de 1973, a la edad de 47 años, a consecuencia de la cirrosis hepática que padecía desde hacía años. Según palabras de su última esposa, la agonía de José Alfredo fue terrible. Sus restos -descansan en el cementerio de su pueblo natal, tal y como anticipó en su canción “Caminos de Guanajuato” y “Gracias”

 

 

José Guillermo Azanza Liera, sobrino-nieto de José Alfredo, el encargado de su museo en la ciudad de Guanajuato, ha señalado que el museo es visitado por personas de todas las edades de los cinco continentes del mundo, y ha dicho que la casa museo más es la más visitada en el país.

En el museo es posible encontrar una reseña biográfica en la que se pueden apreciar sus inicios, cosas sobre la época de oro de la radio, del cine, la televisión, sus últimos días en la sala de sus mujeres. En el museo las salas son interactivas y destaca una sala especial, donde se puede escuchar su música por género, tema, por estilo, si es huapango, bolero o ranchero.

 

 

Al frente del museo se ubica la escuela primaria Centenario, construida en 1921 con motivo de los 100 años de la consumación de la Independencia de México, y fue aquí donde José Alfredo curso los primeros años de educación. Sus restos descansas, desde hace más de 40 años, en el Panteón Municipal de Dolores en el que se encuentra un hermoso y enorme mausoleo edificado en su honor.

En el panteón se ubica la obra llamada "Sarape y Sombrero", elaborada con motivo del 25 aniversario luctuoso del cantautor por el arquitecto mexicano Javier Senosiain, esposo de la hija del intérprete, Paloma Jiménez Gálvez. En el colorido sarape que simula la Sierra de Santa Rosa se encuentran los nombres de 57 canciones de un lado y del otro 62, lo que da un total de 119 temas como "La mano de Dios", "La que se fue", "Caballo Blanco" y "El rey", escritos sobre los típicos azulejos elaborados en Dolores.

 

 

En el enorme sombrero café abrazado por el sarape, está una cruz con 113 círculos que simbolizan el número de la clínica donde él estuvo internado antes de morir en la Ciudad de México. Debajo de éste se ve una garganta abierta que contiene un circulo azul con su nombre en manuscrita, las fechas de su nacimiento y muerte.

Justo encima de donde se encuentran los restos José Alfredo Jiménez y su madre se encuentra el epitafio "La vida no vale nada", frase tomada de la canción "Camino de Guanajuato", considerado el himno de los guanajuatenses.

 

 

El mausoleo está hecho con cerámica y loseta. Se creó por la cantidad de gente que viene a diario a admirar su belleza y visitar al ídolo del pueblo. Ya que desde temprana hora presenta la afluencia de personas que vienen de todos lados y, por supuesto, brindan y toman una copa a su salud.

Sí se permite tomar aquí, el 22 de noviembre para amanecer 23 de cada año está es la cantina más grande de la ciudad y del mundo. Si eres bohemio y te gusta su música es tu lugar para recordar y vivir. Si llega un grupo o mariachi al mausoleo todos tienen que beber tequila.

 

 

El 23 de noviembre se lleva a cabo el Festival Internacional José Alfredo Jiménez, que inicia con un recorrido del atrio de la iglesia de la Virgen de los Dolores y en el que participan 10 mil o 15 mil personas siguiendo al mariachi hasta este punto.

Dirección: La Morera, 37800 Dolores Hidalgo Cuna de la Independencia Nacional, Gto.

Artesanos mexicanos fusionan arte, cultura y tradición para Adidas
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La belleza de la artesanía mexicana, el arte tradicional y el deporte contemporáneo se unen en esta campaña global.

Fotos cortesía de Adidas Mx

Conoce esta campaña con artesanos mexicanos que combina arte, deportes y cultura en lienzos únicos.

 

Desde hace algunos años, Adidas ha lanzado algunos productos de inspiración mexicana, como sus tenis con características y diseño de la talavera mexicana. Esta ocasión lanzó otra fusión entre cultura y deportes, en donde los artesanos mexicanos tienen un papel relevante para crear piezas que celebran los juegos tradicionales latinoamericanos como los deportes modernos. 

