Foto destacada: Arqueología Mexicana
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Uno de los legados más importantes de las culturas prehispánicas ha sido la arquitectura por tratarse de una manifestación evidente, por demás hermosa que nos sorprende brotando de bajo de las grandes urbes, entre las selvas y las montañas más altas; enormes edificios, pequeñas construcciones o misteriosas ruinas han aportado información de las antiguas culturas que tanto han aportado a nuestra cultura, pero hay también legados caso secretos porque no ha tenido suficiente difusión o interés, como la tecnología hidráulica.
Probablemente se debe a que los vestigios de canales y presas no son tan vistosos como las y de pirámides o los juegos de pelota, pero ahí están y les debemos muchísimo, pues a partir de ellos se desarrollaron los sistemas virreinales y hasta los actuales; otros tantos desaparecieron para resurgir una vez más demostrándonos el genio de los ingenieros prehispánicos, este es el caso de la Presa Purrón, hasta hoy, la más antigua de México.
Fuente: El jaguarcillo viajero
La Presa Purrón originalmente perteneció al prolífico Valle de Tehuacán, actualmente se ubica muy cerca de lo que hoy conocemos como San José Tilapa un pueblo que pertenece al municipio poblano de Coxcatlán muy cerca de Oaxaca, es un área elevada que no permite el resguardo natural de los cuerpos de agua, razón por la que los habitantes originarios tuvieron que implementar un sistema de captación de agua.
Si el terreno tuviera que ser menos amable, los habitantes de la zona tenían el paso bloqueado al valle así que veían correr pendiente abajo toda el agua de la lluvia; las posibilidades de sembrar eran nulas pues hacer llegar el agua era una proeza, construir una presa sólo fue el inicio de todo un plan avanzado de ingeniería hidráulica que llenó el sitio de canales, diques y compuertas que facilitaron la vida de sus habitantes originarios.
Fuente: Diario El Uno de Tehuacán
A Coxcatlán se le conoce como la cuna de la agricultura y de la irrigación mesoamericana por haber sido el sitio donde los popolocas construyeron entre los años 800 y 1500 a.C. un sistema de irrigación que aprovechaba el agua de lluvia cuya figura principal fue la monumental Presa Purrón, cuyas medidas se estiman alrededor de los 18 metros de altura y más de 400 metros de largo de lado a lado de la barranca.
La gran Presa Purrón almacenaba más de dos y medio millones de metros cúbicos de agua, cantidad que permitió iniciar una fuerte agricultura en la zona y aumentar la población que la rodeaba, se sabe que en la última fase de su construcción participaron 4300 hombres, cifra que, según los arqueólogos indica el tipo de sociedad de aquellos días.
Fuente: El jaguarcillo viajero
Las migraciones y movimientos políticos de la zona desplazaron a los popolocas, así que tanto la presa como sus canales quedaron cubiertos de vegetación, rocas y tierra producto de la erosión de la misma Presa Purrón ocultándola hasta el año 1964 cuando fue descubierta por antropólogos que aún la siguen estudiando y descubriendo.
Actualmente se conservar 80% de la estructura de la presa y el 95% del canal de Santa María desde donde los popolcas controlaban la cantidad de agua que se canalizaba a la presa y donde hoy los lugareños dan recorridos para que el público pueda conocer tan importante vestigio que requiere de una gran inversión para conservarlo, las poblaciones cercanas se han dado a la tarea de preservar el suelo y dar a conocer el sitio para atraer turismo.
Fuente: Diario El Uno de Tehuacán
La mayoría de los visitantes de la Presa Purrón son investigadores y arqueólogos interesados en conocer el sitio reproducido en maqueta en el Museo Regional de Puebla, también algunos estudiantes acuden en prácticas de campo, pero sólo las visitas de turistas atraerán más apoyos financieros a las poblaciones aledañas y a la conservación del vestigio.
Por ahora la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas se encuentra realizando adecuaciones de ciertas partes de la presa donde hay interesantes cuevas y vestigios de sus paredes y canales, el apoyo se debe a que se la Presa Purrón se unca dentro de la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán.
