Arte y Cultura
5 cuentos cortos mexicanos para leer durante la cuarentena
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¿Necesitas más material de lectura para pasar los días de encierro? Aquí te traemos 5 maravillosos cuentos cortos mexicanos.

La mejor manera de pasar el rato cuando no hay nada más que tiempo en nuestras manos es leer; para que te inspires, aquí hay 5 cuentos cortos mexicanos.

 

El estado actual de las cosas en el mundo y en el país nos obliga a quedarnos en nuestras casas. Es necesario atender las indicaciones de los profesionales, y respetar la cuarentena para ayudar a contener la pandemia. Sin embargo, los días se estiran y se hacen largos, y es fácil perder la noción del tiempo. Pareciera que se nos acaban las actividades, y que cada vez es más difícil mantenernos entretenidos. Para lograrlo, es bueno variar nuestras rutinas y hacer cosas diferentes, para no caer en el letargo y la monotonía. Por ello, te brindamos 5 cuentos cortos mexicanos para leer durante la contingencia, para que te distraigas, reflexiones y viajes desde la comodidad de tu casa. A continuación, los textos íntegros:

Acuérdate, Juan Rulfo

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Fotografía de: Juan Rulfo

Acuérdate de Urbano Gómez, hijo de don Urbano, nieto de Dimas, aquel que dirigía las pastorelas y que murió recitando el "rezonga ángel maldito" cuando la época de la influencia. De esto hace ya años, quizá quince. Pero te debes acordar de él. Acuérdate que le decíamos el Abuelo por aquello de que su otro hijo, Fidencio Gómez, tenía dos hijas muy juguetonas: una prieta y chaparrita, que por mal nombre le decían la Arremangada, y la otra que era rete alta y que tenía los ojos zarcos y que hasta se decía que ni era suya y que por más señas estaba enferma del hipo. Acuérdate del relajo que armaba cuando estábamos en misa y que a la mera hora de la Elevación soltaba su ataque de hipo, que parecía como si se estuviera riendo y llorando a la vez, hasta que la sacaban afuera y de daban tantita agua con azúcar y entonces se calmaba. Esa acabó casándose con Lucio Chico, dueño de la mezcalera que antes fue de librado, río arriba, por donde está el molino de linaza de los Teódulos.

Acuérdate que a su madre le decían la Berenjena porque siempre andaba metida en líos y de cada lío salía con un muchacho. Se dice que tuvo su dinerito, pero se lo acabó en los entierros, pues todos los hijos se le morían de recién nacidos y siempre les mandaba cantar alabanzas, llevándolos al panteón entre músicas y coros de monaguillos que cantaban "hosannas" y "glorias" y la canción esa de "ahi te mando, Señor, otro angelito". De eso se quedó pobre, porque le resultaba caro cada funeral, por eso de las canelas que les daba a los invitados del velorio. Solo le vivieron dos, el Urbano y la Natalia, que ya nacieron pobres y a los que ella no vio crecer, porque se murió en el último parto que tuvo, ya de grande, pegada a los cincuenta años.

La debes haber conocido, pues era realegadora y cada rato andaba en pleito con las marchantas en la plaza del mercado porque le querían dar muy caro los jitomates, pegaba de gritos y decía que la estaban robando. Después, ya de pobre, se le veía rondando entre la basura, juntando rabos de cebolla, ejotes ya sancochados y alguno que otro cañuto de caña "para que se les endulzara la boca a sus hijos". Tenía dos, como ya te digo, que fueron los únicos que se le lograron. Después no se supo ya de ella.

Ese Urbano Gómez era más o menos de nuestra edad, apenas unos meses más grandes, muy bueno para jugar a la rayuela y para las trácalas. Acuérdate que nos vendía clavellinas y nosotros se las comprábamos, cuando lo más fácil era ir a cortarlas al cerro. Nos vendía mangos verdes que se robaba del mango que estaba en el patio de la escuela y naranjas con chile que compraba en la portería a dos centavos y que luego nos las revendía a cinco. Rifaba cuanta porquería y media traía en la bolsa: canicas ágatas, trompos y zumbadores y hasta mayates verdes, de esos a los que se les amarra un hilo en una pata para que no vuelen muy lejos.

Nos traficaba a todos, acuérdate.

Era cuñado de Nachito Rivero, aquel que se volvió menso a los pocos días de casado y que Inés, su mujer, para mantenerse, tuvo que poner un puesto de tepache en la garita del camino real, mientras Nachito se vivía tocando canciones todas desafinadas en una mandolina que le prestaban en la peluquería de don Refugio.

Y nosotros íbamos con Urbano a ver a su hermana, a bebernos el tepache que siempre le quedábamos a deber y que nunca le pagábamos, porque nunca teníamos dinero. Después hasta se quedó sin amigos, porque todos, al verlo, le sacábamos la vuelta para que no fuera a cobrarnos.

Quizá entonces se volvió malo, o quizá ya era de nacimiento.

Lo expulsaron de la escuela antes del quinto año, porque lo encontraron con su prima la Arremangada jugando a marido y mujer detrás de los lavaderos, metidos en un aljibe seco. Lo sacaron de las orejas por la puerta grande entre la risión de todos, pasándolo por en medio de una fila de muchachos y muchachas para avergonzarlo. Y él pasó por allí, con la cara levantada, amenazándonos a todos como diciendo: "Ya me las pagarán caro".

Y después a ella, que salió haciendo pucheros y con la mirada raspando los ladrillos, hasta que ya en la puerta soltó el llanto; un chillido que se estuvo oyendo toda la tarde como si fuera un aullido de coyote.

Solo que te falle mucho la memoria, no te has de acordar de eso.

Dicen que su tío Fidencio, el del trapiche, de arrimó una paliza que por poco y lo deja paralítico, y que él, de coraje, se fue del pueblo.