Esta colaboración única, realizada por Pentagono Art, que involucra a artesanos de Puebla, Michoacán y Oaxaca para darle vida a dos series de balones de fútbol esculpidos y tapices de lana tejida.

La serie de tapices de lana con pigmentos naturales, que fusiona la maestría artesanal mexicana con el mundo del deporte. Cada obra se despliega como una ventana abstracta a varios campos deportivos como fútbol, ??baloncesto, tenis y atletismo. La fusión de las emociones efervescentes vividas en los campos de juego se entrelaza con la pasión histórica imbuida en cada hilo.

Las alfombras son testimonios de la creatividad humana al crear historias combinando arte, deportes y cultura en un lienzo único. Los momentos efímeros se transforman en recuerdos perdurables a medida que se tejen en el tejido de la tradición.

Por otra parte, están los balones de fútbol hechos a mano, que hacen honor a los antiguos juegos de pelota azteca. Para hacer los balones, los artesanos utilizaron cuatro técnicas tradicionales, incluido el Barro Negro brillante y la Talavera ricamente detallada, incrustando en cada bola símbolos que narran historias de los deportes y la cultura aztecas, centrados en el icónico logotipo de Adidas.

Los tapices y los balones de fútbol son algo más que decorativos. Son un testimonio del rico patrimonio cultural de México y sus técnicas artesanales eternas. Al combinar lo antiguo con lo nuevo, estos artesanos preservan sus tradiciones y conectan con la cultura deportiva contemporánea, haciendo una poderosa declaración sobre la identidad y el patrimonio.

Esta colaboración resalta la belleza de la artesanía mexicana, fortalece los vínculos entre el arte tradicional y marcas globales, mostrando cómo las tradiciones locales pueden desempeñar un papel importante en los contextos modernos.

Carlos Cortéz Koyokuikatl: el artista chicano más importantes de Chicago
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Carlos Cortéz Koyokuikatl fue un artista multidisciplinario que ayudó a darle voz al arte chicano y activista. 

Fotos cortesía de National Museum of Mexican Arte

Carlos Cortéz Koyokuikatl fue un grabador y gran activista en los Estados Unidos.

 

Carlos Cortez fue un artista multidisciplinario dedicado a la poesía, grabado, fotografía, música, e incluso fue un muralista y activista político, miembro de la liga de Trabajadores Industriales del Mundo. Es un artista poco conocido en México, ya que nació en Milwaukee, Wisconsin siendo hijo de "un indio de pura sangre de México" y una madre socialista y pacifista alemana.

Además, este artista aprendió inglés, algo de alemán de su madre, pero nunca llegó a dominar la lengua de su padre; aunque en la posguerra trabajo como lavaplatos, albañil, empleado de tienda y peón en varias fábricas; hasta que se dedicó al arte como pintor autodidacta y alrededor de 1948 comenzó a enviar dibujos al Industrial Worker y a contribuir con historias ocasionales.

En los años 50 aprendió el medio por el que se haría más famoso: grabado. En la Industrial Worker tenía recursos limitados para convertir sus bocetos en planchas grabadas para usar en las prensas planas que producían el papel. Cortez notó que algunos colaboradores enviaban bloques de linóleo cortados que podían usarse directamente en la prensa. No le llevó mucho tiempo dominar las técnicas de creación de grabados en linóleo. Pero pronto, casi todas las ediciones del periódico incluyeron al menos una nueva impresión suya.

Con esto descubrió que los bloques de linóleo eran un elemento básico del arte de la Revolución Mexicana,  así que estudió y adoptó las técnicas y temas de artistas como José Guadalupe Posada, mezclándolos con los grabados de la socialista y expresionista alemana Käthe Kollwitz.

