Uno de los platillos más emblemáticos de México es el mole. Está presente en las bodas, fiestas de XV años, bautizos y altares en las celebraciones de Día de Muertos. Mole viene del náhuatl molli o mulli, y se refiere a varios tipos de salsas mexicanas a base de chiles y especias, éstas son espesadas con masa de maíz, con tortilla o en menor medida con bolillo.
Fray Bernardino de Sahagún relató este guisado prehispánico que se ofrendaba a Moctezuma y que se elaboraba con una salsa de chile caldosa, llamada chilmulli o chilmole, repitiendo la palabra mulli para referirse a una salsa. Los mullis también se ofrendaban a los dioses como muestra de agradecimiento tras largos viajes.
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Pero Leonora Carrington, en su obra de teatro La invención del mole, nos plantea un surreal y cómico escenario donde aparecen Montezuma, un Amigo de Montezuma y el Arzobispo de Canterbury, entre otros personajes peculiares.
La obra comienza con un acalorado debate entre Montezuma y el Arzobispo sobre la relación de clero y la población, el monarca mexica le hace énfasis en qué no existe una comunión entre los individuos, ya que el pueblo no participa de manera activa durante las procesiones y ceremonias.
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La invención del mole fue escrita en los años cincuenta, y es una corta obra de teatro que habla de la fusión entre magia y cocina, donde en medio una calurosa conversación el arzobispo se da cuenta de que el banquete planeado para esa noche será él mismo; acompañado de una taza de chocolate.
Leonora Carrington nos da su propia versión, una “sinfonía gastronómica” donde no son las monjas las que inventan el platillo para honorar la visita de un virrey, como cuenta la leyenda. En este mundo imaginado, Leonora Carrington dialoga con las diferencias ideológicas de los emisarios del viejo y del nuevo mundo.
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En esta obra brilla el anticlericalismo de Leonora Carrington, la magia, y muchas visiones de animales sagrados de las civilizaciones mesoamericanas que se convierten enseguida en cáscaras de plátano y plumas.
Los personajes de las historias de Leonora Carrington suelen tener que pasar por una serie de transformaciones o están a punto de sufrir una transformación. La cocina es sin duda un lugar de metamorfosis; la enorme olla de barro en la que se cocinará al arzobispo de Canterbury evoca el caldero, instrumento mágico de la brujería y de la alquimia, y recurrente en la obra de Leonora Carrington.
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En esta obra el acto de comer, de ingerir con toda su belleza y violencia, forma parte fundamental de su reflexión. De hecho, otro platillo típico al que Carrington hace alusión es el de las carnitas. El cerdo cocinado en su propia grasa forma parte de la lista de platillos que sorprenden a un extranjero en México. En “Cuento mexicano”, el niño Juan es despedazado en “trocitos de carne” después de haberse comido a los cerdos que cuidaba en tacos de carnitas con salsa.
El mole es un platillo mestizo por excelencia, triunfo de la mezcla de diferentes especias y culturas. Hay quienes cuentan que existen recetas de mole con más de cien ingredientes para preparar la salsa. La cocina está directamente relacionada con la vida y la muerte.
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Como la gran mayoría de artistas de la estirpe surrealista, la obra de Leonora no requiere de explicaciones coherentes, sólo que uno esté dispuesto a ver el abanico de posibilidades que cada aspecto de la vida humana puede explorar.
Leonora Carrington, fue una pintora y escritora que nació dentro de una familia en Lancashire, Inglaterra un 6 de abril de 1917. Se inició en el surrealismo de la mano del artista alemán Max Ernst. Ella vivió y creo la mayor parte de su obra en México, país donde vivió hasta su muerte y del cual se enamoró perdidamente.
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Su amor por nuestro país quizá fue provocado por los atribulados y decadentes años que vivió en la Europa de la II Guerra Mundial, y llegó a nuestro país donde encontró una estrafalaria, incomprensible y fascinante cultura. Imposible crear hasta en el imaginario del más prodigioso de los surrealistas.
Puede leer el cuento y libro completo, El séptimo caballo de Leonora Carrington.