Lo cierto es que no lo volvimos a ver sino cuando apareció de vuelta por aquí convertido en policía. Siempre estaba en la plaza de armas, sentado en una banca con la carabina entre las piernas y mirando con mucho odio a todos. No hablaba con nadie. No saludaba a nadie. Y si uno lo miraba, él se hacía el desentendido como si no conociera a la gente.

Fue entonces cuando mató a su cuñado, el de la mandolina. Al Nachito se le ocurrió ir a darle una serenata, ya de noche, poquito después de las ocho y cuando todavía estaban tocando las campanas el toque de Ánimas. Entonces se oyeron los gritos, y la gente que estaba en la iglesia rezando el rosario salió a la carrera y allí los vieron: al Nachito defendiéndose patas arriba con la mandolina y al Urbano mandándole un culatazo tras otro con el máuser, son oír lo que le gritaba la gente, rabioso, como perro del mal. Hasta que un fulano que no era ni de por aquí se desprendió de la muchedumbre y fue y le quitó la carabina y le dio con ella en la espalda, doblándolo sobre la banca del jardín donde se estuvo tendido.

Allí lo dejaron pasar la noche. Cuando amaneció se fue. Dicen que antes estuvo en el curato y que hasta le pidió la bendición al padre cura, pero que él no se la dio.

Lo detuvieron en el camino. Iba cojeando, y mientras se sentó a descansar llegaron a él. No se opuso. Dicen que él mismo se amarró la soga en el pescuezo y que hasta escogió el árbol que más le gustaba para que lo ahorcaran.

Tú te debes de acordar de él, pues fuimos compañeros de escuela y lo conociste como yo.

El ciclo, Francisco Lerdo de Tejada

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Fotografía de: Juan Rulfo

?No estoy para ningún asunto que no se relacione con la boda ?dijo a su secretaria don Melitón, al llegar a su elegante oficina, situada en el último piso del alto edificio del Paseo de la Reforma.

Se dirigió hacia su enorme escritorio de caoba y respiró profundamente el aroma del agua de colonia rociada diariamente, e hizo una pausa para, a través del amplio ventanal, admirar el panorama que ofrece la Ciudad de México en una tarde despejada.

Escudriñó por encima del escrito sobre el cual descansaban cinco teléfonos y un elefante de plata a manera de adorno, acomodó algunos papeles y apretó varios timbres para anunciar su arribo a los principales colaboradores. Por el interpone solicitó un vaso de jugo de naranja y aspirinas, con la vista fija en el cuadro de Schmill, recientemente adquirido, con ciertas dudas de que el monstruo allí representado fuese el retrato que el autor hubiese hecho de su alma.

Una vez sentado, comenzó a revisar algunas facturas de la próxima boda de su hija con un joven de apellido porfiriano, acontecimiento que prometía ser fastuoso.

La rolliza figura, el redondo rostro de piel morena y reluciente, los carrillos amplios y carnosos y principalmente los vivaces ojos negros, indicaban claramente su holgada situación económica.

De aquel bizarro adolescente, de figura enclenque que tan bravamente había combatido el despótico gobierno de Porfirio Díaz, no quedaba nada. Aquellas piernas deformadas por el caballo habían perdido su fuerza; las ropas de manta habían dado paso a la seda y casimires ingleses y los huaraches habían sido sustituidos por fino calzado americano.

Aquel terrible odio hacia la dictadura y las castas privilegiadas, minoría por cierto, que opulentas y poderosas vivían con insultante derroche de lujo, mientras las mayorías sufrían de la más absoluta miseria, había quedado en el olvido, lo mismo que el deseo de transformar a México en su estructura económica y social.

Ahora, su apariencia y su forma de vida correspondían a la del prominente hombre de negocios, relacionado con lo más granado de la política, banca, industria y sociedad, y gustaba de la buena comida, la buena bebida y toda clase de comodidades.

Revisaba los asuntos pendientes, cuando apareció la secretaria con el jugo de naranja y las aspirinas. Don Melitón suspendió la factura a fin de admirar a ese maravilloso ejemplar de mujer, de esbelta y cimbreante figura, de sedoso pelo castaño que caía sobre parte del rostro, pero son ocultar los grandes ojos azules, inquietantes y agresivos.

La secretaria, sabedora de lo glotón de placeres que era don Melitón, adoptaba poses provocativas, fingiendo naturalidad.

?Siéntese por favor, Paty, y comuníqueme de aquí con el señor Santos, el decorador ?, solicitó amablemente don Melitón, con objeto de mantener cerca de él a su secretaria.

Patricia, por su parte, había sido la esperanza de sus padres, quienes hubieran querido siguiese la carrera artística de modelo, o bien empleada de Xóchitl o Rosa Murillo. Sin embargo, el casual encuentro cuando ella esperaba un pesero y Melitón leía su periódico en el asiento trasero de su Mercedes Benz, cambió la ruta de su vida. Aun cuando no la tenía bajo su sueldo, permanecía allí, tal vez en espera de alguna concesión, negocio o herencia.

Melitón, prendado de su belleza, le había ofrecido trabajo de secretaria, a pesar de que, como taquimecanógrafa no era ninguna maravilla; sin embargo, era muy útil para arreglar asuntos y conseguir clientes que los expertos daban por perdidos.

?Ya está el señor Santos al teléfono.

?Bueno. ¿El señor Santos? …Habla De Garduño. Estoy muy molesto con usted, ya que quedó de decorar el Palacio de Minería para el banquete a un precio determinado de antemano y estuve de acuerdo; sin embargo, al examinar la factura, encuentro una adición de veinticinco mil pesos? A mí me tienen sin cuidado sus cálculos. Si se equivocó, es problema suyo y no mío. Yo convine en pagar doscientos cincuenta mil pesos y no estoy en condiciones de erogar un centavo de más ?, manifestó con energía al tiempo de descargar dos manotazos sobre el escritorio y su rostro adquirir un tono violáceo. Escuchó durante varios segundos las razones del decorador y en forma violenta colgó el auricular.