Cortés se identificó cada vez más con su herencia mexicana, india y campesina. A mediados de los años 60, ya tenía una larga carrera como ilustrador, escribía artículos, poemas y columnas, además de que aprendió a hacer bloques de impresión con casi cualquier trozo de madera desechado para mejorar su grabado.

Un amigo griego de Carlos, le dijo que debía conocer a su hermana en Grecia. De hecho, mantuvieron correspondencia varios años, ahorró dinero, dejó su trabajo y cruzó el océano como pasajero en un carguero para conocer a Marianna Drogitis, de la que se enamoró y se comunicaban con gestos y pocas palabras de alemán que tenían en común. Regresaron a EU en otro carguero, se casaron y se establecieron en Chicago en 1965. Marianna fue la modelo para sus xilografías, incluidos desnudos amorosos y voluptuosos.

En esa época fue cuando hizo más carteles sobre la Revolución Mexicana, en papel de la carnicería y se negó a firmar o numerar impresiones. De hecho, cuando sus carteles comenzaron a atraer la atención del mundo del arte comercial, hizo saber que si alguna vez comenzaban a venderse a precios inflados, imprimiría más para mantener el costo bajo. Incluso lo hizo como una disposición en su testamento para aquellos que tomaran posesión de sus bloques.

Asimismo, Carlos fue un mentor de una nueva generación de artistas. En 1975 ayudó a fundar el Movimiento Artístico Chicano, una de las primeras organizaciones de artistas latinos en la ciudad, además de que ayudó a fomentar el renacimiento del movimiento muralista en los Estados Unidos. También se convirtió en uno de los primeros patrocinadores del Museo Centro Mexicano de Bellas Artes, que se convirtió en el depósito de muchas de sus obras y tiene la colección más grande de su extensa producción en el mundo.  

En los años 80, se dedicó a la poesía, hacía lecturas ocasionales en cafés, librerías radicales y escribió la introducción o contribuyó en varios libros. En sus últimos años, el trabajo de Carlos fue ganando reconocimiento internacional. Ilustró la novela Brassero de Eugene Nelson. Sus grabados aparecieron en varias exposiciones itinerantes y se agregaron a varias colecciones permanentes e incluso hubo algunas exposiciones retrospectivas de su obra en el Museo Palacio de Bellas Artes.

Carlos quedó devastado cuando su amada Marianna murió en 2001. El 17 de enero de 2005 Carlos falleció rodeado de amigos y escuchando música 

272 tesoros olmecas llegan el Museo Pointe-à-Callière, de Canadá
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La exhibición de Los Olmecas estará acompañará de un catálogo y un programa de conferencias, en el Museo con la mayor vocación histórica de Montreal.

Fotos cortesía de INAH

Los Olmecas llegan al espacio arqueológico más grande de Canadá.

 

El Museo Pointe-à-Callière de Arqueología e Historia, de Canadá, estará presentanto una diversidad de piezas mexicanas, en la exposición Olmecas y las civilizaciones del Golfo de México, con el fin de celebrar la cultura y tradiciones mexicanas en el Vieux Montreal, el corazón antiguo de la ciudad cosmopolita.

Esta exhibición destaca las maravillas del México antiguo, en uno de los museos más espectaculares de Canadá, para que todos conozcan y se maravillen con las culturas mexicanas ancestrales. Se trata de un montaje que ilustra un panorama civilizatorio de más de 3 mil años, y plantear preguntas e imaginar cómo era la vida de esos hombres y mujeres que habitaron en la costa atlántica de México.

La directora ejecutiva del Museo Pointe-à-Callière, Anne Elisabeth Thibault, destacó en un boletín de prensa, que la emoción palpable en todos los colaboradores del recinto a su cargo, por recibir temporalmente los 272 objetos patrimoniales que integran a la muestra, cada uno de los cuales es testigo de la grandeza de múltiples civilizaciones de raíz olmeca.

"La colaboración entre nuestras instituciones es testimonio del compromiso compartido por promover el entendimiento intercultural, por ello, agradecemos a todos los que han hecho posible este esfuerzo. Su contribución creará, sin duda, experiencias enriquecedoras e inolvidables para nuestros conciudadanos y visitantes", expresó la Directora del Museo.