Fotos: Fundación tortilla Con información de El País
Pueden existir tantas variedades de tortillas como variedades de maíz con sus combinaciones; incluso hay tortillas de harina, trigo y nopal y muchas otras posibilidades que difícilmente podría enumerar aquí. Además de que tenemos muchas alternativas, las tortillas son bastante sanas y muy ricas.
Asimismo, la tortilla es el producto de la nixtamalización, una de las técnicas sin el cuál la gastronomía mexicana, y la de varios países centroamericanos, no sería la misma. Desde los tiempos prehispánicos, el maíz y la nixtamalización nos han brindado un gran acceso diario a vitaminas, minerales y otros compuestos que necesita el cuerpo humano para tener un mejor funcionamiento.
Gracias a la globalización, el mundo ha conocido la nixtamalización, esa herencia 100% mexicana, haciendo que el consumo de tortilla se haya disparado a nivel mundial. A pesar de la dificultad de hacer tortillas fuera de México, en los últimos años, se ha visto un impresionante incremento en el consumo de tortilla de en el mundo, un aumento incluso que se da mucho entre los no hispanos que viven en Estados Unidos.
Esto gracias a que la tortilla permite la creación de una gran variedad de platillos, es versatil, accesible en todo momento y un producto muy noble: factores que contribuyen a la expansión de la industria de la tortilla a nivel global. Pero de entre todos los casos que se pueden mencionar, el consumo de tortilla mexicana de maíz en España es algo muy peculiar, a pesar de la dificultad de hacerla.
De hecho, en España, cada día hay más tortillerías en diversos barrios de las ciudades grandes, que llevan años experimentando con sus propios procesos de nixtamalización que preserven la tradición del maíz, agua y cal, con el fin de que brinde todos los beneficios. El ejemplo del restaurante vasco-latino Topa en San Sebastián, del cocinero Andoni Luis Aduriz, que nixtamaliza el maíz txakinarto de Vizcaya, de los pocos sin hibridarse.
Tiene una tortilladora manual y pequeña vasco-mexicana por las adaptaciones con la que produce 26 kilos semanales. En realidad, se están produciendo muchos tipos de tortillas con una técnica mexicana, pero con maíz orgánico, vascofrancés, holandés, levantino, gallego, norteño porque en realidad existen tortillas como existen cantidades de maíz.
Incluso, esto está ayudando a que muchos restaurantes comiencen a importar maíz latinoamericano, y sobre todo de agricultores en México. Otras de las particularidades es que la cal española tiene diferentes propiedades y purezas, que la cal en México, haciendo que el sabor y las propiedades, tiempo de cocción y procesos de nixtamalización tengan sus diferencias más o menos significativas.
Lo cierto, es que este proceso está haciendo que cada vez sean más países los que usan la nixtamalización, el comal y las máquinas para hacer variedades de tortillas, e incluso para hacer totopos, sopes, huaraches y todo lo que permita hacer el maíz con estas técnicas mexicanas. Asimismo, cada día crecen más las tortillerías con el método tradicional, con la intención de hacer producciones a gran escala. Esto también hace que las maquinas para hacer tortillas se comiencen a distribuir por todo el mundo, ya que es un invento 100% mexicano.
Según datos de El País, la tortillería Maíz Maya (Madrid), “trabaja con cooperativas en Valencia para sembrar nuestro maíz. Comenzó con 12 toneladas anuales y ahora produce 450 toneladas. Otro ejemplo es el del mexicano Roberto Ruiz, que inició con un proyecto de tortillas que producia 350 kilos por semana de tortilla, tostadas, huaraches, tlayudas, y que hoy en día hace 2.000 kilos que son consumidos casi en totalidad en España.
No solo es posible dar muchos otros ejemplos del ascenso de las tortillerías en España, pero también esto produce una serie de benéficas consecuencias: el aumento del consumo de la gastronomía mexicana, que se traduce en aumento de locales y empleos, de maquinaria, reparaciones intercambios culturales y, sobre todo, una de las mejores cosas que le puede pasar a la gastronomía mexicana: el intercambio y la mezcla de técnicas, productos y sabores de otras latitudes.