?¡Son como pirañas! En cuanto cae en sus manos un cliente de dinero, quieren devorarlo y exprimirlo. He gastado mucho dinero extra porque mi situación económica es bien conocida. Ni modo, pues la boda tiene que hacer época. Paty, ¿ya recibieron la lista que el Duque de O?Tranto quedó de enviar?

?Ya lar recibimos y se están rotulando los sobres de las invitaciones.

?Cheque usted, por favor, que no se vaya a excluir a nadie. Llame a los hoteles Hilton y María Isabel para que alojen en las mejores habitaciones a mis invitados del extranjero y dígales que después me envíen las facturas. Antes, por favor, dígale a Ramírez que trate de hacer contacto con nuestra avioneta enviada a Belice, ya sea por radio o por teléfono, a fin de obtener informes sobre las bebidas, pues ya estoy nervioso pensando que no puedan llegar a tiempo.

La muchacha se levantó de la silla y, contoneándose con paso lento y provocativo, se dirigió a la puerta.

Melitón se levantó también de su escritorio y caminó hasta el librero. Apretó un botón casi secreto que abrió automáticamente los libros simulados, dejando al descubierto una cantina con botellas, vasos, refrescos y una hielera. Sacó un vaso y, después de colocar dos hielos, vertió un poco de escocés, encendió la frecuencia modulada del aparato de radio y se sentó al lado de la mesa de juntas a beber.

Apareció nuevamente la secretaria con buenas noticias de la tripulación e hizo que Melitón sonriera abiertamente y adoptara una postura cómoda, con los músculos relajados.

?Don Melitón, ¿el vestido de novia se pagará directamente en París? ¿Debemos enviar el dinero por giro postal?

?Ya le di instrucciones a Padilla respecto a ese asunto. Estoy agotado, Paty, y eso que faltan dos semanas para la boda ?, dijo con calma, mientras tomaba entre sus manos una de las elegantes invitaciones. Luego leyó el texto y, cuando llegó a su nombre, lo deletreó calmadamente. "Melitón de Garduño"; una vez más lo repitió de corrido en voz alta, recreándose en la elegancia adquirida por el "de", preposición y sugerencia genial de un empleado, que le daba una especie de distinción, ya que Melitón Garduño, a secas, sonaba muy vulgar.

De la calle llegaba un murmullo de gritos lejanos y, aprovechando la presencia de Patricia, Melitón le pidió se asomase a averiguar la causa.

Patricia caminó hacia la ventana, aprovechando la ocasión de ser admirada. Cuando hubo llegado, se reclinó para tener mejor visibilidad y mostrar sus amplias caderas y gruesas piernas en postura incitante, en tanto que el jefe, moviendo el paso que soportaba en su mano, daba rienda suelta a su imaginación.

?Mire don Melitón, son los granaderos que disuelven una manifestación de estudiantes que se dirigían al centro. No alcanzo a distinguir los letreros de los cartelones ?informó un tanto emocionada Patricia.

?¡Con un carajo! ¿Qué piensa el gobierno que no toma medidas drásticas con estos comunistas alborotadores? ?Masculló molesto don Melitón, derramando el contenido del vaso con un movimiento brusco e inconsciente, tal vez por el presentimiento de otro movimiento armado como aquel en que participó cuando era joven, combatiendo a una minoría que vivía henchida de riquezas y prosperidad, a costa de la opresión, miseria e ignorancia del pueblo.

Toros del rodeo, Raúl Noriega Sandoval

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Fotografía de: Sasha Gusov

El General, tan aficionado a los toros como era, y no conforme con dominar el medio taurino, tener su plaza y jugar con los toreros como si fueran soldaditos, no podía dejar de ambicionar una ganadería de reses bravas. Mediante ventas obligadas y regalos obligados, la fundó.

Pasó un tiempo y así pudo ir viendo desarrollarse a sus "bravos". Todo era halagos de amigos y empresarios.

?¡Qué estampa!

?¡Qué finos!

?Estos serán los Miuras Mexicanos.

?No habrá quién se les ponga enfrente.

El General, henchido, les decía:

?Vengan nada más. Échenle un vistazo a estas notas de tienta. Ya verán cuando los presente.

Por fin llegó el día del anhelado debut de la ganadería; el público, que odiaba a tirano, llenaba los graderíos, con la secreta esperanza de que fracasara la mentada ganadería, y desquitarse en la plaza, en parte, de lo que no podía hacer fuera de ella.

Sonó el clarín, dando entrada al primero de la tarde. Anhelante. Babeó las tablas y paróse. El "Tabaco" salió a correrlo; el toro, apenas le vio venir, huyó como asustada oveja a refugiarse al otro lado del ruedo; persiguióle y el animal corrió despavorido por toda la plaza.

La gente pateaba de gusto; iban resultando las cosas tal como se lo desea.

El matador, para evitarse futuras represalias, hizo lo posible por sujetarlo. Nada. Manso perdido. La rechifla iba en aumento. Los caballos salieron a perseguirlo y, tras enormes esfuerzos, alancearon al animal, cercado contra las tablas y tapándole la salida.

El Juez suspiró, había tomado una vara. Según el reglamento, no tenía que devolverlo. ¿Quién se hubiera atrevido a devolver al corral, por manso, a un toro del General? Este, molesto masticaba su puro.

?Quién sabe qué pasó. A lo mejor algo le hicieron.

?O sus enemigos lo enyerbaron, mi General.

Un pistolero habló:

?Yo no me he movido de la corraleta en toda la noche.

?Ahorita con las varas va a aflorarle el buen estilo, mi General. No se preocupe.

El buey, con pinta de toro bravo, fue despachado por el matador en turno, de la mejor manera posible, para no desagradar al General.

El segundo, igual. El tercero, devuelto al corral; el "sobrero", brincó la barrera cuatro a cinco veces. El cuarto, no hubo quien lo moviera de la puerta de toriles, donde se aculó.