Asimismo, a dicho país del norte llegaron piezas arqueológicas y objetos etnográficos que narran parte de la historia y evolución de la cultura olmeca; que se mantiene viva en los pueblos huastecos, nahuas, totonacos, zoques y otomíes de nuestro país.

Además, se preparó un programa de actividades con recorridos guiados, conferencias y una publicación especial, realizada en colaboración con la revista Beaux-Arts, dedicada a la exposición y en la cual se ofrecerán contenidos complementarios a la misma.

Los artistas mexicanos Erick Meyenberg y Tania Ragasol presentes en la Bienal de Venecia 2024
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Los artistas visuales Erick Meyenberg y Tania Ragasol llevan su exposición al Pabellón de México, en el Antiguo Complejo Naval y Militar Arsenale di Venezia, Italia

Fotos cortesía de Erick Meyenberg

El artista visual Erick Meyenberg y Tania Ragasol, abordan  la migración y la identidad cultural.

 

El artista Erick Meyenberg representa a México en la 60ª Exposición Internacional de Arte de La Biennale di Venezia con una extraordinaria videoinstalación llamada Nos marchábamos, regresábamos siempre, con la curaduría de la gestora independiente de arte contemporáneo Tania Ragasol.

Esta intervención estará disponible hasta el 24 de noviembre de 2024 en el Pabellón México en la Bienal de Venecia, en Venezia, Italia, y entabla un diálogo con más de 87 pabellones de 87 países.

Erick Meyenberg plantea un dilema fundamental con su obra, en donde parece que todos somos extranjeros donde quiera. La obra exhibe que la condición de extranjería se puede estar viviendo aun no habiendo emigrado a otro país; no sabiendo si la pertenencia en realidad está fijada por la historia, los afectos o los tránsitos que hoy en día la movilidad humana plantea. No es la geografía, la historia o el lenguaje lo que define esas construcciones, sino una realidad en la que nos movemos permanentemente.

No obstante, México ha recibido personas que han tenido que dejar sus raíces o sus orígenes por guerras, por dictaduras, por desastres ambientales o solo porque se enamoran de un país tan diverso. La poética transdisciplinar de Meyenberg, que va de lo visual al lenguaje del movimiento, que transita por las emociones y los afectos de todas las personas que nos vemos reflejadas en una mesa.

El artista creó cerámica para poder desfigurar y transfigurar esas emociones que significan en una mesa compartir los dilemas, las nostalgias, las promesas incumplidas, los sueños, los compromisos; es ahí donde México se enriquece con esta obra poética de Meyenberg y de Tania Ragasol.

Esta propuesta artística habla de la hospitalidad, reconocer que todo proceso migratorio tiene muchas capas de dolor y de pérdida, pero ante una mesa se pueden crear lazos profundos de humanidad, es en donde caben todos esos gestos casi ancestrales, primigenios, que más allá de fronteras y de nacionalidades, nos pueden unir a todos como seres humanos y en donde podemos proyectarnos. Por eso en la videoinstalación hay una mesa blanca, una especie de pantalla en donde cada uno puede proyectar sus memorias.

El trabajo de Tania Ragasol evoca de una manera poética tanto el trayecto de quien migra, de una familia de migrantes, como la posibilidad de un momento, aunque sea un instante, de pertenencia alrededor de una mesa. Es un tributo a aquellos que están por llegar a una nueva realidad de vida, es una invitación a apreciar aquello que nos parece extraño para imaginar conexiones a partir de las maneras más íntimas que tenemos en común todos los seres humanos, como puede ser un beso, un guiño, una caricia, como eso vital que nos une más allá de fronteras, coordenadas, límites.