Fuente: El jaguarcillo viajero
¿Dónde? Coxcatlán, Puebla.
¿Cuánto? Todo el año
¿Cuánto? Abierto al público
Foto destacada: HBO
Como agua para chocolate es uno de los libros mexicanos más populares de finales del siglo XX. Es un libro escrito por Laura Esquivel, que sigue siendo bastante reconocido en muchas partes del mundo, gracias a que es una gran historia de amor, responsabilidades, prejuicios y tradiciones.
En 1992 esta historia fue llevada al cine por Alfonso Arau, y además de estar en boca de todos, se convirtió en una cinta icónica del cine mexicano; ganando nominaciones en los BAFTA, los Spirit Awards, los Golden Globes, los Goya y los Ariel. Este año, se anunció que habrá una nueva serie y aquí te daremos las razones por las que tienes qué ver esta nueva serie.
El libro Como agua para chocolate ha sido traducido a 17 idiomas. De hecho, a pesar de que Laura Esquivel ha escrito varios libros, su mayor promoción desde 1990, es este libro. Cada año, Esquivel viaja a diferentes países, 28 países en 2023, incluidos Bélgica, Noruega y Portugal, para hablar de lo mismo que ha hablado desde que salió la novela.
Si importar en qué año haya salido este libro es una historia conmovedora. Seguramente la serie será de época, con grandes vestuarios y escenarios, que son un factor que la mayoría de las series de HBO comparten. Todo para conocer la historia de Tita y Pedro, dos jóvenes mexicanos que se enamoran, pero las tradiciones dicen que Tita debe dedicarse a cuidar de sus padres y que por eso no puede casarse.
Aunque todavía hay mucho secreto en torno a la producción, incluso a la fecha de estreno, sabemos que Salma Hayek participa como parte de la producción ejecutiva de la serie, al lado de José Tamez y Siobhan Flynn. En el reparto contará con Irene Azuela, Azul Guaita, Ari Brickman, Ana Valeria Becerril, Andrea Chaparro, Ángeles Cruz y Louis David Horné; una mezcla de talento ya bien conocido por el público latinoamericano y jóvenes promesas de la actuación en México.
Tener una versión renovada de este libro sin duda será especial, porque además es algo que les gusta a los latinoamericanos: amor, “realismo mágico” y la trama se ceñirá sobre México durante la época de la revolución, con Tita de la Garza y Pedro Muzquiz, dos jóvenes cuyo amor no puede ser consumado debido a las costumbres familiares. Podremos ver más adaptaciones de obras importantes para la cultura e identidad latinoamericanas.
La idea de la novela se le ocurrió a Esquivel mientras cocinaba las recetas de su madre y su abuela. Así que en el libro es posible conocer muchas recetas, y buena parte de las acciones giran en torno a la comida. Tanto el libro como la cinta, combinan el placer de la cocina con las pasiones del romance prohibido.
Sin duda, podremos tener un énfasis en diversas recetas que hace Tita, ya que su pasión crece a través de sus buñuelos de crema, su sopa de rabo de toro y su mole de pavo con almendras y semillas de sésamo. Toda la novela entrelaza recetas con su sabrosa trama. Todas las recetas son reales y de uso común en la familia de Esquivel. Sus favoritos personales son los panecillos navideños, la salsa de mole y los chiles en salsa de nueces.
Este libro también pone en evidencia el rol de la mujer durante la Revolución Mexicana, los cambios sociales importantes, la incorporación de las mujeres al mundo laboral, los derechos, etc. Una versión del siglo XXI, sin duda tendrá muchas sorpresas en este sentido.
El libro también es bastante picante, de hecho, Como Agua para Chocolate, hace referencia a una frase coloquial utilizada por los españoles que significa extremo de sentimiento. Se refiere a un punto de ebullición en términos de ira, pasión y sexualidad. La sensualidad y la terrenalidad del carácter mexicano tal como se revela en Como agua para chocolate, es parte de nuestra vida cotidiana.