La gente gozaba de lo lindo. Le mentaba la madre al General, al Juez de Plaza, a los peones, a la Empresa. El ruedo parecía un muladar con la enorme cantidad de basura y objetos que el público había arrojado. En las alturas, las fogatas lanzaban siniestros reflejos.

En el palco del General, no se oía un ruido. A sus allegados ya les dolían las nalgas de las duras sillas, pero no osaban moverse. Las gargantas resecas, pero nadie se atrevía a pedir una cerveza o un coñac; un detallo así podía desencadenar la ira irrefrenable del General, que miraba impertérrito lo que sucedía en la arena, mientras pensaba en quién hacer recaer la culpa del ridículo que estaba sufriendo.

?Ahora van a ver, este es mi gallo ?masculló, lívido de coraje.

Quinto de la tarde. Una pinta imponente, corniabierto, negro listón, respondía al nombre de "Jabato", pero era manso de solemnidad. No tomó ni un capotazo; los caballos le perseguían como si se tratara de un torneo. No se le pudo picar. Hozó las basuras y, finalmente, se echó con placidez a media plaza.

El público, enloquecido, se lanzó al ruedo. El bovino ni caso hacía; lo coleaban, le pateaban; ni siquiera se defendía; cuando mucho, emprendía un trotecillo.

En la penumbra del palco del General, este estaba a punto del paroxismo del coraje. Eso se lo estaban haciendo a él, a él?

?¿Dónde está Julián? ?, gritó.

?Aquí, mi jefe.

?Que entre la policía al ruedo y me saque a toda esa cabrona chusma a culatazos. Tú, Pepe, vas por el Juez y te lo llevas a encerrar; de paso le dan una "calentadita", él tiene la culpa de todo.

?Sí, mi General.

El mayoral se escurrió por el callejón; por menos lo mataba el General.

En ese mismo instante, "la Porra", un grupo de aficionados de la peor ralea, abría una canasta que parecía contener comida; envuelta en un blanco mantel con palomitas bordadas, aparecía una lata de gasolina de cinco litros.

?Como les dije, muchachos. A ti te toca.

?Bajas, negro.

Cuando la policía, en medio de una lluvia de almohadillas y vasos conteniendo orines, intentaba despejar el ruedo a macanazos y golpes de máuser, se oyó un crepitar. Como una aparición demoníaca, vióse venir un enorme toro en llamas, que embestía, corneaba y daba coces. Los ojos, aún con vista, buscaban en quien descargar su furia y dolor. Esbirros y chusma corrían despavoridos, lanzándose de cabeza a las tablas.

Se va contra la barrera, estrellándose en ella con inaudita fuerza, se astilla en los pitones y continúa corneando, levantando las tablas. Siente que por allí no hay salida y corretea por el ruedo, mugiendo lúgubremente, seguido por el chisporroteo y un espantoso olor a fritangas.

La canalla ha tomado coraje otra vez y le arrojan las tablas de la barrera y botellas.

La sanguinolenta masa de fuego corre de lado, para atrás, gira, se retuerce y el humo que exhala parece que le diera propulsión.

Ciego ya, se estrella una y otra vez contra la puerta del toril, tratando de escapar a su horrible suerte. Cornea desesperado, rompiéndose los cuernos hasta las cepas y, aun así, sigue golpeando con la testa, con la esperanza de huir. De los orificios de los cuernos mana abundante sangre, que ahuyenta las llamas que salen del testuz.

Algunos hacían por no ver, pero veían las grandes úlceras humeantes del toro asado vivo; en enormes trechos la piel había desparecido, mientras los tejidos, tendones y músculos palpitaban y se requemaban.

La multitud le sigue a respetuosa distancia en enorme algarabía. Dobla y hace un esfuerzo por levantarse. No puede más.

De pronto, se oye una reventazón: vuelan tripas y masas musculares por todos lados. La gente que lo rodeaba corre sacudiéndose la ropa y gritando de gusto.

?¡Órale! Un taco de barbacoa.

Alta cocina, Amparo Dávila

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Fotografía de: Sergio González

Cuando oigo la lluvia golpear en las ventanas vuelvo a escuchar sus gritos. Aquellos gritos que se me pegaban a la piel como si fueran ventosas. Subían de todo a medida que la olla se calentaba y el agua empezaba a hervir. También veo sus ojos, unas pequeñas cuentas negras que se les salían de las órbitas cuando se estaban cociendo.

Nacían en tiempo de lluvia, en las huertas. Escondidos entre las hojas, adheridos a los tallos, o entre la hierba húmeda. De allí los arrancaban para venderlos, y los venían bien caros. A tres por cinco centavos regularmente y, cuando había muchos, a quince centavos la docena.

En mi casa se compraban dos pesos cada semana, por ser el platillo obligado de los domingos, y con más frecuencia si había invitados a comer. Con este guiso mi familia agasajaba a las visitas distinguidas o a las muy apreciadas. "No se pueden comer mejor preparados en ningún otro sitio", solía decir mi madre, llena de orgullo, cuando elogiaban el paltillo.

Recuerdo la sombría cocina y la olla donde los cocinaban, preparad y curtida por un viejo cocinero francés; la cuchara de madera muy oscurecida por el uso y a la cocinera, gorda, despiadada, implacable ante el dolor. Aquellos gritos desgarradores no la conmovían, seguía atizando el fogón, soplando las brasas como si nada pasara. Desde mi cuarto del desván los oía chillar. Siempre llovía. Sus gritos llegaban mezclados con el ruido de la lluvia. No morían pronto. Su agonía se prolongaba interminablemente. Yo pasaba todo ese tiempo encerrado en mi cuarto con la almohada sobre la cabeza, pero aun así los oía. Cuando despertaba, a medianoche, volvía a escucharlos. Nunca supe si aún estaban vivos, o si sus gritos se habían quedado dentro de mí, en mi cabeza, en mis oídos, fuera y dentro, martillando, desgarrando todo mi ser.