Sin duda una videoinstalación que nos hace mirar el tema del encuentro, siendo Extranjeros por todas partes. Además, es una exposición representativa de la práctica de un artista mexicano de ascendencia alemana y libanesa, que sabe bien sobre la condición dual y en construcción identitaria del migrante como extranjero, en su tierra y fuera de ella, cuantas veces intente recuperarla. Es una instalación con esculturas de cerámica que combinan elementos de México, Italia y Albania, reflexiona profundamente sobre temas como la migración, la búsqueda de pertenencia y la perenne condición humana de buscar raíces en un mundo transitorio. 

David-Hanes González, fotos de la cultura del boxeo en los barrios de la Ciudad de México
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Las fotografías de David Hanes-González documentan la lucha diaria de los boxeadores en los barrios de la CDMX. 

Fotos cortesía de davidmfoto

David Hanes-González retrató el box que se viven en los barrios de la CDMX.

 

David-Hanes González es un mexico-americano que llegó a nuestro país con el fin de conectarse con sus raíces mexicanas, en particular con el boxeo mexicano. Fue cuando descubrió el increíble impacto que tiene México en el box, cuando se propuso crear un proyecto en torno a esta cultura. 

Así se cargó de su cámara, y un proyecto que era de dos semanas se convirtió en todo un proceso de dos años, con el fin de crear una conexión mucho más profunda con el país de origen de su familia. Este fotógrafo nacido en Chicago llegó a vivir a México en la pandemia y con muy poco conocimiento de español.

Para Hanes-González el estilo del boxeo mexicano es un reflejo del carácter nacional. En realidad llevó a cabo un proyecto fotográfico bastante interesante. Se trata de fotografías en blanco y negro, pero no son las clásicas fotos de Canelo, o De la Hoy en el ring. Se trata delos combates de la vida diaria, de los barrios y las comunidades capitalinas. 

Y es que para muchos amateurs que comienzan en el mundo del boxeo en la Ciudad de México, es una salida única, disciplinada y dedicada para lograr subirse al ring y tener una mejor consciencia de su futuro. Se trata de un proyecto fotográfico de comunidad, evitar los clichés y registrar con su cámara algunos de los gimnasios de box, en lugares como La Merced, Tepito, la Guerrero, Tacubaya, el pueblo de Santa Fe, en la capital, y en municipios del estado de México.

Una de las imágenes favoritas que han marcado a este fotógrafo, es la del boxeador Salvador Pelón Juárez, quien aparece frente a una cruz en uno de los cerros del municipio mexiquense de Chimalhuacán

Joel Merino: el pintor triqui que desea llevar la tradición de Oaxaca a todo el mundo
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Joel Merino es un muralista destacado y originario de la comunidad autónoma de San Juan Copala, Oaxaca.

Fotos cortesía de @joelmerinoart

Joel Merino lleva la tradición y cultura de Oaxaca a varias partes del mundo. 

 

Joel Merino es un artista que representa a la comunidad de San Juan Copala, un municipio autónomo de Oaxaca, que siguió el ejemplo de los Zapatistas de Chiapas para abogar por su pueblo. Como muchos artistas oaxaqueños, ha tenido que superar muchos obstáculos para continuar haciendo su arte; además de llevar su talento y amor por la comunidad triqui a otro continente.

Merino se inició en la pintura de pequeño. Experimentaba con caricaturas y con el paso del tiempo desarrolló su potencial y decidió seguir en la búsqueda de técnicas y tipos de pintura, hasta que conoció a un corredor de arte, esto originó en Merino López un gran interés en la pintura clásica, y al paso del tiempo conoció otras técnicas y expresiones culturales.

Más tarde se enfocó en el grafiti, con la cual se abrió paso al mundo artístico y en el año 2014 comenzó a realizar obras de su propia autoría. La Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas en Querétaro, fue la primera en abrirle sus puertas tras ver su trabajo, de ahí lo invitaron a plasmar su obra en la oficina de la comisión; después de esta experiencia, se interesó más por trabajar murales con la temática de su comunidad de origen.

Hoy en día, su fuente de inspiración para realizar su trabajo es su familia y su pueblo natal que engloba la cultura triqui, este tema lo ha llevado a trascender fronteras no nada más de su estado sino del país, llegando a pintar en algunos países europeos.