Foto destacada: Wikipedia
Es posible encontrar un poco de historia en cada rincón de la Ciudad de México, y los hoteles no son la excepción, ya que cuentan anécdotas fascinantes. Y el Hotel Majestic es uno de los hoteles que más historia preserva en sus paredes. Y aquí te vamos a contar un poco de la gran historia de este lugar en cuadro principal del Centro Histórico de la Ciudad de México.
Este hotel, fue El Viejo Portal de Mercaderes, justo en el lado oeste de la plaza de la Constitución que desde su construcción ha sido el centro de la vida política, cultural y social del país, así como el punto comercial más importante en la conquista.
Se dice que el primer edificio colonial estuvo dedicado para la venta de alimentos y otras mercancías. Mucho del espacio ahí fue otorgado a Don Rodrigo de Albornoz, Conde de Santiago, secretario del Emperador Carlos V y el contador de la Nueva España. Fue en 1524, cuando se aprobó que los dueños de las propiedades que se encontraran frente al Zócalo podían rentar sus propiedades a los mercantes, por lo que se llevó El Portal de Mercaderes.
Así que desde el inicio, el Zócalo ha tenido a muchos vendedores en los arcos, que a pesar de haber sido construidos por los dueños, la ciudad aún era dueña de la tierra donde se encontraban los arcos. Esto llevó a disputas sobre el mantenimiento y sobre quienes debían controlar el lugar y cómo regular a los ambulantes y la venta no regulada.
A pesar de todo, en el lado sur de la Calle Madero, hay dos hoteles que siguen siendo llamados por sus nombres originales: el ex Hotel Majestic (ahora Best Western) y el Gran Hotel de la Ciudad de México (ahora Howard Johnson). Ambos edificios datan de finales del siglo XIX y principios del siglo XX.
El Hotel Majestic ocupa la mayoría del edificio que es visible desde el Zócalo y la entrada está en la calle Madero. Partes de este edificio datan del siglo XVIII, pero fue completamente renovado por el arquitecto Rafael Goyeneche en 1925 y la mayoría de las fechas interiores de este año y el Hotel abrió sus puertas en 1937.
Se destaca por su fachada de estilo neo colonial ordenada por el gobierno, ya que todos los edificios del Zócalo debían tener una fachada similar. Además de que este hotel tiene muchas habitaciones, un restaurante en el último con vista al Zócalo, lo que más se destaca es el vitral de art nouveau que hay en el techo del hotel.
En el espacio del Gran Hotel es en donde vivió Rodrigo de Albornoz, Contador Real. En 1895 es comprado por el francés Sebastián Robert para convertirlo en el primer centro comercial en México.
Su exterior fue neogriego con estructura metálica, convirtiéndose en el primer edificio de la ciudad en emplear el método de viguetas de hierro ahogadas en concreto. También se convirtió en la primera obra de estilo Art Nouveau en el país. La decoración es de estilo Art Decó, destaca el vitral firmado por Jaques Gruber de la Escuela de Nancy, Francia. Desde 1968 es sede del Gran Hotel Ciudad de México.
El interior del hotel mantiene la mayoría de su decoración original creada para la tienda departamental de estilo estilo Art Nouveau. Tenía una escalera ondulada y envolvente, replica de la tienda Le Bon Marché en París1; pero se perdió en 1966. El aspecto más llamativo del inmueble es el vitral de Tiffany, una estructura con más de 20 mil piezas de vidrio de colores, esta pieza Art Nouveau, diseñada por el artista Jacques Grüber y llevada a México en 1906, para decorar el techo del Centro Mercantil.
El vitral se caracteriza por el uso de formas vegetales abundantes y entrelazadas, coloridas, con guirnaldas reverberantes y hojas aisladas. Aunque este permitía el paso de la luz solar, se colocaron más de cien lámparas para iluminarlo en la noche. Debido a su monumentalidad y belleza se convirtió en Patrimonio Cultural de la Nación, debido a que el Instituto Nacional de Bellas Artes lo consideró como una obra de arte.
Dónde: Ubicación: Avenida Francisco I. Madero No. 73, Colonia Centro
Cuándo: todos los días del año
Cuánto: desde $1500
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