A veces veía cientos de pequeños ojos pegados al cristal goteante de las ventanas. Cientos de ojos redondos y negros. Ojos brillantes, húmedos de llanto, que imploraban misericordia. Pero no había misericordia en aquella casa. Nadie se conmovía ante aquella crueldad. Sus ojos y sus gritos me seguían, y me siguen aún, a todas partes.

Algunas veces me mandaron a comprarlos; yo siempre regresaba sin ellos asegurando que no había encontrado nada. Un día sospecharon de mí y nunca más fui enviado. Iba entonces la cocinera. Ella volvía con la cubeta llena, yo la miraba con el desprecio con que se puede mirar al más cruel verdugo, ella fruncía la chata nariz y soplaba desdeñosa.

Su preparación resultaba ser una cosa muy complicada y tomaba tiempo. Primero los colocaba en un cajón con pasto y les daba una hierba rara que ellos comían, al parecer con mucho agrado, y que les servía de purgante. Allí pasaban un día. Al siguiente los bañaban cuidadosamente para no lastimarlos, los secaban y los metían en la olla llena de agua fría, hierbas de olor y especias, vinagre y sal.

Cuando el agua se iba calentando empezaban a chillar, a chillar, a chillar? Chillaban a veces como niños recién nacidos, como ratones aplastados, como murciélagos, como gatos estrangulados, como mujeres histéricas?

Aquella vez, la última que estuve en mi casa, el banquete fue largo y paladeado.

La oveja negra, Augusto Monterroso

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Fotografía de: Juan Rulfo

En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra.

Fue fusilada.

Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque.

Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.

Si buscas literatura más antigua, no te pierdas el mito mexica de la creación del sol y la luna.

*Imagen destacada de: Juan Rulfo

Chuchita: la prueba arqueológica del ser humano más antiguo de Puebla
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Chuchita es la evidencia arqueológica de la cultura Olmeca y es posible verla en este lugar de Puebla. 

Fotos cortesía de Arnulfo Allende

Chuchita podría ser la evidencia de la presencia de la cultura Olmeca en Puebla. 

 

En 2010 se llevó a cabo una exploración arqueológica en La Casa del Mendrugo, en donde se descubrieron varios niveles de piso de la época colonial, una serie de basureros y lo más interesante fue que justo debajo de los niveles coloniales más tempranos, se localizó cerámica de tradición indígena con las formas, decoraciones y colores característicos de la alfarería del Horizonte Formativo.

Estos elementos hicieron que el equipo de investigadores extendiera la primera excavación, en donde se ubicaron cerca de treinta objetos como figurillas y pectorales de piedra verde, espejos de magnetita, pectorales de concha y puntas de proyectil de obsidiana que formaban parte de una ofrenda.

A dos metros de la ofrenda se localizó el entierro de Chuchita: una mujer de 1.20 m de altura y con una edad aproximada de 60 años al morir. Los antropólogos le llamaron "Chuchita", y encontraron que tenía evidencias de diversas patologías y lesiones de más de veinte años, durante el cual tuvo necesidad de cuidados y tratamiento especial. 

Asimismo, se mostró que los materiales arqueológicos estaban asociados con la cultura Olmeca, lo que permitió ubicar a Chuchita entre los años 1500 a 1200 a.n.e. Se trata de un fascinante hallazgo, ya que fue la primera vez que Puebla contacta con evidencia arqueológica de artefactos cerámicos, líticos, arquitectura y restos de población humana en un mismo contexto. 

De ahí, que el equipo de investigadores infirió que el Centro Histórico de Puebla existió como una aldea relacionada con la cultura Olmeca, ya que Chuchita es la habitante más antigua en la ciudad de Puebla que se haya encontrado hasta ahora. Tiene unos 3 mil 500 años, según los cálculos de especialistas.

Hoy en día, su osamenta reposa en un espacio subterráneo de la histórica casona, que además es restaurante y museo. El descubrimiento también arrojó que ella vivía en una comunidad a orillas del río Almoloyan o San Francisco, un valle en el que los ancestros prehispánicos practicaban la agricultura y la observación de astros.

Finalmente, se descubrieron indicios de un fuerte golpe en su cráneo; se cree, pudo estar relacionado con la muerte, aunque en una edad que ya se consideraba una mujer mayor y de respeto en la sociedad. El entierro de esta osamenta sobrevivió los siglos y también las obras de los primeros españoles en Puebla, que por fortuna fueron superficiales. Aquí te dejamos la información, por si quieres ir a visitar a Chuchita en la Casa del Mendrugo, y conocer más sobre su historia y este hermoso inmueble en Puebla.

Casa del Mendrugo 

Dónde: Calle 4 Sur 304, Puebla, Puebla. 

Cuándo: martes a domingo de 10:00 a 18:00 horas. 

Entrada libre

Página web

Jorge Monroy, el pintor que plasmó a Guadalajara con hermosas acuarelas 
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Jorge Monroy tiene una gran colección de acuarelas de los destinos más hermosos de Guadalajara. 

Fotos cortesía de Jorge Monroy Arte

Jorge Monroy ha registrado dejado un gran registro con tinta y papel de Guadalajara. 

 

El artista Jorge Monroy afirma que tiene un catálogo de 250 acuarelas de Jalisco, porque parte de su intención como artista es hacer que todas las personas conozcan los rincones más lindos de esta maravillosa ciudad.  

En 1976, el periódico tapatío El Informador le pidió que cada semana entregara una acuarela con una condición: paisajes de Jalisco, en su mayoría, con lugares cercanos a la entidad. Por supuesto, para Monroy estoy fue como ganarse la lotería, ya que se combinaron sus pasiones de pintar y viajar, además de que le recibió un sueldo por hacerlo.

Después de 44 años de publicar ininterrumpidamente, cada domingo una acuarela, cuando el suplemento cultural llamado Pasaporte mostró 2 mil acuarelas del artista, de las cuales alrededor de 250 eran de lugares Jalisco. Dichas acuarelas hoy forman parte del acervo de la Fundación Carlos Álvarez del Castillo; sin embargo, el autor posee algunas copias.