Sus exposiciones han pasado por algunos estados de México como lo son Querétaro, Veracruz, León, Tijuana y Oaxaca. Fuera del país se ha presentado en países europeos como Suecia, Bélgica y Francia y, en el 2017, logró conseguir dinero para poder llegar a París en busca de posicionar su obra y cultura. En la capital del arte y del amor lo recibió con los brazos abiertos y Merino consiguió realizar murales en emblemáticas calles de la ciudad luz, resaltando las costumbres, vestimenta y tradiciones de su pueblo pero sobre todo dejando en alto a su país.

Asimismo, el pintor triqui, Joel Merino López, hizo una gira de trabajo con la comunidad migrante triqui en Estados Unidos, donde fomentó la cultura de su comunidad, San Juan Copala. Además, pudo visitar las ciudades de Albany en Nueva York, además de Chicago y Las Vegas.

Tanto las  pinturas como los proyectos de Merino, resaltan a la comunidad triqui, además de dar a conocer parte de la cosmogonía de las comunidades originarias de México. Asimismo, busca que la imagen de Copala no se quede en la idea de la ropa típica, artesanías, ni las problemáticas sociales de la región, más bien espera que a través del arte con sus pinturas se dé a conocer.

Sus obras llevan títulos en el idioma triqui con traducción al español para que la gente conozca la lengua madre del artista, buscando preservarlo para las próximas generaciones.




 

Familia de Filadelfia entrega voluntariamente 22 piezas de arqueología mexicana
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Dentro de las 22 piezas arqueológicas entregadas se destacan figuras antropomorfas y vasijas.

Fotos cortesía de INAH

Estas 22 piezas pasarán a formar parte del patrimonio arqueológico mexicano. 

 

22 piezas arqueológicas pertenecientes al patrimonio mexicano, fueron devueltas por una familia de Filadelfia, Estados Unidos, que otorgaron los ejemplares de manera voluntaria para reintegrarse a los museos mexicanos; a través del Consulado de México en Filadelfia y el Centro Cultural Mexicano (CCM).

La recepción de las piezas se realizó a través de una ceremonia, donde se reconoció a la familia Landau, quienes coleccionaban los artículos, además del trabajo de la Secretaría de Cultura federal, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), y la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE).

"Leonard Landau era un amante del arte mexicano y le gustaba coleccionar piezas arqueológicas. Después de su muerte, su esposa e hijos consideramos que lo correcto era devolverlas a México y tuvimos la suerte de encontrar el Centro Cultural Mexicano de Filadelfia", señaló la familia durante la ceremonia.

Asimismo, en octubre pasado, la familia Landau decidió entregar de manera voluntaria 29 piezas al CMM, dada la posible relevancia histórica y cultural de los elementos en cuestión, el Consulado de México en Filadelfia y el CCM acordaron verificar su autenticidad ante el INAH, con el apoyo de la SRE.

En ese sentido, se llevó a cabo un dictamen de las 29 piezas y un arqueólogo del Instituto, especialista en culturas precolombinas, quien concluyó que 22 de ellas, entre las cuales destacan figuras antropomorfas y vasijas, concuerdan con artefactos elaborados por diversas culturas mesoamericanas que habitaron México entre los años 400 a.C. y 1521 d.C., por lo que se les considera patrimonio arqueológico de la nación.

Por otro lado, las otras siete piezas fueron dictaminadas como de reciente manufactura o que no se puede determinar su origen por el estado de las mismas. Tras todos los dictámenes se coordinó la entrega de las piezas, para que lleguen a México para su investigación, conservación y cuidado.

Durante la entrega de las piezas, el cónsul mexicano en Filadelfia, Carlos Obrador Garrido, resaltó la atención de esta administración a la recuperación y "rematriación" de piezas arqueológicas. "Celebramos que se haya podido concretar el retorno a nuestro país de estas 22 piezas, mismas que nunca debieron haber salido de México”, dijo Garrido.

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