La Tortillería del Río (Madrid) elebaora hasta 2.200 kilos diarios de totopos y tortillas, que son empacadas manualmente al vacío para conservarse durante 18 días. Sus tortillas no usan aditivos y se exporta a Alemania, Francia e Italia. Lo mejor es que es una tortillería sin publicidad, solo con una página en internet que no ofrece venta, únicamente es informativa.
Esto es lo México podría exportar a todo el mundo, ya que hay unas 600 especialidades con maíz nixtamalizado, sin mencionar toda la gastronomía con insectos, y otras muchas técnicas prehispánicas que sin duda generan productos de gran calidad y con un proceso que resulta en platillos deliciosos. Así que no te sorprendas si viajas a otro país y encuentras tortillas mexicanas en cualquier barrio del mundo.
El tzoalli es la forma previa de la alegría de amaranto. Es una masa de semillas de amaranto que se une con miel de maguey, que en la época prehispánica se utilizaba para elaborar imágenes de las divinidades, como una ofrenda a sus dioses.
El tzoalli, sobre todo, se hacía para las fiestas dedicadas a Huitzilopochtli, en donde las mujeres elaboraban una figura del dios, a través de un proceso de amasado con amaranto. Es bastante probable que se usara el amaranto debido a su maleabilidad; pero no hay certeza completa de por qué específicamente se usaba la semilla para crear la forma de los cuerpos y huesos de los dioses.
Algunas fuentes han afirmado, que después de que las figuras de los dioses estaban hechas con tzoalli, se salpicaban con sangre durante la ceremonia; pero tampoco es posible saberlo con total seguridad. Lo que se sabe es que había personas dedicadas en hacer las imágenes sagradas y en otros lugares, eran hechos por gente común para conectarse con los dioses.
En realidad, las prácticas, rituales y aspectos centrales de la ceremonia y los dioses representados con tzoalli siguen siendo bastante complejos y hasta misteriosos. Esto no le gustaba nada a los españoles, muchos menos que hicieran representaciones de dioses no cristianos, rituales, ni que se transmitiera la idea de que los dioses podían ser ingeridos o bebidos, valga la ironía.
Así que tanto las prácticas, como la cosecha y cultivo de amaranto fue prohibido por los españoles, y durante mucho tiempo el amaranto fue considerado como una planta profana, ya que transformaba en carne a los dioses que al final eran consumidos para transmutar sus cualidades.
Samuel Villela
Fray Diego de Durán relata, en su crónica sobre la ofrenda de Huitzilopochtli sobre el tzoalli con miel. A partir de esa mezcla con base en amaranto y miel de avispa o maguey, hacían un gran ídolo a imagen del Dios, lo adornaban y vestían, y elaboraban huesos grandes que depositaban a los pies del ídolo. Además del tzoalli, ofrendaban “panes” como tortillas pequeñas; pasada la fiesta se los dividían para comer.
Seguramente debido a la prohibición de utilizar el amaranto para las fiestas, se dejó atrás esta práctica y se sustituyó por el “papalotlaxcalli” o pan de mariposa que era exclusivo de esta ceremonia, de acuerdo con el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI).
Las ofrendas consistían en “panes” de diversas figuras como mariposas o rayos (xonicuille) hechos a base de amaranto y “pan ázimo” que era un pan de maíz seco y tostado, llamado yotlaxcalli. Había otras ofrendas de tamales (xucuientlamatzoalli) y maíz tostado llamado Izquitil, y casi toda la ofrenda era de amaranto porque lo consideraban un alimento especial.
Pero como ya no era viable poner amaranto, lo más seguro es que se comenzaran a adornar los panes con huesos, a modo de ritual; de tal modo que poco a poco surge el pan en los altares mexicanos que hoy conocemos.
Samuel Villela
Así que cada 1 y 2 de noviembre, representamos a la muerte con su característica forma circular, que es alegoría del ciclo de la vida, y con las figuras que lo adornan con forma de hueso, con un círculo en la parte superior que simboliza un cráneo.
También se representa las lágrimas derramadas y, asimismo, su forma circular representa el ciclo vida-muerte.
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