Monroy es un acuarelista nacido en 1951, en Morelia, Michoacán, pero radicado en Guadalajara. Se inició en el arte, con el dibujo y la pintura y en 1968, ingresó a la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Guadalajara, siendo sus maestros Tomás Coffen, Francisco Rodríguez Caracalla, Jorge Martínez y sobre todo, Alfonso de Lara Gallardo, bajo cuya guía y apoyo habría de descubrir ese género de expresión estética pleno de luminosidad y transparencia que es la Acuarela. 

Para Monroy, la acuarela es la forma de expresión estética más afín a sus virtudes técnicas, y de hecho, es uno de sus más fieles exponentes. Es un pintor que dedicado, con una trayectoria de más de cincuenta exposiciones individuales, tanto en la República Mexicana, como en Estados Unidos, Sudamérica, Inglaterra y Bélgica. 

Asimismo,  este artista ha participado en innumerables exposiciones colectivas en nuestro Estado, en nuestro País y en el extranjero. Sus acuarelas se han venido imprimiendo con regularidad durante los últimos cuarenta años en diferentes suplementos del diario El Informador de Guadalajara. Sus pinturas y dibujos han ilustrado diversos carteles, revistas y varios libros de temas literarios. 

También ha publicado “Portafolios” con reproducciones de sus mejores obras sobre los aspectos más atractivos y de mayor tradición de la ciudad de Guadalajara y otros lugares. En los últimos años, ha pintado varios murales en la Cámara de Comercio, en la Zona Arqueológica de Guachimontones en 2012 y más tarde en el Hospital Civil y en Centro Universitario de Ciencias de la Salud en año 2015.

 

Las artesanías piratas son un gran daño para la cultura mexicana
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La piratería, los plagios e imitaciones suelen hacer que la verdadera tradición artesanal y la cultura de México desaparezca. 

Fotos cortesía de Galería Estilo Mexicano

La piratería de artesanías mexicanas tiene un impacto enorme en las comunidades indígenas del país. 

 

Desde hace varios años se han tratado de combatir los miles de plagios, apropiaciones, imitaciones y piratería que ha sufrido el arte popular mexicano. Ningún estado mexicano se salva de algún plagio o de la piratería, ni las esculturas de Metepec, ni los bordados de Tenango, el barro negro de Oaxaca, ni las muñecas mazahuas o la talavera de Puebla.

Lo peor de todo es que los artesanos mexicanos son los que padecen más esta situación; ya sea porque hoy en día el mercado está repleto de artesanías Made in China, imitaciones de tianguis o incluso porque los diseños son plagiados  -sobre todo excesivamente en el pasado- por diseñadores que más tarde venden sus artículos en tiendas de lujo. 

A esto hay qué añadir que los artesanos no tienen piezas registradas como propiedad intelectual, derechos de autor, ni existen suficientes defensores de arte popular para tener una protección del patrimonio artesanal mexicano; sin mencionar otras tantas complicaciones que hay detrás de esto.

Asimismo, la piratería atenta contra la tradición artesanal y la cultura de México, y tiene un impacto económico sumamente grande, valorado por la Cámara Americana de Comercio (AMCHAM) en 69 millones de pesos. 

Al respecto, Esperanza Ortega Azar, presidenta de la Cámara Nacional de la Industria de Transformación (Canacintra), advirtió que la delincuencia organizada moviliza más de 10 mil millones de pesos de productos de contrabando anualmente en México. La artesanía no está exenta de esta realidad. De acuerdo con la estimación más reciente, el trabajo de más de 11 millones de artesanos se ve afectada cada año, advirtieron.

Tan solo esta práctica ilegal supuso 69 millones de dólares hace una década, lo que representa 60 por ciento de las ventas totales, de acuerdo con la Cámara de Comercio, Servicios y Turismo de la Ciudad de México (Canaco).

Aunque la feria de artesanías Manos del Mundo forma a los artesanos mexicanos para que, a través del derecho de autor, protejan sus creaciones. Reconoce que actualmente hay vacíos legales. Un problema socava los cimientos de una industria centenaria: la piratería. 

"Desde el delicado trabajo de los canteros de Michoacán hasta las creaciones de los artesanos wixárikas en Nayarit, la piratería ha surgido como una amenaza que pone en riesgo no solo la subsistencia de los creadores, sino también la preservación de una parte fundamental de la identidad cultural del país", afirmó la AmCham de Estados Unidos.

Para eliminar la piratería, recuerda que los artículos industrializados se ven mucho mejor confeccionados, son exactamente igual entre sí, y es posible distinguirlos, sobre todo, por su valor muy económico.

Pero toma en cuenta que al fomentar el consumo de artículos piratas, los artesanos quedan desplazados por la industria que elabora piezas de forma masiva, barata y de rápida elaboración y consumo. No permitamos que se pierdan las artesanías de nuestros pueblos, ya que son un sello que distingue a nuestro país, la identidad y cultura.

Artesanos mexicanos fusionan arte, cultura y tradición para Adidas
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La belleza de la artesanía mexicana, el arte tradicional y el deporte contemporáneo se unen en esta campaña global.

Fotos cortesía de Adidas Mx

Conoce esta campaña con artesanos mexicanos que combina arte, deportes y cultura en lienzos únicos.

 

Desde hace algunos años, Adidas ha lanzado algunos productos de inspiración mexicana, como sus tenis con características y diseño de la talavera mexicana. Esta ocasión lanzó otra fusión entre cultura y deportes, en donde los artesanos mexicanos tienen un papel relevante para crear piezas que celebran los juegos tradicionales latinoamericanos como los deportes modernos. 

Esta colaboración única, realizada por Pentagono Art, que involucra a artesanos de Puebla, Michoacán y Oaxaca para darle vida a dos series de balones de fútbol esculpidos y tapices de lana tejida.

La serie de tapices de lana con pigmentos naturales, que fusiona la maestría artesanal mexicana con el mundo del deporte. Cada obra se despliega como una ventana abstracta a varios campos deportivos como fútbol, ??baloncesto, tenis y atletismo. La fusión de las emociones efervescentes vividas en los campos de juego se entrelaza con la pasión histórica imbuida en cada hilo.

Las alfombras son testimonios de la creatividad humana al crear historias combinando arte, deportes y cultura en un lienzo único. Los momentos efímeros se transforman en recuerdos perdurables a medida que se tejen en el tejido de la tradición.

Por otra parte, están los balones de fútbol hechos a mano, que hacen honor a los antiguos juegos de pelota azteca. Para hacer los balones, los artesanos utilizaron cuatro técnicas tradicionales, incluido el Barro Negro brillante y la Talavera ricamente detallada, incrustando en cada bola símbolos que narran historias de los deportes y la cultura aztecas, centrados en el icónico logotipo de Adidas.

Los tapices y los balones de fútbol son algo más que decorativos. Son un testimonio del rico patrimonio cultural de México y sus técnicas artesanales eternas. Al combinar lo antiguo con lo nuevo, estos artesanos preservan sus tradiciones y conectan con la cultura deportiva contemporánea, haciendo una poderosa declaración sobre la identidad y el patrimonio.

Esta colaboración resalta la belleza de la artesanía mexicana, fortalece los vínculos entre el arte tradicional y marcas globales, mostrando cómo las tradiciones locales pueden desempeñar un papel importante en los contextos modernos.

Carlos Cortéz Koyokuikatl: el artista chicano más importantes de Chicago
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Carlos Cortéz Koyokuikatl fue un artista multidisciplinario que ayudó a darle voz al arte chicano y activista. 

Fotos cortesía de National Museum of Mexican Arte

Carlos Cortéz Koyokuikatl fue un grabador y gran activista en los Estados Unidos.

 

Carlos Cortez fue un artista multidisciplinario dedicado a la poesía, grabado, fotografía, música, e incluso fue un muralista y activista político, miembro de la liga de Trabajadores Industriales del Mundo. Es un artista poco conocido en México, ya que nació en Milwaukee, Wisconsin siendo hijo de "un indio de pura sangre de México" y una madre socialista y pacifista alemana.

Además, este artista aprendió inglés, algo de alemán de su madre, pero nunca llegó a dominar la lengua de su padre; aunque en la posguerra trabajo como lavaplatos, albañil, empleado de tienda y peón en varias fábricas; hasta que se dedicó al arte como pintor autodidacta y alrededor de 1948 comenzó a enviar dibujos al Industrial Worker y a contribuir con historias ocasionales.

En los años 50 aprendió el medio por el que se haría más famoso: grabado. En la Industrial Worker tenía recursos limitados para convertir sus bocetos en planchas grabadas para usar en las prensas planas que producían el papel. Cortez notó que algunos colaboradores enviaban bloques de linóleo cortados que podían usarse directamente en la prensa. No le llevó mucho tiempo dominar las técnicas de creación de grabados en linóleo. Pero pronto, casi todas las ediciones del periódico incluyeron al menos una nueva impresión suya.

Con esto descubrió que los bloques de linóleo eran un elemento básico del arte de la Revolución Mexicana,  así que estudió y adoptó las técnicas y temas de artistas como José Guadalupe Posada, mezclándolos con los grabados de la socialista y expresionista alemana Käthe Kollwitz.

Cortés se identificó cada vez más con su herencia mexicana, india y campesina. A mediados de los años 60, ya tenía una larga carrera como ilustrador, escribía artículos, poemas y columnas, además de que aprendió a hacer bloques de impresión con casi cualquier trozo de madera desechado para mejorar su grabado.

Un amigo griego de Carlos, le dijo que debía conocer a su hermana en Grecia. De hecho, mantuvieron correspondencia varios años, ahorró dinero, dejó su trabajo y cruzó el océano como pasajero en un carguero para conocer a Marianna Drogitis, de la que se enamoró y se comunicaban con gestos y pocas palabras de alemán que tenían en común. Regresaron a EU en otro carguero, se casaron y se establecieron en Chicago en 1965. Marianna fue la modelo para sus xilografías, incluidos desnudos amorosos y voluptuosos.

En esa época fue cuando hizo más carteles sobre la Revolución Mexicana, en papel de la carnicería y se negó a firmar o numerar impresiones. De hecho, cuando sus carteles comenzaron a atraer la atención del mundo del arte comercial, hizo saber que si alguna vez comenzaban a venderse a precios inflados, imprimiría más para mantener el costo bajo. Incluso lo hizo como una disposición en su testamento para aquellos que tomaran posesión de sus bloques.

Asimismo, Carlos fue un mentor de una nueva generación de artistas. En 1975 ayudó a fundar el Movimiento Artístico Chicano, una de las primeras organizaciones de artistas latinos en la ciudad, además de que ayudó a fomentar el renacimiento del movimiento muralista en los Estados Unidos. También se convirtió en uno de los primeros patrocinadores del Museo Centro Mexicano de Bellas Artes, que se convirtió en el depósito de muchas de sus obras y tiene la colección más grande de su extensa producción en el mundo.  

En los años 80, se dedicó a la poesía, hacía lecturas ocasionales en cafés, librerías radicales y escribió la introducción o contribuyó en varios libros. En sus últimos años, el trabajo de Carlos fue ganando reconocimiento internacional. Ilustró la novela Brassero de Eugene Nelson. Sus grabados aparecieron en varias exposiciones itinerantes y se agregaron a varias colecciones permanentes e incluso hubo algunas exposiciones retrospectivas de su obra en el Museo Palacio de Bellas Artes.

Carlos quedó devastado cuando su amada Marianna murió en 2001. El 17 de enero de 2005 Carlos falleció rodeado de amigos y escuchando música 

272 tesoros olmecas llegan el Museo Pointe-à-Callière, de Canadá
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La exhibición de Los Olmecas estará acompañará de un catálogo y un programa de conferencias, en el Museo con la mayor vocación histórica de Montreal.

Fotos cortesía de INAH

Los Olmecas llegan al espacio arqueológico más grande de Canadá.

 

El Museo Pointe-à-Callière de Arqueología e Historia, de Canadá, estará presentanto una diversidad de piezas mexicanas, en la exposición Olmecas y las civilizaciones del Golfo de México, con el fin de celebrar la cultura y tradiciones mexicanas en el Vieux Montreal, el corazón antiguo de la ciudad cosmopolita.

Esta exhibición destaca las maravillas del México antiguo, en uno de los museos más espectaculares de Canadá, para que todos conozcan y se maravillen con las culturas mexicanas ancestrales. Se trata de un montaje que ilustra un panorama civilizatorio de más de 3 mil años, y plantear preguntas e imaginar cómo era la vida de esos hombres y mujeres que habitaron en la costa atlántica de México.

La directora ejecutiva del Museo Pointe-à-Callière, Anne Elisabeth Thibault, destacó en un boletín de prensa, que la emoción palpable en todos los colaboradores del recinto a su cargo, por recibir temporalmente los 272 objetos patrimoniales que integran a la muestra, cada uno de los cuales es testigo de la grandeza de múltiples civilizaciones de raíz olmeca.

"La colaboración entre nuestras instituciones es testimonio del compromiso compartido por promover el entendimiento intercultural, por ello, agradecemos a todos los que han hecho posible este esfuerzo. Su contribución creará, sin duda, experiencias enriquecedoras e inolvidables para nuestros conciudadanos y visitantes", expresó la Directora del Museo.

Asimismo, a dicho país del norte llegaron piezas arqueológicas y objetos etnográficos que narran parte de la historia y evolución de la cultura olmeca; que se mantiene viva en los pueblos huastecos, nahuas, totonacos, zoques y otomíes de nuestro país.

Además, se preparó un programa de actividades con recorridos guiados, conferencias y una publicación especial, realizada en colaboración con la revista Beaux-Arts, dedicada a la exposición y en la cual se ofrecerán contenidos complementarios a la misma.

Los artistas mexicanos Erick Meyenberg y Tania Ragasol presentes en la Bienal de Venecia 2024
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Los artistas visuales Erick Meyenberg y Tania Ragasol llevan su exposición al Pabellón de México, en el Antiguo Complejo Naval y Militar Arsenale di Venezia, Italia

Fotos cortesía de Erick Meyenberg

El artista visual Erick Meyenberg y Tania Ragasol, abordan  la migración y la identidad cultural.

 

El artista Erick Meyenberg representa a México en la 60ª Exposición Internacional de Arte de La Biennale di Venezia con una extraordinaria videoinstalación llamada Nos marchábamos, regresábamos siempre, con la curaduría de la gestora independiente de arte contemporáneo Tania Ragasol.

Esta intervención estará disponible hasta el 24 de noviembre de 2024 en el Pabellón México en la Bienal de Venecia, en Venezia, Italia, y entabla un diálogo con más de 87 pabellones de 87 países.

Erick Meyenberg plantea un dilema fundamental con su obra, en donde parece que todos somos extranjeros donde quiera. La obra exhibe que la condición de extranjería se puede estar viviendo aun no habiendo emigrado a otro país; no sabiendo si la pertenencia en realidad está fijada por la historia, los afectos o los tránsitos que hoy en día la movilidad humana plantea. No es la geografía, la historia o el lenguaje lo que define esas construcciones, sino una realidad en la que nos movemos permanentemente.

No obstante, México ha recibido personas que han tenido que dejar sus raíces o sus orígenes por guerras, por dictaduras, por desastres ambientales o solo porque se enamoran de un país tan diverso. La poética transdisciplinar de Meyenberg, que va de lo visual al lenguaje del movimiento, que transita por las emociones y los afectos de todas las personas que nos vemos reflejadas en una mesa.

El artista creó cerámica para poder desfigurar y transfigurar esas emociones que significan en una mesa compartir los dilemas, las nostalgias, las promesas incumplidas, los sueños, los compromisos; es ahí donde México se enriquece con esta obra poética de Meyenberg y de Tania Ragasol.

Esta propuesta artística habla de la hospitalidad, reconocer que todo proceso migratorio tiene muchas capas de dolor y de pérdida, pero ante una mesa se pueden crear lazos profundos de humanidad, es en donde caben todos esos gestos casi ancestrales, primigenios, que más allá de fronteras y de nacionalidades, nos pueden unir a todos como seres humanos y en donde podemos proyectarnos. Por eso en la videoinstalación hay una mesa blanca, una especie de pantalla en donde cada uno puede proyectar sus memorias.

El trabajo de Tania Ragasol evoca de una manera poética tanto el trayecto de quien migra, de una familia de migrantes, como la posibilidad de un momento, aunque sea un instante, de pertenencia alrededor de una mesa. Es un tributo a aquellos que están por llegar a una nueva realidad de vida, es una invitación a apreciar aquello que nos parece extraño para imaginar conexiones a partir de las maneras más íntimas que tenemos en común todos los seres humanos, como puede ser un beso, un guiño, una caricia, como eso vital que nos une más allá de fronteras, coordenadas, límites.

Sin duda una videoinstalación que nos hace mirar el tema del encuentro, siendo Extranjeros por todas partes. Además, es una exposición representativa de la práctica de un artista mexicano de ascendencia alemana y libanesa, que sabe bien sobre la condición dual y en construcción identitaria del migrante como extranjero, en su tierra y fuera de ella, cuantas veces intente recuperarla. Es una instalación con esculturas de cerámica que combinan elementos de México, Italia y Albania, reflexiona profundamente sobre temas como la migración, la búsqueda de pertenencia y la perenne condición humana de buscar raíces en un mundo transitorio. 

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